Opinión

“Todo en su medida”, los riesgos del doble discurso

Por Jorge Raventos

“Luche y vuelve” pintaron en los muros los crecidos “pibes” de La Cámpora esta semana, remedando la consigna con la que el peronismo pugnó por el retorno de Juan Perón durante los años de la proscripción. Fue durante los preparativos del acto del último jueves en el Estadio Unico de La Plata. Mientras se cumplía el aniversario número 50 del regreso a la Argentina de Perón, en la capital bonaerense una multitud adicta vivaba a la señora de Kirchner y la reclamaba como presidenta.

En rigor, se trataba de una plegaria ya atendida. La dama que ocupaba el escenario esa noche hacía ya una semana que revistaba a cargo del Poder Ejecutivo, sustituyendo temporalmente a Alberto Fernández que entretanto se codeaba en el exterior con líderes mundiales.

Aunque a muchos les cueste admitirlo y pese a que sus propios seguidores parecían ignorar el hecho, la señora venía ocupando la presidencia y lo había hecho casi sigilosamente, extremando la prudencia y la cautela.

Con Cristina a cargo no se introdujeron desde la Casa Rosada cambios en ninguno de los temas sobre los que ella (directamente o a través de sus operadores más reconocidos) construye su agenda. El jueves, en La Plata, ella reclamó que se envíen “miles de gendarmes al conurbano” (dijo no saber qué hacen los gendarmes “en medio de la Patagonia”), pero durante su suplencia no usó la lapicera para poner en práctica esa iniciativa.

La CFK presidenta vicaria no pone en práctica los reclamos de la Cristina Kirchner jefa de facción, la “Cristina brava” de la que se enorgullece su hijo Máximo. Un caso de personalidad dual.

La oposición suele quejarse de que la señora, gestora principal del enrevesado dispositivo de poder que impera desde diciembre de 2019, no admita sus responsabilidades y actúe recurrentemente como una figura crítica, disociándose del engendro que creó. En rigor, es una protesta trivial: a nadie se le escapa que el Dr. Jekyll y Mr. Hyde son encarnaciones diferentes de una misma persona.

La señora de Kirchner rehúye ahora el compromiso del mando institucional. “Todo en su medida y armoniosamente” les respondió a sus fans, con palabras de Perón. Ella se siente más cómoda interpretando discursos apodícticos y evocativos desde los cuales alimenta su centralidad como jefa de bando. Comprende la incompatibilidad de ambas funciones.

Alberto Fernández informó desde Indonesia que la vice lo había llamdo preocupada al enterarse de que un dañino síndrome gástrico lo estaba afectando. No cabe dudar de la sincera inquietud de la señora por el bienestar del Presidente, pero es probable que también hubiera en ese sentimiento un ingrediente de intranquilidad política: si la enfermedad obligara a Fernández a una licencia sanitaria, ella podría tener que presidir vicariamente por bastante más que una semana, lo que la obligaría a tomar iniciativas, firmar decretos, avalar o descartar políticas. Es decir, debería dejar el limbo vicepresidencial desde donde predica. Sería el crepúsculo de los dobles discursos.

En sus interinatos en la presidencia la señora de Kirchner se comporta con minuciosa discreción, atenta a no romper los bienes que le encomerndaron en custodia; en cambio como jefa provisional del Senado, función habilitada por su condición plena y propia de vicepresidenta, ella se siente en libertad completa para manifestarse por encima de las formalidades. Así, en la última semana reunió a los senadores de los dos bloques que ella diseñó por cariocinesis más un puñado de satélites, completó de ese modo el número del quorum e hizo votar por el cuerpo el presupuesto nacional, la designación de tres jueces adictos en la Cámara de Apelaciones de Luis Piedrabuena (Santa Cruz, un punto estratégico ante eventuales juicios contra los Kirchner en la provincia donde erigieron su primer señorío). Y, punto central, promovió la aprobación de los representantes institucionales que el Senado eleva al Consejo de la Magistratura.

