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Opinión 17 de diciembre de 2020

Un año distinto, ¿el mismo problema?

Por Andrea Abadi (*)

El año se pasó rápidamente. Ya llegan las fiestas de fin de año y con ellas el bullicio propio de los festejos y las reuniones familiares, la excitación de los regalos, el movimiento de las calles y los fuegos artificiales. Toda esta normalidad suele ser una pesadilla para aquellos niños con desafíos con condición del espectro autista (CEA).

Durante todo este año, los niños con CEA han tenido diferentes cambios en su rutina. Han sufrido la falta de tratamientos usuales, o por lo menos la presencialidad de sus abordajes terapéuticos, y sus padres y hermanos han variado sus rutinas. Su contexto se modificó notablemente.

Sin darnos cuenta llegó diciembre y a pesar de las restricciones epidemiológicas, las casas, las ciudades y los pueblos se verán inundados por el ambiente navideño, intentando subir el ánimo en una sociedad que ya ha sufrido demasiado este último tiempo. No es raro entonces empezar a ver fuegos artificiales, las músicas navideñas y la intensidad con la que se buscarán las ventas de fin de año en los comercios, que convertirán el entorno de estos niños y/o adolescentes en distintos a lo habitual e impredecible. Los centros barriales, antes silenciosos y con poca gente por el acatamiento del aislamiento, se transformarán en hormigueros de gente en búsqueda de algo de relax.

¿Quién podrá tener en cuenta en medio de esta vuelta a la semi normalidad a los niños con CEA?, ¿Podremos cuidar de ellos mitigando los sonidos y estruendos de los fuegos artificiales, que tal vez aparezcan como una alternativa de festejo ante un pasado cercano silencioso y despojado de alegría?

Estos estímulos de alta intensidad suelen ser sumamente disruptivos en los que presentan CEA. Sus dificultades sensoriales los llevan a vivenciar los estímulos muchas veces de manera excesiva y los desorganizan severamente. La imprevisibilidad de los estallidos o la intensidad de estos suele angustiar y generar berrinches excesivos y poco esperados por los que lo rodean. Incluso, a pesar de que los estímulos parezcan festivos o alegres, ellos lo vivarán de manera diferentes y sufrirán con esto. La hipersensibilidad a los sonidos o luces intensas en quienes presentan CEA es uno de los desafíos propios de esta condición.

Hace años que la sociedad plantea que debemos modificar nuestras prácticas de festejo para navidad y año nuevo, y que los fuegos artificiales deberían ser cambiados por luces pequeñas.

Las luces poco intensas son una manera de festejo agradable para todos y realmente este pequeño cambio puede ser una gran posibilidad de disfrute no solo de un niño o adolescente, sino de toda una familia que los rodea y que suelen correr a aislarse en dormitorios sin ventanas o baños, cuando los fuegos artificiales y estruendos se acercan.

(*) Psiquiatra infanto juvenil, directora del área de Neurodesarrollo y condiciones del espectro autista (CEA) del Centro CITES Instituto de Neurología Cognitiva (INECO).