Voz conmovedora y halo a despedida en “La lógica del escorpión”
Apareció el nuevo disco de Charly Garcia.
Charly García.
Abrió su universo: se cita, se copia, cambia y regresa a su matriz. Charly García de nuevo. Con el flamante disco “La lógica del escorpión” vuelve a desplegar un abanico de autorreferencialidad, lucidez sobre el mundo actual, crítica, oscuridad y humor. Se mofa de las coordenadas por las que anda la música comercial del siglo XXI y va al hueso con él mismo.
Primero, su voz conmueve. Denota el castigo del paso del tiempo y connota, a la vez, sabiduría: tiene la cuota exacta de raspadura y fricción que debe acumular quien vivió al límite. Su voz le habla, le canta al país de Milei.
Por eso nada más actual que “Juan Represión”, una canción de los tiempos de Sui Generis pero estrenada al calor de las manifestaciones callejeras de los últimos días, con este Juan tan parecido y diferente a Natalio Ruiz.
El disco abre con la conocida fábula del escorpión y la rana, un cuento que le sirve al gran músico como metáfora de su propio ser: la inclinación hacia la autodestrucción inevitable de la que echó mano a lo largo de su vida. Y aquel carácter indomable pasó de la hiperkinesis de sus antiguos recitales a este otro momento tan singular.
Lo segundo, Charly coquetea con la despedida: se rodea de sus viejos amigos y compañeros de ruta a lo largo de sus trece canciones -todas muy cortas-. En la nostálgica “Te recuerdo invierno” cita a Astor Piazzolla y alude al punto final: “Te esperaré de pie cuando el frío te traiga aquí, otra vez como antes solamente puedo esperar tu vuelta”. Otra vez en modo despedida.
Se pone lúcido cuando comparte su sentir ante lo que viene, ese “oscuro callejón” que avisora en el futuro. Y el miedo a esa América loca, histérica, dominada por las prédicas y las postverdades, en una canción que canta junto a Pedro Aznar, acaso la más bella de todo el nuevo disco.
Se mete con la soledad y el mundo hipertecnológico que fragmenta y aisla. “Dios te ha dejado solo como internet, vos que querías de todo nada tenés”, canta en “Yo ya sé”.
Y si confunde con el título de la canción “Autofemicidio” no lo hace con la letra: es directo al leer los cambios de género, las nuevas subjetividades y el frenesí cotidiano.
En rol de sabio, como quien está de vuelta, aconseja cómo ser una estrella de rock en la adaptación al castellano que hace de “Rock and Roll Star” que canta junto a Fito Paéz.
La canción de Roger McGuinn y Christopher Hillman le cae perfecto: parece reirse de las exigencias del mundillo musical. “Alquila la eléctrica ya, tomate un mes y aprendé a tocar”, “andá yendo y buscate ya un representante que te va a cagar”.
En “Rompela” regresa al costado más rebelde. Frente a las modas y las tendencias y la uniformización de conciencias y miradas pide: “Rompé la creencia, rompela, gritá, agitá, no seas como los demás, rompela”, un clásico de su universo.
Conciente de su legado, canta en “Estrellas al caer”: “Si puedes recoger estrellas al caer, verás que es imposible, verás que es imposible perder”.
Siguen los homenajes: aparecen Lebón, Spinetta en “La pelicana y el androide” y John Lennon en “Watching the wheels”. Hilda Lizarazu y Rosario Ortaga hacen los coros, la guitarra es de Fernando Kabusacki y la batería de Fernando Samalea en la mayoría de las canciones.
A los 72 años, el artista que bromea con ser parte del “club de los 27” abrió su universo, demostró todo lo que tiene para proponerle al mundo y disparó para todos lados en una sociedad agrietada: “¿Lógica? No hay lógica en esto”, dice, una manera de autoafirmarse.
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