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Deportes 23 de mayo de 2017

Vuela alto y tan bello

Una historia de amor al deporte (dedicado a Juan Bautista Ricci).

Juani Ricci, aficionado, hincha, y en su amor por el fútbol encontró el lugar en la transmisión de los partidos de Independiente.

por Mario Gianotti

Hace algunos años atrás, leyendo una entrevista al entrañable Roberto Fontanarrosa, comprendí porque su literatura simple y sencilla enamoraba a sus lectores. En aquel reportaje el Negro desenmarañaba su fascinante metodología literaria y recordaba a una serie de notables escritores norteamericanos que escribían sobre deportes. Hemingway sobre boxeadores, sobre toreros. Mailer sobre Clay. Philip Roth describiendo en uno de sus libros la literatura como si se tratara de un partido de baseball. Fontanarrosa había descubierto en aquellas páginas que la pelea era lo de menos, que lo sustancial no era el combate en sí, sino lo que hace a su esencia.

Tras la lectura de un cuento del uruguayo Enrique Estrázulas, una maravillosa narración sobre Pepe Sasía, relato futbolero donde la historia transcurría fuera de la cancha, el Negro encontró la razón motivacional para cada una de sus desopilantes aventuras. “Escribir sobre fútbol no es contar un partido, no es contar lo que pasa en la cancha, sino lo que está afuera, lo que lo rodea y hace a la cancha”.

Desprovisto del inmenso talento de Fontanarrosa, apenas apelo una y otra vez a su razón de ser en la literatura, contar la esencia de lo que ocurre fuera de una cancha, desnudar el alma de algunos personajes que rodean las fronteras de un campo de juego. La pelota gira caprichosa sobre la gramilla y los jugadores, como alguna vez escribió el checo Milan Kundera, “jamás toman conciencia que poseen la hermosura y la tragedia de las mariposas, que vuelan tan alto y tan bello pero jamás pueden apreciar y admirarse en la belleza de su vuelo”.

El fútbol atesora cientos de historias que trascienden el mero resultado deportivo, novelescos episodios que se tornan emocionalmente inolvidables, historias de vida que permanecen intactas e inalterables en el tiempo porque nos han ganado para siempre el corazón.

Pegado al alambre olímpico de la cancha de Independiente de Mar del Plata distingo a un estoico simpatizante Rojo que observa sin distracciones cuanto ocurre en el partido. Los auriculares atornillados en su cabeza. A veces alza su vos para recriminarles a algunos futbolistas locales su falta de pericia con una pelota en los pies o para alentarlos tras un intento fallido de gol. Su silla de ruedas nunca es un escollo ante las innumerables barreras arquitectónicas que presentan los escenarios deportivos de la ciudad.

Ni el clima ni una mala campaña. Juani es parte esencial de la escenografía futbolística de Independiente, es parte central de un paisaje que nos abarca, que nos contiene, que nos da muchas veces una razón de ser dentro y fuera de un estadio.

Juan nació un 29 de octubre de 1999 en Avellaneda. Pesó un kilo y medio. En el momento del parto, producto de una posible mala praxis de los profesionales que asistieron a su mamá Alejandra, se quedó sin oxígeno y luchó veinte días con un respirador artificial para aferrarse a la vida. Tuvo una lesión cerebral que afectó sus músculos. Allí comenzó tal vez, su irrenunciable lucha ante la adversidad, su empeño y su valentía para afrontar cientos de adversidades cotidianas.

Desde los cinco meses de edad se cargó de obligaciones. Terapia ocupacional, masajes, hidroterapia, kinesiología, equitación y fonoaudiología. Luego dada su espasticidad muscular lo sometieron a numerosas intervenciones quirúrgicas.

Su musculatura no crecía a la par de sus huesos y por tanto estos se deformaban. Primero le inyectaron toxina botulínica para evitar las operaciones, pero a pesar de la utilización de esta proteína, Juani debió pasar indefectiblemente muchas veces por un quirófano. Isquitibiales, gemelos, cadera, aductores, sus pies, su mano derecha y la vista.

Cuando cumplió tres años de edad se mudó con su mamá a Mar del Plata. Terminó el jardín de infantes y la escuela primaria en la ciudad. No fue fácil sostener su escolaridad en un establecimiento tradicional, la silla de ruedas causa mucho temor y no siempre los directivos poseen una mentalidad abierta e inclusiva. La escuela John Lennon lo cobijó como a uno más de sus alumnos y le permitió cumplimentar su proceso educativo primario. Hoy cursa su secundario nocturno para adultos en el Colegio Rene Favaloro.

