CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Deportes 10 de diciembre de 2018

Un Napoleón sin Waterloo

Por Vito Amalfitano

@vitomundial

En el momento de la expulsión de Wilmar Barrios y con el partido 1 a 1 cualquier conocedor de fútbol más o menos avezado debió haber pensado que lo más conveniente para River, a partir de ese momento, era llegar a través del toque y la pelota al pie, profundizar el catálogo que había llevado a una dimensión superior en la factura del gol del empate de Lucas Pratto.

Claro, cualquier conocedor avezado sentado en un sillón o un palco y no con la carga de tensión de los jugadores, que ya venía de arrastre en un partido en el que literalmente afloró el miedo, y también el temple de algunos para saber superarlo con fútbol.

Ese es uno de esos momentos en que el equipo necesita sí o sí a su verdadero entrenador. Más si es un estratega como Gallardo. Mucho más aun si se trata de un hombre con su ascendencia en el plantel. El técnico es muy importante en la semana, en el armado del equipo y no sirve de mucho ser muy ampuloso o estar a los gritos durante todo un partido. Pero sí se necesita la palabra justa y el cambio adecuado en el momento indicado. O incluso alcanza con una seña, si el conductor tiene esa tamaña ascendencia.

Pues River no lo tuvo a Gallardo en ese momento. Quién sabe por qué tercera persona o método se comunicó con Matías Biscay, si es que realmente lo hizo. Pero los futbolistas no tuvieron esa seña de aquietar, de poner la pelota al pie, de empezar a aprovechar la ventaja numérica con el pase, multiplicar a un toque en lugar de dividir con centros o pelotazos.

Se notó en un par de jugadas inmediatamente posteriores a la roja para Barrios. Apuro en la resolución, remates desde afuera sin demasiado sentido aparente. Uno de quienes probaron así fue Juanfer Quintero. Pero su tercer disparo ya no fue una prueba. “Trabajé el control, busqué los espacios y decidí patear”, explicó después. Y la jugada da cuenta exactamente de esos gestos técnicos. El control primero y la pegada con dirección después. Sólo desprenderse del balón cuando se encuentra el resquicio. La entrada del colombiano, a los 12’ del segundo tiempo, por Leonardo Ponzio, no sólo denunció las mayores ambiciones de River, sino también y una vez más la capacidad estratégica de este cuerpo técnico para buscarle la vuelta a cada situación. Incluso a las más traumáticas, como la que presentó el primer tiempo de Boca, mezquino pero efectivo, en esa etapa, para sorprender en el cierre de espacios.

Pero esa ausencia de Gallardo para un gesto, una señal, una palabra justa, fue una de las tantas dificultades que se le presentaron a River en esta Superfinal. También 2 a 1 arriba y quizá con la cabeza perdida en lo que se podía lograr en minutos, el equipo dio algunas ventajas y Boca estuvo a punto de empatarle en inferioridad numérica. Quizá con todo el público a favor, en el Monumental, otra hubiera sido la reacción, insuflados los jugadores por el respaldo de su gente. Todo contrafáctico. Lo que no se puede negar es que River jugó dos finales contra Boca, ninguna de ellas de local, o una y media de visitante, si se puede decir de esa manera. Y que no tuvo a su entrenador, ni en la Bombonera, ni en el Bernabéu. Mucho se podrá discutir sobre la sanción al técnico, bastante más con esta insólita quita de localía para consumar un negocio después de que se comprobara que la falla del sábado 24 de noviembre fue del operativo de seguridad que no supo custodiar la entrada de un micro a la cancha. Con la repudiable participación de los violentos, claro. Pero la única verdad es la realidad. River fue muy visitante en la Bombonera, con el técnico sin siquiera poder estar en la cancha. Y jugó una gran primera media hora en la que dejó establecidas las abismales diferencias entre uno y otro equipo y fundamentalmente entre uno y otro entrenador. Y levantó allí, en el escenario más adverso, dos resultados parciales desfavorables. No pudo ser local en la revancha. Y volvió a levantarse de la derrota, aun sin el entrenador en el campo.

La conducción, la destreza y el desparpajo del “Pity”, la enfermiza búsqueda del hueco de Juanfer, la capacidad goleadora cuando más se lo necesitaba de Lucas Pratto y las enormes atajadas de Armani fueron factores determinantes para la página de más gloria en la historia de River. Pero por sobre todo estuvo el talento colectivo. River maniató a Boca tácticamente casi en cuatro partidos completos en el año, si se cuenta el suplementario, y con excepción del primer tiempo en el Bernabéu.

Napoleón, con talento militar, se sostuvo en las guerras napoleónicas contra las más poderosas potencias absolutistas en tiempos en que había que sostener la Revolución. Napoleón Gallardo ganó los torneos más importantes que su equipo jugó y así conquistó América y Europa con una capacidad estratégica superior.  Es un Napoleón sin Waterloo. 

Gallardo llegó a lo máximo. Contra todo y contra todos. Y el equipo le respondió a su influjo aun en su ausencia física. Si no recibe el llamado para la Selección, al menos después de la Copa América -ya que ahora se ratificó a Scaloni-, lo que quedará de manifiesto es la incapacidad estratégica de quienes conducen al fútbol argentino.



Lo más visto hoy