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La Ciudad 19 de marzo de 2018

Un trabajo en equipo recuperó los nombres de los caídos en Malvinas

Desde Mar del Plata, con la fundación No me Olvides, un ex combatiente activó la identificación de los soldados sepultados en las islas como "Soldado argentino sólo conocido por Dios". Ya se recuperaron 90 de los 121.

por Natalia Prieto
[email protected]

Después de la guerra de Malvinas, el ex combatiente Julio Aro visitó por primera vez las islas en 2008 y a partir de esa expedición se encomendó como objetivo poder identificar a los argentinos enterrados allí bajo la denominación “soldado argentino sólo conocido por Dios”. Así fue que emprendió un trabajo compartido con la Cruz Roja Internacional y ex combatientes ingleses y acompañado por periodistas y familiares de los fallecidos.
Diez años más tarde, 90 de los 121 placas del cementerio de Darwin están siendo reemplazadas por otras con los nombres de los caídos argentinos.

Como consecuencia de esa labor, la semana pasada Aro fue distinguido en Londres con “Dos Rosas por la Paz”, una artesanía colectiva realizada por el reconocido orfebre Juan Carlos Pallarols y confeccionada con material bélico proveniente de la Guerra de Malvinas, que le fue entregada por la madre de uno de esos soldados identificados, Dalal Massad.

“No fue algo buscado -contó Aro en diálogo con LA CAPITAl, ya de regreso en Mar del Plata-. El mejor premio es ese abrazo de esa mamá, de ese papá, que a veces te dice esa palabra, ´gracias porque se dónde está mi hijo, gracias por lo que hiciste´”.

En la oportunidad también fueron distinguidos Gabriela Cociffi (directora editorial de Infobae), el coronel Geoffrey Cardozo (encargado de dar sepultura a los soldados argentinos en el cementerio Darwin, en la isla Soledad) y Roger Waters (músico y ex integrante de Pink Floyd).

Etapas

Así las cosas, el próximo 26 saldrá un charter desde Ezeiza con destino a Malvinas para “ir al cementerio y volver en el día, con familiares de esos soldados identificados. En general se trata de gente muy grande que no puede soportar tanto viaje, también sabemos que no es lo ideal, pero es lo que hay”, contó Julio Aro y agradeció a Eduardo Eurnekian de Aeropuerto Argentina 2000 “por la financiación del viaje”.

Esta será la primera vez que pise el cementerio de ese suelo rocoso y pueda observar los nombres de los soldados en las lápidas en lugar de la anterior con la nefasta leyenda.

“Gracias a Dios los marplatenses que quedaron allá fueron todos identificados”, dijo y evocó el por qué de la fundación No me Olvides.

“Cuando volví de mi primer viaje a las islas -contó-, en abril de 2008, surgió la propuesta de la periodista María Laura Avignolo, que me preguntó si quería conocer a gente que había combatido conmigo, porque había un proyecto de identidad compartida de juntar a un madre inglesa y a otra argentina con sus hijos caídos y preguntarles quién había ganado la guerra, algo en que las dos coincidieron al responder que ninguna”.

Así fue que viajó a Londres, para concretar la propuesta, pero con una carga emotiva extra: “Mi hermano había fallecido tres días antes, pero sabíamos dónde estaba enterrado, mi mamá tenía donde dejarle una flor. Entonces me dije que había que hacer algo, porque abajo de cada cruz hay un cuerpo”.

Resultados

Ese dolor lo impulsó, lo puso en movimiento, después de hablar con su madre, a quien le explicó que “me dolía mucho la situación. Le conté que podría estar en ese lugar porque tampoco tenía la chapita identificatoria con mi nombre y ella me dijo que no hubiese parado un segundo hasta encontrarme”.

Julio Aro - Ex combatiente
Sin dudarlo, Julio junto a padres de soldados caídos en las islas armó la fundación “No me Olvides” y contó que “me puse en el lugar de esa mamá. Se que jamás vamos a poder reemplazar al hijo que perdió pero le podemos decir ´me tenés acá, me pongo a disposición´. Hoy entiendo lo que es perder a un hermano, es difícil, pero no quiero entender en mi vida lo que es perder a un hijo”.
El trabajo fue teniendo sus recompensas, como la última distinción “Dos Rosas por la Paz”, oportunidad en la que conoció al ex Pink Floyd Roger Waters. “Me gustaba como músico -confesó-, pero ahora me gusta mucho más como persona, se lo dije públicamente, y que lo admiraba. No conocí al artista, sino al ser humano”.

