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La Ciudad 29 de febrero de 2016

Unirán las islas Malvinas a nado para darle nombre a 123 soldados caídos

Los marplatenses Adrián Echavarría, Diego Picardo, Martín Sánchez y Guido Ganim practican natación amateur * No tienen vínculos con la guerra * Volarán al archipiélago el próximo 12 de marzo y sus vidas jamás volverán ser iguales * "No vamos a reclamar soberanía, identificar a los ex combatientes 'sólo conocidos por Dios' es un tema humanitario", sostienen.

Por Bruno Verdenelli
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Tildarlos de hombres grises tal vez podría constituir un exceso. Pero de seguro que Adrián Echavarría, Diego Picardo, Martín Sánchez y Guido Ganim jamás volverán a ser los empleados o profesionales o padres corrientes que fueron hasta el día en que el objetivo de unir a nado las islas Malvinas, por el estrecho de San Carlos, comenzó a prevalecer sobre el resto de los objetivos de sus vidas.
Nada los vincula, por fuera de ser argentinos, con el conflicto de la soberanía. No tienen familiares ni amigos relacionados con la guerra. Ni siquiera la recuerdan bien, porque eran muy pequeños en 1982. Por el contrario, los cuatro nadadores aficionados sienten un compromiso ineludible con el “Proyecto ADN”, que lleva adelante el ex combatiente Julio Aro, con el fin de identificar a los 123 soldados argentinos “sólo conocidos por Dios”.
La meta que persigue la estricta y sola concientización humanitaria, a través del logro de una eventual repercusión internacional, comenzó a apropiarse de los pensamientos de los marplatenses un año atrás. Ahora, luego de largos meses de exigente entrenamiento en el mar y en la pileta, están a punto de materializarlo: el próximo 12 de marzo aterrizarán en Puerto Argentino para llevar a cabo su sueño.
“Somos un grupo de amigos que empezamos a nadar hace dos o tres años, y en esa amistad conocimos la historia de Julio Aro, de la Fundación No Me Olvides”, cuentan a LA CAPITAL en la previa del viaje. El documental “Héroe corriente” caló hondo en la conciencia de estos hombres, cuyas edades oscilan entre los 34 y los 41 años.
La escena en la que una de las madres de los soldados NN camina en el cementerio de Darwin hasta que escoge una tumba al azar, sobre la que deposita las flores convencida de que allí abajo descansan los restos de su hijo, no sólo les provocó una lógica conmoción. Los cambió. Causó en los nadadores amateurs una sensación de deuda imposible de ignorar.
Y es ese compromiso el que quieren difundir. El que procuran contagiar. “No vamos a reclamar soberanía, vamos a pedir que haya diálogo entre los gobiernos para que 123 soldados muertos dejen de ser sólo conocidos por Dios”, explican. Y agregan: “No es un eslogan, es una realidad”.
Para los marplatenses, que nunca estuvieron en Malvinas, es imperioso que los ingleses, los nativos de las islas e incluso los argentinos comprendan la existencia de una necesidad irrefutable: identificar a los caídos. “Si entienden que éste es un tema humanitario, creemos que no va a haber ningún tipo de problemas”, afirman tras ser consultados por el trato que esperan de parte de los 1.600 habitantes del archipiélago.

