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Opinión 29 de enero de 2021

Vidas “muertas”, necesitamos “maestros”

Por Juan Alberto Yaria (*)

“El modelo de escuela busca un tipo de docente capaz de abrir mundos usando el poder erótico de la palabra. Los conceptos clave son cultura, sublimación, abrir mundos, humanización de la vida”. (“La hora de clase” – M. Recalcatti, psicoanalista italiano).

José no puede estar sin mezclar tranquilizantes con alcohol a sus 19 años. De lo contrario luce hiperkinético o abúlico. Depende de los días. Pero lo que no puede faltar es el “coctel” de pastillas con alcohol. Parece ser la metáfora de muchos hoy; un tiempo de muerte del deseo.

Padres permisivos. Abandonado desde chico a la calle. Familia de clase media con escuela vacilante y de poca implicancia en su vida. Silencios por todos lados. Palabras escasas en dos instituciones fundamentales: escuela y familia.

Solo lo calma horas enteras en la PlayStation, el celular o correr a alta velocidad con autos prestados o de sus padres. Parece solo un ser tecnológico incapaz de medir consecuencias.

Me relata falta de testimonios y de hechos en sus figuras significativas que se contraponían con lo que decían. Vivió sin otras instituciones significativas que incidieran en sus vidas.

Creció en el vacío, que es vacío de cultura porque somos producto de porta-palabras significativas de adultos que transmiten el deseo de vivir y de saber. Mundo sin vínculos confiables.

A mayor crisis de cultura transmitida, más posibilidad de entrada en el mundo de las sustancias y a quedar a expensas de la “cacofonía” de los medios, de los textos de Internet y al mundo de los aparatos tecnológicos. A poca palabra significativa, sobreabundancia de imágenes.

La escuela es la gran protagonista de la separación de la familia y un hito importante en el crecimiento evolutivo. La Ley de educación obligatoria es un marco legal que “obliga” amorosamente a crecer; eso es una de los motivos de la escolaridad amparada legalmente.

Estas líneas dedicadas a distintos medios de comunicación semanal que siguen estos intentos editoriales supera a cualquier lucha entre grupos antagónicos sobre la vida escolar hoy en tiempos de pandemia.

Trato de mostrar la necesidad de maestros en nuestras vidas y como la escuela (cualquier escuela de vida) trasciende en su duración y permite un tiempo de reconocimiento del otro, nos hace mejores, sabios en el vivir, y nos abre puertas hacia dimensiones desconocidas y fructíferas. La dimensión institucional de la escuela como espacio de crecimiento y de intercambio resulta ser fundamental.

Muertos en vida; la “neo-melancolía”

Gente joven o adulta con vida biológica pero muerta a la vida del deseo, o sea a la vida que da frutos, generativa. Freud llegó a decir -parafraseando a Goethe- que estaba salvado quien estaba en contacto con la “Ciencia, el Arte o la Religión”. Es el deseo como base de vocaciones, misiones, proyectos.

El deseo faltante nos transforma a muchos de nosotros en “muertos” en vida. Es lo que se denomina la neo-melancolía de miles. No es la clásica melancolía con autorreproches, delirios de culpabilidad, con una mentalidad moral acusatoria. No es así ya que ellos se muestran abúlicos, apáticos, tienen tristeza vital, anhedónicos.

El “enfiestarse” puede levantarlos. La droga y el alcohol surgen entonces como una compañía básica que letalmente los sume en otros problemas.

Parecen vidas vacías, el vacío como “agujero” es el límite de todo y el llenarlo es solo una meta transitoria. Anorexias-bulimias en desarrollo, adicciones en puerta. Vacío por doquier. Comida o vómito, drogas hasta el ras.

No pueden tener o tienen muchas dificultades para una vida de vínculos estables. Es libertad sin vínculos, pero solo existe la libertad con vínculos. Todo culmina en un individualismo con una “agonía del Eros” (Byung Chul Han). El encuentro intersubjetivo no está en los manuales de estos “guiones vitales”… solo el “toco y me voy”.

Se van suicidando lentamente. En “cuotas” porque además están solos. Su mundo intimo ha desaparecido y solo hay “guardianes” cercanos como familiares que ya han bajado la guardia. Permisivos o sobreprotectores en su momento, “abandónicos” en otros; pero siempre solos. Aislados.

La vida “pesa”, llevan el “peso” de la vida. Además, en esas vidas no hay prójimo porque la vida rechazada por ausencia de deseo el otro no existe o es un objeto de uso. Se desea más a un celular que el contacto vivo con el otro. Pero ese vacío que lo funda como abúlico, sin energía, no se llena nunca y las drogas solo lo replican sin cesar. Esta condenado a repetir.

No puede simbolizar la realidad, poetizar la vida ya todo debe ser concreto y eso solo lo dan los “farmacéuticos” del alma que lo condenan a repetir.

Las “escuelas” de vida

Por eso necesitan una institución; grupos y terapeutas en distintos niveles y con la participación de los padres. Avivar el deseo y esto es lo antitético a lo vivido anteriormente. Mundo de ausencias. Mundo de personas que no “avivaron” el deseo.

Por eso dije que necesitamos maestros en un amplio sentido de la palabra. Un grupo de compañeros rehabilitados, un terapeuta que sepa escuchar, un amigo que lo acompañe en su rehabilitación.

Maestros como “animadores” del deseo. Así como en la escuela tuvimos profesores o maestros que nos mostraron como modelos identificatorios una erótica de la vida, un amor al saber, una pasión por lo vital. Maestros que nos ayuden a pensar, a leer. Encontrarnos con un libro.

Maestros que en esta nueva escuela de la vida como puede ser un centro de rehabilitación suplan ausencias de escuela y de familia. Vivieron estas personas ausencia de pacto generacional que es aquel que se da entre padres e hijos que son los maestros de la vida. Esto faltó, falló o fue imposible por variadas circunstancias, pero tenemos la suerte de tener la escuela (también ausente por distintas situaciones).

Pero puede haber otros “maestros” en la vida; todos los hemos tenido como figuras en la escuela, en el patio de una Iglesia, en la universidad, el padre de un amigo, un familiar cercano. El que nos ayuda a entender un libro, el que permite nuestras preguntas.

Nos muestran otra faz de la vida y se aviva el deseo, nos enamoramos de algo que vale la pena. Como aquel maestro de la Primaria inolvidable o el profesor de la Secundaria o la universidad que enamoraba nuestro deseo de saber y nos abría mundos.

El pobre maestro se encuentra en el aula, hoy, con una alianza generacional nunca existente entre padres e hijos (golpeadores, consumidores, abusadores, etc.) pero la tarea de iluminación del saber y de avivamiento del deseo igual puede surgir.

La escuela actual no es solo para aprender informática, inglés y manejo de empresas (lo requerido por la sociedad del rendimiento); esta tiene un sentido ético ya que fomenta el vivir la vida con apetito por el otro, el prójimo y que puedan fructificar nuestros deseos. La ausencia de escuela y maestros es letal para nuestra civilización.

El maestro como padre sustituto o cualquier otro padre sustituto son los que abren nuevos mundos.

(*) Director General GRADIVA. Rehabilitación en adicciones