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Opinión 22 de abril de 2016

Una polarización peligrosa para el oficialismo

por Walter Schmidt

Si el plan de Cristina Kirchner en 2015 fue jugar a perder las elecciones presidenciales para convertirse en la jefa de la oposición, entonces funcionó en los últimos días, aunque más no sea por un tiempo, ya que la ex mandataria logró ubicarse en el centro del escenario frente al presidente Mauricio Macri.

Los tiempos invierten las fórmulas. A Néstor Kirchner le encantaba polarizar con Macri, para verse mejor.

Obviamente aquella estrategia que culminó con la derrota de Daniel Scioli tras el tibio apoyo que recibió de Cristina Kirchner y de La Campera en la campaña previa a las PASO y la primera vuelta, contaba con que el kirchnerismo venciera con Aníbal Fernández en la provincia de Buenos Aires y que el macrismo quedará envuelto en una crisis terminal en los primeros tres meses de gobierno. Errores colaterales.

La maniobra urdida por Cristina, de la que se hizo eco buena parte del periodismo político y que hoy lo comprueba, tenía en uno de sus vértices la idea que Macri pagara los costos del ordenamiento de una economía descontrolada que dejó el gobierno anterior.

Desde la oposición podrán argumentar por estas horas que erróneamente Macri convirtió la necesidad de ordenar la economía en un mega ajuste en el que la ciudadanía sufrió en unos meses que se disparen los precios de la canasta básica, los transportes y los servicios públicos, acompañados por despidos en el sector público y privado, una importante baja del consumo y duras negociaciones paritarias que atentan contra el poder adquisitivo.

En la Casa Rosada argumentan que les sirve el protagonismo de Cristina Fernández desde el acto en Comodoro Py, porque “es el mejor rival para Macri, es el pasado, es lo que la gente rechazó con su voto”. Obviamente la interpretación oficialista cierra si el prometido y esperado crecimiento de la economía se concreta en el segundo semestre. De lo contrario, cualquier enfrentamiento político será negativo para el macrismo.

El protagonismo de la ex mandataria, más allá de su raid judicial y posible procesamiento en alguna de las causas que la tienen como blanco, se da también por la inoperancia del resto de la oposición y del mismo Peronismo.

Si bien en un principio con la conformación de la lista José Luis Gioja-Daniel Scioli el PJ se había sacado de encima a La Cámpora, logrando una lista de unidad que la Cámara Electoral convalidará o no en las próximas horas, la convocatoria de Cristina Kirchner de construir un “Frente Ciudadano” que exceda a los partidos resultó ser un cimbronazo para la renovación peronista.

Apresurado, Scioli salió a señalar que con el PJ solo no alcanza para ganarle a Cambiemos en las legislativas del año próximo. Ergo, Scioli profesó su cristinismo, avalando la ex mandataria como conductora del nuevo frente.

Ni Gioja, ni Juan Manuel Urtubey ni el resto de los gobernadores peronistas parecen tener respuestas a la ofensiva K.

Por el momento, el PJ nacional parece haber alcanzado cierta autonomía. Pero si el partido, así como ocurrió con el Frente para la Victoria, pasa a ser un elemento más de ese frente, pronto varios gobernadores y dirigentes peronistas podrían migrar del partido para armar nuevos espacios políticos.

El propio Sergio Massa ha desaparecido de escena, mientras intenta virar hacia la centroizquierda, cooptando a Margarita Stolbizer o a dirigentes porteños como Julio Raffo, lo que además le provoca algunos dolores de cabeza interno con los peronistas que integran el Frente Renovador.

A Massa también le cuesta ser demasiado opositor, porque prácticamente co-gobierna en la provincia de Buenos Aires junto a María Eugenia Vidal y, además, vota muchas veces en sintonía con Cambiemos en la Cámara de Diputados.

Planteado así, el sueño macrista de ir a las elecciones legislativas del 2017 con un peronismo dividido, amaga tomar forma. Aunque la suerte de Cambiemos, en realidad, está atada a la evolución o involución de la Economía.

DyN.



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