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Policiales 24 de marzo de 2024

Un retiro de surf que se transformó en horror: “Sentíamos que nos iban a violar en manada”

Una de las 19 mujeres que fueron asaltadas en una casa del barrio Antártida Argentina cuenta en primera persona el terror que sintió las dos horas que estuvo sometida por seis delincuentes armados. "Tuve un arma en la cabeza, nos decían que nos iban a limpiar y prendernos fuego".

Dos horas de horror. Así resume lo que vivió una de las 19 mujeres que había ido a un retiro de surf, cuando seis hombres armados las sorprendieron en una casa del barrio Antártida Argentina y las asaltaron, amenazaron de muerte, ataron y les robaron sus pertenencias. “Sentíamos que nos iban a violar en manada”, dice.

Este fin de semana, la policía detuvo a cuatro hombres y dos mujeres sospechados de ser integrantes de esa banda que asaltó la casa del barrio Antártida Argentina el pasado domingo 11 de febrero. Sin embargo, a casi un mes y medio de sucedido el hecho, una de las víctimas aún siente el temor en su cuerpo, en la piel, como si fuese algo físico que la acompaña todo el día, a dónde sea que vaya.

“Por momentos estoy desconectada de la situación, como si fuese lejano. Y por momentos vuelve todo como una avalancha y me cuesta respirar, hablar”, contó la mujer a LA CAPITAL, quien prefiere que su nombre no se haga público, por temor a los delincuentes que, durante el asalto, amenazaron con matarla, con tirarla a un fogón y prenderla fuego.

Ella fue parte de un grupo de mujeres que habían hecho un “surf trip” el fin de semana del domingo 11 de febrero, organizado por una reconocida instructora de ese deporte, quien había alquilado una casa en Calle 499 al 3300, había planeado una suerte de retiro: con clases de surf, meditación, yoga y charla entre mujeres, la mayoría turistas.

Ese domingo 11 de febrero, la jornada había empezado con clases de surf en la playa. Luego las mujeres tuvieron la tarde libre y a la noche comieron unas pizas, prendieron un fogón en el patio de la casa y charlaron, tocaron instrumentos y cantaron unas canciones.

En ese contexto, Ella era la única que estaba parada y fue la que vio una escena parecida de una película: seis hombres vestidos de negro, con las caras cubiertas, guantes y armas aparecieron en el patio desde diferentes puntos. No pudo reaccionar, se paralizó y el horror ocupó todo en la casa de Calle 499 al 3300.

“Lo siguiente que recuerdo es que tenía un hombre agarrándome del pelo, me sacó el celular y me apuntó con el arma en la cabeza. Sentí el frío del metal del arma, es algo que no puedo dejar de sentir”, contó.

Mientras algunas, como Ella, se paralizaron por el miedo, la instructora de surf enfrentó a los asaltantes. Pero de nada valieron los gritos. Los delincuentes estaban armados, actuaron de forma organizada: tiraron a las mujeres al suelo, les hundieron las cabezas en la tierra, las pisotearon y les exigieron dinero.

“Éramos 19 mujeres y nos sentíamos expuestas, vulnerables. Nos pedían todo el tiempo ‘la guita’, pero les explicábamos que no teníamos, que era un retiro de surf. Y entonces el terror de que nos hicieran algo: sentíamos que nos iban a violar en manada”, explicó con miedo aún en su voz.

La víctima tiene recuerdos como flashes que se le aparecen. Recuerda que empezó a llover, las gotas contra la piel, la cara contra el césped y ver a sus compañeras tan asustadas como ella, descompuestas, con ataques de pánico.
“Yo solo pensaba: ¿cuándo se termina, por favor? Y no se terminaba más, el tiempo en ese momento era eterno”, expresó.

Los asaltantes las amenazaron con matarlas, con tirarlas al fogón y prenderlas fuego. Les decían: “Las vamos a limpiar”. “Cuando descubrieron que realmente no había plata todas pensamos lo mismo: nos van a violar”, dijo la víctima y agregó: “Es que no había nada, nadie. No había vecinos y todas, en el terror, interpretamos lo mismo: que nos iban a violar en manada”.

Luego los asaltantes las empezaron a llevar una a una adentro de la casa para atarlas. Usaron cables de cargadores de celulares y pedazos de ropa para inmovilizarlas y otras prendas de vestir para taparles la cara, para “encapucharlas”. El miedo, que ya era insoportable en todas, creció aún más.

Así pasaron dos horas, atadas, atemorizadas, amenazadas por hombres armados. Cuando finalmente vieron que no había dinero, los delincuentes decidieron robar una camioneta. “Llego a ver que tiene alarma, vuelvo y las mato”, expresó uno de los hombres.

Al irse, quien parecía ser el líder de los asaltantes les explicó que una de la mujeres estaba atada “más floja” y que podría luego desatar a las demás. Además, les aseguró que los documentos y los celulares estaban en diferentes partes de la casa o tirados en el campo del vecino. Los ladrones no querían ser rastreados por ningún GPS o tecnología similar.

Si bien sintieron unos minutos de alivio, el horror abrió nuevamente la puerta de la casa. Uno de los delincuentes ingresó de golpe y, con un sadismo absoluto dijo: “Esperen un poco para llamar a la policía. Tengan un buen año”.

“Fue horror, secuestro, reducción, armas de fuego en la cabeza, amenazas de muerte permanente, violencia. Lo hicieron todo organizado, sabían lo que hacían. Eran una banda con definición de roles”, consideró Ella y agregó: “El pánico queda guardado en las capas del cuerpo, en la piel, en la psiquis. Es horrible encima escuchar que de algunos sectores nos culpan, como preguntando ¿qué hacían ahí mujeres solas?”.

Ella dijo que aún hoy sigue “asustadísima”. Que el miedo se le reactiva a diario por las noticias de robos, de delincuentes que entran a edificios en la madrugada a pesar de estar en el centro, de haber cámaras. El terror no la deja dormir, no la deja vivir como antes.

“Estoy realmente con miedo. Yo me siento muy vulnerable. Lo material en el robo termina siendo lo mínimo, pero esas dos horas de violencia, en las que estuvimos secuestradas y en riesgo, no terminan más”, concluyó una de las víctimas del violento asalto al grupo de mujeres que habían hecho un retiro de surf en la zona sur de la ciudad y que se transformó en dos horas de horror que parecen no terminar.



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