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Opinión 19 de julio de 2016

Turquía: ¿un nuevo califato?

Por Raquel Pozzi (*)

Los interrogantes fluyen a borbotones. La República de Turquía gobernada por el presidente Recep Tayyip Erdogán ofrece un panorama político difuso y preocupante producto de la fisura que generó la pérdida de la convivencia política entre las instituciones del estado republicano turco. Es preciso ordenar nuestra información y considerar una breve historia de la conformación política como estado. En tiempos de mayor esplendor el imperio turco-otomano provocó la desaparición del imperio romano de Oriente y su ciudad más importante Constantinopla (1453) la cual se transformó en la actual Estambul capital del imperio otomano, hoy la ciudad más importante de Turquía. En 1923 el oficial del ejército turco Mustafa Kemal Atatürk fundó la República de Turquía bajó la órbita ideológica nacionalista y laica declarando la misma, democrática, secular, unitaria y constitucional. Atatürk “padre de los turcos” le otorgó entidad al ejército turco como garante de la laicidad y unidad nacional formando un poder paralelo al civil configurando un co-gobierno tácito entre militares y civiles. En plena guerra fría, Turquía se convirtió en el elegido por los Estados Unidos como base misilística temporal, paralela a la construcción de la base soviética en Cuba. La doctrina Truman en 1947 resolvería la situación de tensión por el avance comunista en Grecia y Turquía. La incorporación del estado turco a la OTAN estimuló la endeblez de los puentes de relación con la Unión Soviética, sin embargo el ingreso a la organización del tratado del Atlántico Norte parecía ofrecer seguridad y estabilidad al estilo occidental, pero la voluble política oriental y los cinco golpes de estado por parte del ejército en 1960, 1971, 1989 y 1991 demostrarían lo contrario.

Entre el nacionalismo militar y la radicalización del Islam.

Recep Tayyip Erdogan se ha convertido en el actor más importante en la geopolítica mundial desplazando por unos instantes a la magnitud del ISIS y los diferentes ataques terroristas. El presidente de la República de Turquía detenta una vasta trayectoria política, desde la alcaldía en Estambul, primer ministro y actual presidente desde agosto del año 2014, es el fundador del partido de la Justicia y Desarrollo (AKP) emprendiendo una batalla política e ideológica contra los altos jefes del ejército turco. Sin perder de vista la hipótesis del co-gobierno, Erdogan se enfrenta a las acusaciones de los militares de promover la islamización de Turquía bajo los rasgos más radicales. Entre espadachines, el presidente turco libra una batalla contra el poder más importante de la tradición republicana turca: el ejército, que no sólo es guardián del orden interno sino también de la seguridad territorial teniendo en cuenta la posición geoestratégica de Turquía, además de la lucha que lleva a cabo contra los kurdos y quienes lo representan: el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Bajo diversos estereotipos el imán, califa o caudillo fascistoide, Erdogan ha convulsionado estrepitosamente la escena política interna de Turquía y diferentes miradas convergen en torno al fallido “golpe de estado”. Las elucubraciones son tan variadas que apelan contra el poder creativo cinematográfico de Hollywood y Pinewood. No obstante me centraré en dos versiones contrapuestas igual de maniqueas pero que confluyen en un punto: la urgente necesidad del presidente Recep Erdogan de purgar algunas de las instituciones estatales opositoras.

Hombre mirando al Este

La hipótesis del autogolpe resuena sigilosamente en algunos portales periodísticos. Las condiciones se ofrecen cuál si fuese un suculento banquete para pergeñar tamaña proeza. Por un lado, el parlamento diversificado en cuatro partidos principales: Partido de la democracia de los pueblos (HDP); Partido republicano del pueblo (CHP); Partido del movimiento nacionalista (MHP) y el Partido de la justicia y desarrollo (AKP) sumado al viraje de una política de alianzas hacia una política unitaria, centralista y autocrática. Por otro lado la utilización rápida y cuasi programada de las redes sociales y de los parlantes instalados en las mezquitas (utilizados para las cinco oraciones diarias –Salat- del Islam) que movilizaron a la población civil en defensa de la democracia, generó ciertas suspicacias, endebles, pero suspicacias al fin. Hombre mirando al este grafica la necesidad de tener en cuenta además de los factores endógenos, los vecinos externos no tan amigables, como Armenia, dónde el 95 % de su población es cristiana y con quien Turquía tiene una enorme deuda histórica por el atroz genocidio no reconocido y por otro lado un amigo “ocasional”, Irán, con el 90 % de su población islámica shií. Pensemos entonces el mosaico de religiones en esta región: Turquía mayoría islámica sunnita; Armenia cristiana; Irán islámica shií y por otro lado los kurdos yazidíes. La inestabilidad de Turquía en política y religión es un hecho concreto y el presidente Erdogan acusa recibo de tal magnitud.

Hombre mirando al Oeste

La otra hipótesis. La versión de Erdogan afirma que el autor intelectual del golpe de estado fue su ex – aliado Fethullah Gullen. Una historia que requiere varias páginas, pero concluiré con datos que estimularán vuestra vasta imaginación. Gullen exiliado actualmente en Estados Unidos (Pensilvania) es el creador de la sociedad “Hizmet” movimiento gullenista que defiende el Islam basado en el diálogo interreligiosos y el libre mercado. Gullen es el creador de escuelas primarias y secundarias denominadas “Armonía” en diferentes estados norteamericanos. Gullen ha sido vinculado al establishment político estadounidense del partido demócrata a través de Huma Abebin y próxima a E. Ihsanoglu (historiador, político y diplomático turco) candidato a presidente por el partido (CHP) firme opositor a Erdogan con vasta experiencia en política internacional y con tendencia islámica moderada. Interesante trama de relaciones ¿no? Reflexionemos sobre otras aristas: la política pendular del presidente turco con respecto a Siria e Irak, la tendencia a la multipolaridad cuando de asuntos exteriores se trata, las relaciones carnales con: la Federación rusa en la lucha por mantener al presidente de Siria Bashar al Assad y desterrar definitivamente a los kurdos; con la Unión Europea en la carrera por desmantelar al ISIS; con Irán en negocios poco claros cuando se refiere al enriquecimiento de uranio y otras tantas. Por el momento, El presidente de la República de Turquía ha sido beneficiado por todas las teorías del fallido golpe de estado, por estas horas las purgas políticas en todos los estratos institucionales nos eriza la piel cuando la pena de muerte sobrevuela el mundillo judicial turco como emblema de un estado con mano dura e impiadosa hacia la construcción de un “nuevo califato”, allí dónde Oriente y Occidente se cruzan para darse o soltarse la mano según converjan las mareas del Mar Negro y el Mar Mediterráneo.

(*) Profesora en Historia.



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