Causas

Es que el músico se comprometió con la causa de identificar a los NN enterrados en Malvinas y en una de las presentaciones que hizo en el país, le entregó una carta a la entonces presidente Cristina Fernández de Kirchner apoyando el proyecto y tratando de activarlo.
“El tiene a su padre y a su abuelo muertos en la Primera y Segunda Guerra Mundial -contó Aro-, entiende de qué se trata, es antibelicista. Se involucró, mandaba e-mails, preguntaba qué podía hacer. Es genial lo que hizo”.
Después de tanto dolor, a Julio le llegó el consuelo ¿Una especie de resarcimiento? “Mi energía -dijo- es el abrazo de esa mamá, de ese papá, que te digan ´gracias porque ahora sé dónde está mi hijo. Lo haríamos un millón de veces más con tal de devolverles la identidad a nuestros compañeros, con tal de ir al cementerio y encontrarlos, de saber dónde están”.
“Eso me hace feliz -añadió-, haber podido devolverles la identidad, porque no por morir tienen que perder su nombre. Me hace sentir que le estoy poniendo la última patita a la z de paz, voy a sentir mucha paz interior. Significa que terminamos una etapa y arrancamos otra”.
En esa segunda etapa tratarán de identificar a los restantes soldados que quedan sin identificar en Malvinas.

Las piedras que regresarán a las islas

El integrante del Comité Internacional de la Cruz Roja Internacional, Morris Tidball-Binz, fue el encargado de las exhumaciones en el cementerio de Darwin de los cuerpos de los argentinos y también fue premiado junto a Julio Aro.

Piedras - Malvinas

“Después que le entregaron la rosa -contó el argentino- me dijo que tenía un trabajo para mí. El en cada exhumación sacaba una piedrita y las ponía en una bolsa. Se llevó 121 piedras y explicaba que cada una de ellas la tenía en el zapato cada familia, que durante 35 años tuvo que caminar con ella, que los incomodaba, les dolía, les molestaba. A la hora de identificar a los NN se sacaron esa piedra y pueden caminar más libres, más sanos”.
De Londres, Aro se trajo la bolsita con 90 piedras que serán devueltas a las islas en el próximo viaje. Ese es el trabajo que le encargó el inglés.

Un proyecto educativo para secundarios

La fundación “No me Olvides” trabaja en un proyecto educativo para llevar a chicos en edad escolar a Malvinas denominado “Mis huellas en Malvinas”, cuyo objetivo es que los alumnos de los últimos años del nivel secundario problematicen, comprendan y analicen con juicio crítico los valores que surgen de la “malvinización” y de la “Causa Malvinas”.
“Ya llevamos a alumnos del colegio Del Libertador y de Roque Pérez, queremos hacerlo con los alumnos de la escuela pública”, contó Aro y explicó que “todo el que pisa Malvinas vuelve distinto”.
A pesar de que esos chicos ni habían nacido cuando se desató el conflicto bélico, reseñó que “a todos los chicos que fueron les costó más de media hora entrar al cementerio, se ponían en el lugar de los soldados, decían que había que pedirles disculpas y se preguntaban por qué las placas decían “soldado conocido solo por Dios” cuando los conocían sus papas, sus hermanos, sus novias. Quiero volver a las islas para no ver nunca más esa placa”.
“Los chicos -añadió- comprendieron lo que pasó cuando vieron los agujeros de las bombas, sintiendo el frío y el viento, modificaron su estructura de conciencia y de valores, viendo la ropa, las zapatillas Flecha”.
Así, resumió que “ellos llegaron a entender que las guerras no son buenas, ni santas ni justas. Son hechos lamentables que enlutan a los pueblos, las hacen los Estados y va el pueblo. El ser humano tiene que usar otra arma, que no es la bomba, sino la lengua, el diálogo, aunque no piensen igual”.

Viajes

Julio Aro visitó las islas Malvinas siete veces después de la guerra, desde 2008, pero aseguró que la sensación al pisar esa tierra “nunca se repite”.
“En el primer viaje fui a buscar al Julio que había quedado en el ’82 -relató-, no lo pude traer. Cada vez que voy traigo un pedacito, viene algo más, voy armando ese rompecabezas de a poquito. Cada viaje es distinto. El anteúltimo lo hice con una de mis hijas, para que entienda todo el tiempo que le robe a la familia, de estar con ellas, para dedicarme a esto (su labor en la fundación No me Olvides). Me gusta, soy un apasionado, nos abrazamos en el cementerio de Darwin y nos dijimos muchas cosas”.



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