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Arte y Espectáculos 21 de noviembre de 2016

Vittorio Storaro, un maestro de la luz

El italiano es uno de los máximos exponentes de la dirección fotográfica y pasó por el Festival de Cine de Mar del Plata. Brindó un clase magistral en el NH Gran Hotel Provincial.

La presencia de Vittorio Storaro en la 31ª edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata no sólo tiene como objetivo el espacio denominado “Clase Magistral” por el que han pasado, a lo largo de los años, realizadores de todo el mundo. Lo de Storaro es otra cosa; o al menos esa fue la sensación que dejó a quienes tuvieron la oportunidad de escucharlo inmediatamente después de su “Mi scuso. Arrivato di Buenos Aires”.

El ganador de tres premios Oscar habló de su obra literaria “Escribir con la luz”, de su relación con directores de Hollywood, de su manera de interpretar el cine mediante el color y de lo que él mismo considera “la evolución que ha experimentado el Séptimo Arte”.

“El cine necesita un tiempo y un espacio. Mi libro son 30 años de mi vida divididos en capítulos: Color, Elementos de la vida y Filosofía griega. Yo escribo con fotografías, con imágenes. Entablo un diálogo con las imágenes, las superpongo… He realizado tantas fotografías que puedo escribir sobre ella. Y es un modo de escribir que proviene de la música. Es una escritura con ritmo. Estas fotografías están ahora expuestas en Buenos Aires”.

Preguntado por su resistencia al formato digital, Storaro, que en “Café Society” (Woody Allen, 2016) hizo su ingreso en cine digital, explicó que “es un momento de cambio de expresión, de la expresión analógica a la expresión digital. Creo que es un momento histórico, de evolución y tiene que ver con el progreso. No lo podemos acelerar, hay que atravesar este momento juntos y de la mejor manera posible. Yo creo que el ser humano siempre necesitó expresarse con imágenes. Desde la época de las cavernas, los mosaicos bizantinos, las inscripciones en piedra, el cine panorámico, el 3D y ahora el cine digital… ¿qué es lo que cambió? Yo creo que lo que cambió es el medio, pero el misterio de la creatividad sigue siendo el mismo”.

En referencia a las relaciones profesionales con reconocidas figuras de Hollywood, se le preguntó acerca de la participación del director de fotografía en el cine de Warren Beatty y al respecto dijo que “Warren era conocido por todos como un playboy americano cuando estaba en el mejor momento de su carrera, pero en realidad él tiene muchos otros aspectos a valorar. De hecho uno de sus sueños era escribir una historia sobre el único americano que estuvo en Rusia durante la revolución. Así que cuando me propuso hacer “Dick Tracy” él venía de una tradición muy clásica del cine y yo le propuse una visión basada en las imágenes del post impresionismo alemán y él lo aceptó. Entonces lo que hicimos fue tomar esta influencia de la pintura del impresionismo para hacer una película que se distanciaba bastante con lo que se hacía, como por ejemplo “Batman”, la primera, que era oscura y sin color. Entonces yo creo que desde ese punto de vista hicimos algo bastante revolucionario para el cine”.

La luz, obsesión que ha atravesado la obra de Storaro, fue el tema central de la conferencia de quien supo iluminar a directores de la talla de Carlos Saura, Bernardo Bertolucci y Francis Ford Coppola. “Hubo distintas formas de iluminar según el tiempo. Cuando el cine comenzó a hacerse en estudios, se abría el techo para que entrara la luz natural. Luego el cambio o la evolución nos llevó a la luz artificial y en la década del ’60 hubo varios directores de fotografía que revolucionaron esto, tanto en Italia como en Estados Unidos. Yo creo que hay una evolución técnica que se extiende hasta el led. Pero creo que muchos directores jóvenes, cometen un error, que es ver la luz desde la prespectiva de lo analógico o lo digital cuando en realidad el lenguaje de la iluminación es el lenguaje de la luz”.

Una aclaración que decidió en este punto Storaro fue la que quedó flotando en el aire de la Sala Dahupin: “Nosotros en Italia no nos llamamos directores de fotografía… nos llamamos autores de la fotografía cinematográfica. Y eso es algo que inicié yo. En Estados Unidos cometieron un error cuando quisieron definirse en contraposición a los directores, justamente también como directores de fotografía. En cine hay un solo director; la fotografía es una expresión distinta, única. Nosotros no somos directores de fotografía, somos creadores”.

La comparación con la orquesta fue lo que mejor definió lo que Storaro intentaba significar. “El cine es como una orquesta. En la orquesta hay muchos músicos solos que hacen la música. Violinistas, pianista, chelos, etc. Pero hay un solo director. En el cine pasa lo mismo. Hay director de arte, guionista, montajista, etc. Pero director hay uno solo.

Recordando la fusión entre el cine y el arte coreográfico, fue inevitable mencionar la película “Flamenco, flamenco” (Carlos Saura, 2011), en la que la participación de Storaro es evidente desde el primer fotograma. “Si tomamos el término cinematógrafo, grafo suena a logo; es decir que somos escritores. Los que hacemos películas no podemos trabajar cualquier cinematógrafo con cualquier cinematógrafo. Yo trabajé, viendo en perspectiva mi trabajo, con cuatro directores. Coppola, Bertolucci, Saura y ahora estoy comenzando con Woody Allen.

El modo de colaborar con una persona tan magnética como Saura puede funcionar si hay un sentido del descubrimiento que se comparte. Y esto con Saura me pasó inmediatamente. Nos encontramos en Tokio y comenzamos a desarrollar el proyecto. Yo conocía su trabajo y lo admiraba. Y él conocía mi trabajo y me admiraba. Nuestro encuentro fue muy interesante porque el me dijo que quería realizar una historia del flamenco, pero no retratada verbalmente sino a través de la imagen. Yo le dije que estaba acostumbrado a contar historias con introducción, nudo y desenlace y a traducirla en imágenes. El me dijo que sería una historia pero narrada con el ritmo de la música, de la danza, del canto, de la cámara y de la luz. Si lo hacemos bien, el público lo va a entender, me dijo. Entonces me preguntaba dónde lo quería filmar. Y el me respondió que tenía la idea de encontrar un lugar y llenarlo de rectángulos, de bastidores, de telas y crear espacios desde donde se pudiera apreciar este canto y este baile. Y que el flamenco vendría a ser la esencia de este mundo abstracto que crearíamos. No sería un show de tango o milonga pensado para los turistas o en las cuevas y tablados donde se ve el flamenco en España, sino una intervención en el espacio, totalmente abstracta, donde se pudiera apreciar la vida, la energía y el movimiento del flamenco.

“Flamenco, flamenco” brilló y brilla por esto mismo que relató Storaro en uno de los momentos más interesantes de la conferencia. “En esa película me di cuenta que en el flamenco están presentes el universo masculino y femenino, me di cuenta que normalmente el flamenco no se baila ni se canta durante el día sino más bien hacia el fin del día. Entonces se me ocurrió tomar el camino simbólico del sol con toda su paleta de colores según las horas del día. Eso para la simbología de lo masculino. Luego, el sol va cayendo y se inicia la fase de la luna, la fase femenina. Finalmente el sol y la luna se encuentran en el alba y hay un momento más coral. Y con esto yo creé mi historia simbólica a través de la imagen”.



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