Una imagen a orillas del mar le estruja el corazón a su mamá y las lágrimas brotan cuando pone en palabras un recuerdo no tan lejano “A Juani le fascinaba ir todos los domingos a las rampas linderas a la playa Alicante para ver a los chicos en su patinetas. Nos pasábamos muchas horas descubriendo las destrezas de los pibes y a veces él me preguntaba cuando le iba a comprar un skate. En otras ocasiones, recuerdo que me pidió que lo anotara en una escuela de fútbol, pero a pesar de todo siempre fue muy consciente de sus no posibilidades. Yo sufrí mucho, lloraba mucho en la playa cuando lo veía observar apasionado por ejemplo a los que jugaban al vóley. Porque uno piensa que él está sufriéndolo, lo piensa con la cabeza del otro. Me costó muchos años de terapia entender que él era feliz mirando, que Juani era y es feliz viendo a otros jugar”.

La playa y el mar, protagonistas indispensables para desandar la pasión profesional del protagonista de estas líneas. Una vez leí en la portada de un viejo disco de Juan Carlos Baglietto, una historia que aún me conmueve. Era un relato sobre un niño que le había pedido a su papá que lo llevará a descubrir el mar. Recuerdo casi con exacta precisión el final del texto. “El padre lo tomó de la mano y transitaron lentamente un camino arenoso y desconocido. Treparon altos médanos y al descender el chico se encontró con un paisaje conmovedor. El mar estaba allí, majestuoso, inabarcable, bello, tan bello, que el niño lo miró a los ojos a su padre y le pidió que lo ayudara a mirar”.

En la playa, en Alicante, Juani conoció a su mejor amigo. Martin Colombo, una especie de ángel terrenal que a su manera también le ayudó a mirar el mar. Martin era por entonces uno más entre los jóvenes que jugaban vóley en la cancha del balneario. Con el tiempo se convirtió en un compañero incondicional, en consejero, un compinche, un confidente, su modelo y espejo vocacional. Vale mencionar que Martin es periodista deportivo, comentarista de la transmisión radial que sigue la campaña en primera división de Independiente de Mar del Plata.

Juani es un fanático escucha de radio. Su sueño es terminar el colegio secundario y estudiar periodismo deportivo. Uno de sus ídolos radiofónicos es Gonzalo Solaberrieta, relator de la campaña del Rojo en FM De la Azotea 88.7, compañero y amigo de Martin Colombo y de Federico Kiki Espinosa, productor general de la transmisión y Jefe de prensa del club Independiente.

La mirada de Alejandra, parece iluminarse cuando habla de su hijo periodista. “Cuando Juani escuchó por primera vez a sus amigos en la radio fue una emoción indescriptible. Después lo invitaron a un partido y desde allí no faltó nunca a la cancha. Con el tiempo se sumó a las transmisiones. Entrevista a los jugadores, hace sus aportes desde el comentario, le acerca información a quien hace campo de juego, Santi Inchaurrondo, y forma parte del programa que los chicos hacen de lunes a viernes. Mi casa es una especie de oficina de producción, ahí se juntan y yo los llevo a todas las canchas. La radio, el fútbol y su pasión por Independiente de Mar del Plata le despertaron su vocación profesional, le permitieron planificar su futuro. El ama el fútbol y la radio y por eso se juramentó terminar sus estudio para especializarse en la faz periodística”.

Kiki Espinosa lo acompaña además a los entrenamiento que realiza el Rojo en su Villa Deportiva de Alto Camet y fue y es el vínculo afectivo que acercó a Juani a los jugadores y a los directivos del club. Adrián Peretti, primero amigo de la playa, después acompañante terapéutico, es parte fundamental en los traslados y en el sostén personal de Juani para asistir a cada partido y a la radio.

A la distancia, Fabio, su papá, escucha en Buenos Aires embelesado a su hijo haciendo radio. A través del éter la voz de Juani deja entrever que por primera vez en su vida, la pasión lo despeja de las amargas obligaciones que tuvo que enfrentar en los primeros años de su vida. La radio y el fútbol es hoy y ahora pura pasión, puro placer. Como cuando escucha a Los Redondos, a La Vela Puerca o a No te Va a Gustar. Como cuando juega a las bochas en su Club San Jerónimo. Como cuando alienta a su amado Quilmes en la Liga Nacional de Básquetbol.

Para el cierre de este relato, vuelvo a la sabia definición literaria del maestro Roberto Fontanarrosa. “Escribir sobre fútbol no es contar un partido, no es contar lo que pasa en la cancha, sino lo que está afuera, lo que lo rodea y hace a la cancha”. Estas líneas solo desean poner en palabras la historia de Juan Bautista Ricci, un soñador, un abanderado de las mejores utopías, un personaje del fútbol que sintetiza a corazón abierto la esencia de lo que acontece fuera de un campo de juego. Un personaje indispensable en el paisaje futbolero del rojo marplatense. Un alma noble que también, como los jugadores de

Independiente, no transpiran la camiseta, la tiñen con su sangre.
Jugadores que quizás sin proponérselo, sin tomar conciencia alguna, no solo poseen la hermosura y la tragedia de las mariposas, que vuelan tan alto y tan bello que jamás pueden apreciar y admirarse en la belleza de su vuelo, pero si pueden, en ciertas ocasiones, ponerle alas en los pies a quien mira embelesado en su silla de ruedas pegado al alambre olímpico. Siempre con sus auriculares atornillados a la cabeza…



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