La vice se rodeó de esa mayoría de la Cámara Alta para enfrentar la resolución de la Corte Suprema que había cuestionado “el ardid” utilizado para birlar un representante (Luis Juez) a la oposición y ubicar en su lugar a un oficialista, el rionegrino Martín Doñate. La Corte Suprema había instruido que se reconociera la representación a Juez; la vice, escoltada por su corte senatorial, desobedeció.

El resultado inmediato será seguramente que ni Doñate ni Juez se incorporarán al Consejo de la Magistratura hasta que la Corte imponga en firme su definición. Finalmente asumirá Juez: la vice no está en fuerza para imponer su voluntad pero puede, desde el lugar en el que se siente cómoda, alimentar con un conflicto de poderes el desgaste de las dos instituciones: el Congreso y la Justicia y contribuir así a la confusión general.

El Mundial y la inflación

Esa cinchada por el Consejo quedó solapada, para la mayoría de la opinión pública, por la proximidad del Mundial de Fútbol y también, mal que le pese a alguna ministra, por la marcha de la inflación.

El Indec informó el miércoles que los precios al consumidor crecieron un 6,3 por ciento. La cifra es más modesta que la que vaticinaban los oráculos más pesimistas. Pero tampoco representa un número como para que el ministerio de Economía saque pecho. La inflación no cae, apenas se estabiliza por ahora.

Las nunca imparciales fuentes del mercado, aunque erraron en ese pronóstico se atreven a otros. Aseguran por ejemplo que durante el Mundial de Fútbol el Palacio de Hacienda disparará una devaluación. Gabriel Rubinstein, el número 2 de Economía, aseguró esta semana que devaluar sin tener bien aferradas algunas variables es jugar con la chance de un “rodrigazo” (es decir, de una explosión inflacionaria de todos los factores). Lo lógico es pensar que el gobierno no desea ese resultado. En cambio, hay intereses privados interesados en precipitar una devaluación.

En cualquier caso, también es cierto que la sequía de dólares que padece el Central y la amplia brecha que separa la cotización oficial de las cotizaciones libres de la divisa, son dos asignaturas que requieren terapias eficaces.

Callos ideológicos

¿Con cuánta libertad cuenta el ministerio de Economía para operar los males más sensibles? Da la impresión de que Sergio Massa cede parcialmente en algunos asuntos (produce gestos que parecen obedecer a la consigna de controlar a las grandes empresas, por ejemplo), mientras espera que la realidad argumente en su favor y ablande los encallecimientos ideológicos del sector más recalcitrante de la coalición de gobierno.

La atmósfera electoral tensa las voluntades con mucha anticipación: hay un adelantamiento de expectativas provocado tanto por la ansiedad que reina en la coalición opositora, donde los principales candidatos dan por seguro que el gobierno se encuentra en retirada y que ellos serán los beneficiarios de ese final de ciclo, como por la inquietud del caleidocopio oficialista, arrasado por pronósticos oscuros. Faltan nueve meses para que se libren las primarias y un año para las generales, un plazo que puede presenciar cambios copernicanos.

Incrementar a destiempo el estrés puede tener consecuencias sensibles en una realidad económica delicada, con precios que triunfan sistemáticamente sobre los ingresos, y una situación social dramática, en la que 6 de cada 10 trabajadores ganan por debajo de la línea de pobreza.

El papel de las fuerzas políticas solo secundariamente consiste en la pugna fiera por posiciones de poder. La función principal reside en mantener vigente el atractivo de las estructuras sociales, del beneficio de la disciplina colectiva, la conveniencia de obedecer sus protocolos y sus normas, la superioridad de los acuerdos cooperativos para avanzar con una perspectiva de largo plazo.

La consolidación de estos objetivos sería una prueba de que el sistema político se reestructura y reencuentra su razón de ser. Lo contrario sólo puede traducirse en confrontación, disgregación y decadencia.

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