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Opinión 27 de febrero de 2020

Una piedra contra los dientes (La muerte de Braian Toledo)

por Nino Ramella

La noticia de la muerte de Braian Toledo es, por su historia de vida, un sacudón desgarrador para todos. De las carencias más básicas hasta llegar a ser una estrella del atletismo mundial el camino no es precisamente cómodo ni fácil de transitar por más voluntad y convicciones que se tengan.

Por estas horas las crónicas de diversos medios y en las redes sociales dan cuenta de la extrema pobreza en la que creció y el anecdotario se puebla de datos: dormía en un colchón en el piso, comía salteado, entrenaba con zapatillas prestadas, que dejó de jugar fútbol siendo muy bueno porque no podía pagar el colectivo desde su casa al club  y un largo etcétera.

Nacido en un hogar paupérrimo de Marcos Paz el deporte -al que llegó luchando contra los elementos-, le dio además de recursos materiales la oportunidad de fortalecer su autoestima a partir de la admiración que sus destrezas generaban. El esfuerzo valió la pena. Lo uno por lo otro.

Un hecho, dos interpretaciones

Esa historia de superación es conmovedora. Nos llega a todos sin indiferencia posible. Las miradas opuestas comienzan cuando interpretamos las lecciones que los sucesos imprimen en nuestra mente y corazón.

Unos ponen el acento en la idea de que los logros dependen de nuestro esfuerzo. Otros observan la inequidad de un sistema que deja fuera de combate a miles de potenciales Braian Toledo.

Unos encuentran en la idea de la meritocracia el justificativo moral de la desigualdad. El que quiere puede. Otros hacen pie en el imperativo moral que obliga a una sociedad a brindar las mismas oportunidades para todos. No son diferencias sutiles. Son polos opuestos. Miradas antagónicas.

El infortunado atleta cuya muerte hoy lloramos se llamaba Braian, nombre convertido en símbolo de la denostación clasista. Una y otra vez en las redes sociales leemos ese nombre invocado por quienes desde el altar de la decencia juzgan improcedente tender la mano a los vulnerados. Eso cuando no convierten a El Brian en un peligroso delincuente del que no hay que fiarse.

La madre de Braian Toledo llegó de Formosa con 14 años para conchabarse como empleada doméstica. Fue madre de tres hijos que crió sola.  Alguna vez resultó beneficiada con un Plan Trabajar. No alcanza, pero antes no teníamos nada, dijo en su momento la mujer. Hay que terminar con esos planes que mantienen vagos para que El Braian viva sin laburar. Quien no haya oído esa frase vive en Finlandia o en un tupper.

Escondiendo la inequidad

En los últimos tiempos no es infrecuente leer o ver en medios masivos ejemplos de superación que nos emocionan. Un chico en Jujuy camina todos los días 20 kilómetros descalzo campo traviesa para ir a la escuela. Una abuela de 90 años sigue tejiendo bufandas que vende luego en la plaza de su pueblo.

Qué maravilla. ¿Vieron que si se quiere todo se logra? El esfuerzo rinde sus frutos. Es fácil esperar que todo venga de arriba. La vida se gana con trabajo y dedicación.

La romantización de la pobreza no es una emoción equivocada. Es la estrategia que algunos maquinadores de la elite dominante conciben para terminar con los gestos solidarios cuyos costos no quieren aportar por mínimos que sean. Muchos se prenden de ese discurso más inocentemente, víctimas de la verdad deseada.

Los medios por los que esas noticias se difunden corren el eje de la noticia. Ensalzan la posibilidad de eludir la realidad por parte de quien se lo propone y callan el escándalo de que un chico no tenga zapatillas para ir a la escuela o que una anciana deba seguir trabajando para comer.

El premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, en su libro El Precio de la Desigualdad señaló que el 90% de los que nacen pobres mueren pobres por más esfuerzo o mérito que hagan, mientras que el 90% de los que nacen ricos mueren ricos, independientemente de que hagan o no mérito para ello. Parece que el sistema no les falla.

La paradoja habitual

Una gran cantidad de los que enjundiosamente plantean el despropósito de seguir ayudando a los sectores vulnerados porque la vida se gana trabajando y no recibiendo dádivas no han trabajado en su vida y muchos de ellos inclusive están jubilados. La hipocresía parece gobernar hasta las mentes más esclarecidas.

Algún medio de nuestro país, mentado por ser el diario que más se vende, tituló una nota hablando de la muerte de Braian Toledo aludiendo a un spot publicitario en el que el atleta apoyaba determinada candidatura en 2011. ¿Para qué destacar eso? Cada cual que saque sus conclusiones. Pero no es la inocente mención de una crónica periodística.

La lección que nos deja Braian

Braian lo rescató el deporte de ese castigo que es la pobreza. Fue un dotado por poder superar la tragedia de su realidad. Pero no todos tenemos ni esa garra ni esas destrezas que la naturaleza nos regala o nos escamotea.

DeportesCulturaEducación, infraestructura, oportunidades laborales y un Estado atento a las políticas públicas que pongan a todos en la misma línea de partida deberían ser herramientas prioritarias a la hora de pensar en cómo terminar con el escándalo de la desigualdad.

Mi admiración por lo que Braian Toledo logró hacer es tan grande como mi rechazo a la naturalización de las circunstancias por las que tuvo que atravesar. Hay muchos Braian que merecen una respuesta.



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