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Opinión 23 de enero de 2018

Un baluarte de la identidad marplatense

Por Federico Gidoni

No todas las ciudades del mundo cuentan con una diversidad poblacional como la nuestra. Muchas, no poseen las características geográficas, sociales, culturales, etc, que puedan hacer posible su supervivencia.
Mar del Plata es una ciudad de privilegio en este sentido. Situada en un lugar clave y con características sociales y culturales especiales.

Mar del Plata cuenta, hoy, con numerosas manifestaciones y expresiones culturales y artísticas estatales como independientes y de autogestión económica, artística y administrativa…..

Decía Manuel de Falla, compositor español 1876-1946:…….“Por convicción y por temperamento soy opuesto al arte que podríamos llamar egoísta. Hay que trabajar para los demás: simplemente, sin vanas y orgullosas intenciones. Solo así puede el arte cumplir su noble y bella función social.”

Es la intención llegar afectiva y espiritualmente al corazón de nuestros ciudadanos de un modo directo y sincero.
Necesitamos comunicar que deseamos seguir siendo parte activa y comprometida en el desarrollo cultural de nuestra comunidad, acompañando, y nutriendo desde nuestra posibilidad de entregar Belleza y conmover, ayudando a despertar y cuidar sensibilidades, invitando a la reflexión inspirada, a la transformación creativa positiva y al respeto y aprecio por la diversidad.

Deseamos abrir interrogantes sobre la vigencia del material que ofrecemos y los valores que lo inspiraron en relación al mundo que nos toca habitar y a las luchas que aún sostiene la humanidad.

Preguntar si las expresiones artísticas, sobreviviente de todas las tempestades de la Historia, han perdurado por alguna razón que podamos rastrear en nuestro propio interior, más allá de las convenciones culturales y estéticas de cada época. Observar si sus resonancias aún despiertan interés y si pueden llegar a ser “buen alimento” y estimular y acompañar búsquedas que llenen las vidas de vigor y sentido. (Andrea Porcel)

¿De quién es una orquesta?

“En estos días, la humanidad entera teme que un famoso cuadro de Van Gogh haya sido destruido por el capricho de un millonario comprador. Este episodio renueva la preocupación sobre el significado y alcance de la posesión de un bien artístico.

La posesión señala un responsable del bien poseído. Le permite tenerlo y lo obliga a cuidarlo. La música es menos palpable que un cuadro, pero no por eso menos sólida. Una orquesta puede ser mucho más que un rejunte transitorio de instrumentistas. Es el tiempo de su maduración, su instalación en la sociedad, el placer que da a su público y todo lo que pueda generar a su alrededor. La caída del Banco Mayo y el consiguiente jaque que sufrió su orquesta a fines del 98 denunciaron una vez más la indefensión de nuestros bienes artísticos.

Por encima de las internas de sus músicos integrantes, la vida musical porteña vio peligrar una de sus fuentes sonoras por cuestiones muy alejadas de lo musical. Porque una orquesta no puede quedar a merced de los caprichos, errores, maniobras o desventuras de quienes la crearon.

Entonces, no debería dejarse de incluir entre los bienes y activos de una entidad aquellos bienes culturales que le pertenecen, que protege o ha contribuido a fundar y sostener, para todos los fines que sea menester, como su venta o liquidación.

Quien decide apoyar o crear un bien cultural debe asumir una responsabilidad y un compromiso sobre su futuro, de tal manera que se paute, por ejemplo, un ritmo paulatino para su eventual retiro como sponsor que impida el cese brusco de aportes imprescindibles para la vida de esos bienes culturales que ha generado. O sea, consagrar la intangibilidad de los bienes culturales más allá de los avatares de sus circunstanciales dueños o sostenes. Por lo pronto ningún organismo artístico en manos privadas debe depender de un único mecenas. El Estado, que ya merece establecer la profesionalización y estabilidad de su gestión cultural por encima de ciclos y administraciones partidarias debe asumirse como vigía en la materia. Porque, finalmente, la cultura sí que es una cuestión de Estado.

(Artículo periodístico escrito por Gabriel Senanes para el Diario Clarín de Buenos Aires el 1 de agosto de 1999 con motivo de la difícil situación que enfrentó la Orquesta de Cámara Mayo al quebrar el Banco Mayo, su sponsor oficial)

Un camino sustentable y en equipo

En el contexto actual, a nivel cultural, es fundamental una política general que proponga objetivos y pautas orientadoras para los diversos actores e instituciones involucradas en el proceso de desarrollo artístico y cultural, promoviendo, generando, fortaleciendo e integrando las diversas interacciones individuales y colectivas de nuestra sociedad, y su historia. A partir de esto, se determinan Programas que darán sentido y estructura a dicha política mediante líneas estratégicas. Los programas establecerán una serie de acciones a ejecutar a través de un Plan, que contemple los objetivos propuestos tomando en cuenta su alcance e impacto. En definitiva, una perspectiva que nos permita, mediante un trabajo en conjunto y que trascienda los cambios y contextos, la sustentabilidad de dichos proyectos y políticas culturales.

“Los veinticinco años que van del cuarenta al sesenta y cinco deben ser considerados como fundamentales en la evolución musical de la ciudad. La mera enunciación de lo ocurrido bastaría para mostrar un desarrollo que si bien condice con el logrado por el balneario, no es corriente con lo que se refiere a lo artístico. El hecho más significativo para nosotros es el siguiente: un grupo de músicos populares, o por lo menos con actuación popular, muchos de ellos integrantes del intermedio musical de los cines de entonces, forma una orquesta al frente de la cual colocan a un pianista, Néstor Romano, que se transforma en su primer director. Luego vendrán los maestros Guillermo Scarabino, Washington Castro, Guillermo Becerra, Carlos Vieu, Jose M. Ulla, Susana Franchi, Pedro I. Calderon y hoy, Diego Lurbe. En 1945 empiezan los primeros ensayos. Tres años más tarde, octubre de 1948 se formaliza la creación y al año siguiente, 1949 debuta oficialmente con su primer concierto.

Ese mismo grupo, al poco tiempo, consigue el reconocimiento de las autoridades comunales y así nace el primer organismo musical más importante de Mar del Plata: la Orquesta Sinfónica Municipal.

Esta crónica periodística no hace más que confirmar algo que, por más evidente que sea, es importante tener presente. Y más aún en estos tiempos de espacios virtuales y desarrollo de la comunicación: el valor fundamental que significa el hecho artístico en la vida de una comunidad. En otras palabras, la trascendencia que cobra el nacimiento de una manifestación musical, sinfónica en éste caso, que nos introduce en el conocimiento musical y nos abre un abanico auditivo enriquecedor para el espíritu y el aprendizaje. Además toma mayor relevancia si tal hecho se multiplica para bien de la cultura de un país, como es el caso de la Orquesta Sinfónica Nacional y la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, ambas fundadas el mismo año que la nuestra.

Con una historia que se remonta a mediados de siglo, la Orquesta Sinfónica Municipal es hoy un baluarte de la identidad marplatense. Próxima a cumplir setenta años de vida, a lo largo del camino recorrido y a pesar de los varios cambios sufridos y las constantes renovaciones, por ella transitaron músicos y directores de prestigio nacional e internacional. Logro ganarse el afecto y la permanente concurrencia de un público, de perfil joven en estos últimos años, que entusiasta y cultor de la música madre supo reconocerle como “Patrimonio Cultural de la ciudad y Embajador del mensaje musical”.