Duro entrenamiento

Hace dos o tres años que nadan. Pero solamente por gusto y práctica de un deporte. Eso, claro, no alcanza para lograr semejante proeza: unir las islas a través de las aguas heladas representa cruzar 6 kilómetros, lo que les podría demandar hasta cuatro horas.
“Cuando conocimos el proyecto de Julio Aro nos pareció importantísimo. Es una deuda que tenemos todos los argentinos con esos argentinos”, definen Adrián y Diego, en una visita a LA CAPITAL. Sus compañeros de travesía no acudieron a la cita por razones laborales. Pero sí lo hizo el camarógrafo de Canal 10 y la productora Arritimia, Bernardo Boucho, que junto a su hermano Guillermo viajará por segunda vez a Malvinas para filmar un documental sobre el cruce.
Fue precisamente Boucho quien presentó a Aro con los nadadores. “Ni bien le contamos nuestra idea se prendió”, dicen.
Y añaden: “Hace poco habíamos escuchado que un argentino había cruzado el estrecho, entonces hablamos con nuestro profesor y de alguna u otra manera terminamos encontrándonos con Claudio Plit, cuatro veces campeón mundial de aguas abiertas y miembro del Salón de la Fama en Estados Unidos”.
Plit es rosarino, pero vive en Mar del Plata por elección. Podría hacerlo en cualquier parte del mundo -de hecho lo hizo antes-, pero ya hace tiempo que prefirió establecerse en esta ciudad. Y cuando conoció el proyecto de los aficionados al agua se envalentonó. Sin dudarlo un instante, decidió acompañar en la dirección del entrenamiento a Andrés Rosso, con quien formará parte del grupo de viaje.
La preparación se volvió tortuosa por momentos, pero la motivación fue mayor. “De a poquito fuimos ampliando los metros, siempre en verano con aguas calmas… No lo que vivimos este invierno en el agua: llevamos un año, desde marzo o abril de 2015”, relatan, estoicos, Adrián y Diego.
Con la meta todo el tiempo en sus cabezas, los cuatro marplatenses se lanzan a la pileta ubicada en Gascón y San Juan cuatro veces por semana. Pase lo que pase, están ahí los días designados para entrenar. Y los sábados los espera el mar de La Perla; a nivel local, lo más parecido al escenario que deberán enfrentar en pocos días.
Como Bernardo, que ya se tatuó el mapa de las Malvinas en una de sus piernas, los nadadores sólo piensan en los diseños que elegirán al regresar, para que la odisea les quede registrada en la piel. “Yo me voy a hacer el símbolo del cruce -un hombre nadando entre las islas-, y en el medio la fecha en la que lo podamos hacer”, revela Diego.
Y es que el día dependerá de las condiciones climáticas. “Lo haremos cualquier día entre el 12 y el 19 de marzo, según cómo estén las corrientes marinas”, subraya Adrián. Los demás integrantes del grupo aguardarán en las embarcaciones semirrígidas que alquilarán en tierra.
De sólo imaginar el momento que marcará la culminación del objetivo, el final del cruce, la llegada a tierra tras horas de nado, los hombres se emocionan. “Nos vamos a abrazar, reiremos, gritaremos, lloraremos y brindaremos con algunas cervezas”, auguran.
Aunque no todo es expectativa, porque tampoco ocultan ciertos temores por las dificultades que afrontarán. Y es que las autoridades isleñas se tornan muy exigentes respecto de los requisitos que deben cumplir los argentinos al llegar a un suelo que, en realidad, les fue usurpado en los tiempos del colonialismo que preanunciaba la era de la Inglaterra victoriana.
Por eso, antes de planificar la cruzada, los marplatenses se comunicaron con el Gobierno de las mal llamadas Falkland. “Nos contactó una chica que tiene una agencia de viajes y ellos dijeron que teníamos que llevar certificado y pasaporte, con domicilio establecido: no nos prohíben nadar pero nos hacemos responsables nosotros de lo que pueda pasar”, confiesan.
Diego, Martín, Adrián y Guido saben que no cuentan “con ningún tipo de apoyo”. “Ellos nos adelantaron que no nos van a mandar ningún grupo de rescate ni Prefectura”, manifiestan. Ese será otro obstáculo que deberán sortear. Un escollo para nada menor para consumar la hazaña.

“Malvinizar”

La palabra “malvinizar” no está registrada en el diccionario de la Real Academia Española. No existe como verbo, pero eso no les importa a los ex combatientes, quienes la utilizan constantemente. Para ellos significa “mantener viva” la historia de Malvinas.
Es esa la razón principal por la que celebran la idea de los nadadores vernáculos. Y la alientan. “No nos contactó nadie vinculado al conflicto bélico; sólo la fundación y Oscar León, de la ONG Asociación Ex Soldados Conscriptos del Territorio Argentino, con quienes nos conocimos en la Expo Deportes del año pasado”, señala Diego.
Y Adrián concluye: “Ellos nos alientan, nos apoyan, sienten que su generación va a desaparecer y las nuevas que vienen tienen que mantener viva la historia de Malvinas”. Juntos, los amigos también hablan de “malvinizar” y creen, como los héroes, que este proyecto contribuye a la “malvinización” de todos.entino ha



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