La Ciudad

Una cápsula del tiempo oculta en el Monumento a San Martín

Tiene más de 60 años y fue colocada durante la dirección municipal del coronel Teodolindo García.

El pedestal del monumento al General San Martín esconde desde hace casi 62 años una insospechada “cápsula del tiempo”. Y como los tiempos de nuestro país siempre han sido agitados, controversiales y plagados de olvidos, esa cápsula sufrió idéntico destino.

En marzo de 1944, Teodolindo García era coronel y regía los destinos municipales con el cargo de comisionado. Fue en su despacho, con el impulso de una comisión de vecinos notables, donde se decidió la construcción de un monumento a San Martín en Luro y Mitre. La obra debía ser de tal magnitud que pudiera verse desde la estación de trenes.

La piedra fundamental fue colocada el 8 de abril de 1944 en una pomposa ceremonia a la que asistieron unos “20 mil marplatenses”, según crónicas de la época.

El general Edelmiro Farrell, que ejercía la presidencia de la Nación, no fue de la partida, pero envió a un ascendente coronel que estaba a cargo de la secretaría de Trabajo y Previsión y del Ministerio de Guerra.

Aquella tarde -dato perdido en la historia- Juan Domingo Perón inauguró su romance con los balcones al hablarle a la multitud desde el de la Municipalidad. Y a la noche, al ser agasajado en el aristocrático Bristol Hotel, auguró una Mar del Plata “no para satisfacción de unos pocos, sino para provecho de grandes y de humildes”.

La piedra fundamental dormía ya en su lecho subterráneo y allí pasaría una década. Se trataba, en realidad, de un cofre de plomo que fue colocado en una fosa, bajo una tapa de concreto, en el sitio donde hoy se encuentra el monumento. Contenía un acta firmada por Perón y por Linares.

El asunto cayó luego en el olvido hasta que en 1954 el periodista Josué Quesada publicó en la revista “El Hogar” un artículo sobre aquella obra inconclusa. Al leerlo, el comerciante y filántropo español José Roger Balet decidió donar un millón de pesos, suma que reactivó el proyecto.

Luis Perlotti, el escultor que ganó el concurso, se comunicó en enero de 1955 con Alfonso Janeiro, un viejo amigo domiciliado en Mar del Plata, para que construyera el pedestal.

Fue así como aquella olvidada tapa de hormigón fue descubierta y levantada, a lo que siguió el rescate de un cofre de plomo que estaba sumergido en agua.

El intendente peronista José Antonio Cavallo, al recibirlo sorpresivamente en su despacho, reunió a sus colaboradores, pronunció un improvisado discurso y ordenó construir una vitrina para resguardarlo.

La construcción del monumento demoró pocos meses, pero nuestra historia fue más veloz. Cuando llegó el momento de restituir la piedra fundamental, Perón ya había sido derrocado. En la intendencia asumió el comisionado municipal Celso Aldao, quien abrió el cofre e -incumpliendo la normativa de destruir toda iconografía peronista- hizo colgar el acta en un cordel para quitarle la humedad acumulada en una década de entierro. Luego la restituyó a la cápsula junto algunos diarios, monedas y un acta con la firma de las nuevas autoridades.

El monumento fue inaugurado el 25 de febrero de 1956 y pocos saben que dentro de su pedestal de piedra, en un sitio secreto, a 1.70 de altura, se encuentra la cápsula que atravesó tantos tiempos.

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