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Opinión 14 de octubre de 2019

Una voz que se sigue extrañando

por Nino Ramella

Ganaste, haré temporada en el Notariado. La voz inconfundible de Chemari se dejaba oir claramente en el teléfono. Sería la última vez que la escucharía en tiempo real. Una semana después, más precisamente el 16 de octubre de hace hoy exactamente 35 años, José María Vilches (49) moría en aquel accidente en Las Flores donde también resultó herido Willy Wullich en cuya compañía viajaba haciendo gira con Donde madura el limonero, su último espectáculo.

Al terminar la temporada anterior algunos amigos hicimos lo posible para que Chemari cambiara de sala. Había dado vueltas y vueltas y no se decidía. No eran cuestiones técnicas ni mucho menos económicas lo que lo hacían dudar. El Teatro Diagonal, a pocos metros de la sala del Notariado, había sido la sala en la que, esta vez como productora, China Zorrilla había tenido un gran fracaso con Arlequino, servidor de dos patrones, de Goldoni. Vilches no era ajeno a la proverbial superstición que se les asigna a los actores.

La temporada 83/84 fue su rotunda consagración en Mar del Plata. Había ganado varios rubros del premio Estrella de Mar y el Premio de la Secretaría de Educación y Cultura que se entregó por primera vez en febrero de 1984, durante la gestión como secretario de Elio Aprile. Recuerdo haberle ayudado a cargar esas estatuillas en su coche. Las radios promocionaban los últimos días de su espectáculo diciendo…se va una estrella de mar, lo que a Chemari le hacía muchísima gracia. Sus códigos para el humor serían exclusivo motivo para otra nota. Por semejante éxito nosotros lo empujábamos a trabajar en una sala más grande.

Vilches había llegado a la Argentina en 1962 para actuar en la puesta de Yerma que hizo Margarita Xirgu en el Teatro Odeón de Buenos Aires. Su compromiso era para una sola temporada. No se fue más.

Pero fue El Bululú -que estrenó en 1974- la obra con la que se recuerda más a José María Vilches, pues esa pieza se convirtió en leyenda. Llegó a hacer 4.500 funciones y recorrer –como esos artistas trashumantes que evocaba- más de 40 mil kilómetros visitando pueblos y ciudades.

Luego vino A las mil maravillas y más tarde Donde madura el limonero. Con esas tres obras Vilches se consagró como un actor de de enorme prestigio que también alcanzó gran popularidad si tenemos en cuenta que el género que transitaba no es precisamente de convocatoria masiva.

Al momento de enterarnos de su muerte el intendente Ángel Roig se comunicó con su par de Las Flores para interiorizarse de lo ocurrido y solicitar la mayor ayuda posible para quienes habían quedado heridos: Willy y Ángelo, el asistente de producción. Que el premio de la Secretaría llevara el nombre de José María Vilches fue algo de lo que nadie dudó un instante.

Se otorgó el primer Premio José María Vilches a Muerte accidental de un anarquista que protagonizaba Patricio Contreras. Aquella entrega fue sublime, mágica. El difícil tono que había que encontrar entre la tristeza por la pérdida y la alegría de un premio lo lograron evocaciones impecables de sus amigos y colegas. Recuerdo muy particularmente lo que escribió Enrique Pezzoni y lo que leyó Norma Aleandro.

Nuestra ciudad recuerda generosamente a José María Vilches. No es un reconocimiento gratuito. Es cierto que fue muy feliz en Mar del Plata pero él dio a esta ciudad páginas inolvidables de lo que podríamos llamar el mejor teatro. Acaso puedan también los concejales pensar en que algún espacio público o tal vez una calle honre aquella entrega.

Termino estas líneas fusilado de melancolía por la evocación de aquella inconfundible voz…y ese acento del inolvidable amigo…y lo que más de una vez le escuché decir: no le tengo miedo a la sala vacía. Me importa tener éxito frente a mí mismo, no traicionarme, actuar para diez personas con las que puedo tener algo en común.