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Arte y Espectáculos 6 de diciembre de 2023

Una larga ceremonia de música despidió al pianista Luis Reales

El velatorio del artista y ex funcionario municipal -realizado este miércoles en una sala céntrica- fue una alegre ceremonia en la que afloró el tango, el candombe y el encuentro. Reales falleció este martes a los 63 años. Fue su deseo que lo despidieran sin dramatismo.

Un momento del clima que se vivió en el velatorio del músico.

 

 

Entre candombes y tambores, tangos y música de Piazzolla, mates, palmas, café y vino tinto en vasitos de plástico, un numeroso grupo de amigos, amigas y familiares despidieron este miércoles a Luis Reales, el artista, pianista, compositor, ex funcionario municipal y docente que falleció este martes en Mar del Plata, a los 63 años.

Una fiesta, una celebración de lo vivido, un motivo para el encuentro o la despedida más alegre que se pueda imaginar, así fue el velatorio de este querido músico. Hasta un perro simpático escuchó las canciones y los ritmos movedizos que salieron de una fila de cuatro tambores.

 

 

 

Un teclado, un bandoneón, una guitarra, un contrabajo y un micrófono se instalaron en la sala de recepción de la casa velatoria de Yrigoyen y Moreno. Y pasadas las 15 se armó el jolgorio que, incluso, se anunció durante la mañana con un video a modo de invitación.

Por ese improvisado escenario fueron desfilando quienes quisieron cumplir con el último pedido de Reales: nada de drama, mucho de música y a brindar por la vida en una atmósfera descontracturada.


Tambores en la sala céntrica.

Tambores en la sala céntrica.


Algunos de los que tocaron fueron Pedro Carignan, Lucas Turquié, Leo Cubiella, Nina Rizzo y Santiago Muñiz, ambos en voces, Jaime Angelico, Rocío Toledo, Santi Carbone, Anto Martínez, entre muchos otros integrantes de La Círcula, una orquesta de tambores que lo tuvo entre sus filas.

Quienes no cantaron siguieron de cerca el ritual con palmas y algún que otro pasito de baile. Cada tanto, los abrazos largos recordaban que éso también era un velorio, aunque rápidamente los ojos llorosos de quienes lo conocieron y trabaron amistad se iban desdibujando.

“Luis no quería dramatizar”, coincidieron muchos de los asistentes. “Quería celebrar la vida, no solo en este momento, siempre, celebrar, ayudar, divertirse, tocar, sentir el tango, relacionarse con gente que estaba en lo mismo, siempre iba para adelante con ideas musicales y poéticas”, dijo su hermana Ana Lía. “Estamos enteros porque se lo prometimos, no es por indiferencia“, agregó.

Nacido en 1960 en Parque Luro, Luis era tan “carismático” como sociable, lo definió su amigo Ricardo Arriagada. Prueba de ello fue la gran concurrencia durante la tarde de lluvia gris fría tan marplatense.


El cartel de fileteado porteño que nombra al grupo de amigos y amigas: "La Reales. Bar de refugiados".

El cartel de fileteado porteño que nombra al grupo de amigos y amigas: “La Reales. Bar de refugiados”.


“Era un pianista que se interesó por los géneros populares. Estudió con el Cuchi Leguizamón y Manolo Juárez acerca del folklore pero finalmente se definió por el tango, tocando piano siempre, también cantaba pero no era su principal vocación”, recordó su amigo los inicios de su carrera. Y también actualizó una de las formaciones más conocidas que integró: Hombres de Tango en la década del ’90.

Su amiga, la actriz Ana Juárez, contó cómo surgió “La Reales, bar de refugiados”, un colectivo de artistas cuyo cartel escrito con estilo fileteado porteño protegió la sala.

“Luis tuvo que suspender una fecha por su estado de salud -contó-. Entonces decidimos (sus amigas y amigos) hacernos cargo de esa fecha, para que con la plata que se recaudara solventar gastos y medicamentos, aunque siempre tuvo un gran apoyo de la familia”.

Así se armó el grupo que ya hizo dos festivales y piensa celebrar cada año su cumpleaños en octubre.
Para Juárez, Reales fue “un faro en la cultura marplatense”. Y explicó: “Nos daba una sola consigna: amor y diversión. Aportó mucho cuando fue director del Colón y cuando fue secretario de Cultura. Siempre estuvo ahí, fue un tipo de una militancia muy fuerte”.

Un texto escrito por un amigo, que leyó su hijo Francisco, hizo reír a las personas reunidas y se llevó aplausos. Una frase dicha por uno de los cantantes expuso con sencillez que “uno deja de vivir cuando olvidamos”, mientras muchos sonreían y decían que sí, que “así tienen que ser todos los velorios” del mundo.


También un perro asistió al encuentro.

Un perro entre los presentes.



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