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La Ciudad 10 de junio de 2019

“Perdí la noción del espacio-tiempo y pensé que el edificio no se había caído”: lo que nunca se contó de la implosión de la Manzana 115

José María Conte fue el encargado de coordinar todas las áreas que trabajaron en la demolición. Veinte años después recuerda anécdotas inéditas y el desafío que implicó derrumbar a los edificios con gelamita.

Momento exacto en que implosionaban la Manzana 115 el miércoles 16 de junio de 1999.

Por Pablo Falcone
Twitter: @pmfalcone

El reloj marca las 4.27. Es miércoles 16 de junio de 1999 y la costa de la ciudad está desolada. Sólo hay unos pocos testigos: periodistas, funcionarios e integrantes del Ejército. En ese momento, el director de Vialidad Municipal, José María Conte, aprieta el detonador y en pocos segundos caen dos edificios de la Manzana 115, ubicada en Buenos Aires entre Moreno y Belgrano. Así se empezaba a convertir en realidad uno de los proyectos más ambiciosos y riesgosos de la gestión del intendente Elio Aprile.

La historia había comenzado 50 años atrás, pero la concreción del proyecto, por distintos motivos, sufría una demora tras otra. Hasta que en 1998 un acuerdo político entre Aprile y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, posibilitó expropiar la manzana.

A cargo del equipo de trabajo quedó Conte. Veinte años después, el ex funcionario recuerda la historia: “En ese momento se pensaron varias opciones y se llegó a la conclusión de que la más adecuada era la de las peras”, dice. Y explica: “La pera es la que es manejada por una grúa y golpea contra el hormigón”.

-¿Cómo se cambia de la idea de la pera a la implosión?
-En ese momento, yo tengo la suerte de ser invitado a dar una charla en una exposición en Las Vegas sobre un modelo de productividad que había desarrollado en la Dirección de Vialidad.

-¿Y cómo pasa de una charla de modelo de productividad en Las Vegas a la idea de implosionar la Manzana 115?
-En una de esas charlas intercambio tarjetas con un cubano y cuando leo la de él decía en inglés “demoliciones”. Ahí le cuento que en Mar del Plata teníamos que tirar abajo cuatro edificios. ¿Cuántos pisos tiene el más alto?, me preguntó. Siete, le respondí. Ah, eso es una pavada me respondió. En ese momento a nosotros ni se nos ocurría la posibilidad de la demolición con explosivos.

“Un especialista me recomendó unos conductores gaseosos que no había en la Argentina. Los tuvimos que traer de Chile de contrabando en el baúl de un coche”.

-¿De ahí también trajo la idea de la fuente de aguas danzantes?
-A la noche siguiente salgo a caminar, veo la impresionante fuente de aguas danzantes del hotel Bellagio. Tenía una cámara y las filmé. En ese instante le dije a dos compañeros que iban conmigo: en Mar del Plata a la Manzana 115 la vamos a tirar con explosivos y vamos a hacer una fuente de aguas danzantes.

-Hasta ese momento era sólo una idea suya. ¿Cómo lo comunicó en la ciudad?
-Cuando vine acá en una de las reuniones de los martes, donde seguíamos el avance de las 25 obras de la gestión de Aprile, puse un televisor y le pasé la filmación a Elio. No llegué a decirle nada. El me dijo: eso es espectacular, eso vamos a hacer en la Manzana 115. De la demolición con explosivos no le dije nada.

-¿De qué manera siguió avanzando con el proyecto?
-Yo seguí avanzado con mi idea, volví a hablar con el cubano y me recomendó a Julio César Caballero, que era un ingeniero conocido mío. Vino a Mar del Plata y me dijo que con los explosivos no iba a haber problemas.

-¿Cuándo le dijo a Aprile lo de la demolición por explosión con gelamita?
-Después de estar seguro, lo veo a Aprile y le digo: se puede demoler y puede salir bien.

José María Conte, veinte años después, en el lugar donde estaba la manzana 115.

José María Conte, veinte años después, en el lugar donde estaba la manzana 115.

-¿Cómo se llega a la participación del Ejército?
-Una vez que avanzamos nos enteramos de que los civiles no podíamos manejar explosivos y ahí aparece el Ejército Argentino.

-¿Por qué el Ejército y no una empresa internacional con experiencia?
-Hoy lo puedo confesar, pero en ese momento no lo podía decir en medio de las tensiones políticas: en el fondo era un desafío profesional. No para mí, sino para la Municipalidad y para el Estado. El Ejército hizo el anteproyecto de demolición. Y yo se lo envié al especialista cubano para que lo vea.

-¿Qué le dijo el especialista cubano?
-Me dijo que el proyecto estaba espectacular y que la demolición era posible. Sólo me dijo que él cambiaría algunas cosas.

-¿Cuáles?
-Me recomendó unos conductores de gas que no había en la Argentina. Los tuvimos que traer de Chile de contrabando en el baúl de un coche.

-¿De contrabando?
-Sí. Lo hicimos así porque si lo teníamos que importar la demolición todavía estaba esperando (risas). Era una manguerita que en plata de ahora serían 200 dólares.

-¿Cuál era la ventaja de la implosión sobre la opción de la grúa con la pera?
-Esa pregunta la hacían la mayoría de los funcionarios de Aprile. Habíamos ganado con el 62% las elecciones y yo quería correr ese riesgo. Pero les expliqué que el riesgo que se corría era menor. El beneficio de la implosión era que era más barato y llevaba menos tiempo.

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La Manzana 115 en la etapa previa a su demolición con explosivos.

-Para el sábado 12 de junio de 1999 se anunció la demolición pero se suspendió por una manifestación de trabajadores del puerto. ¿Cómo fue ese momento?
-Había 80 mil personas en la plaza, estaba el gobernador Duhalde y hasta el general Balza. Habíamos convocado ese sábado a las 11 de la mañana para hacer la demolición. Estaban todos. Yo le decía al Tano: vos vas a ser gobernador y yo intendente (risas).

-Pero algo falló…
-El sistema de seguridad que se había diseñado era de siete círculos. Cuando empieza el proceso regresivo se va preguntando si está todo ok. Cada vez que desde un círculo se da un ok y se cierra la frecuencia de audio y únicamente se puede volver a entrar a hablar por una frecuencia de emergencia. Todos dieron el ok hasta el círculo 3. Ahí alguien apretó la emergencia y dijo desde Colón y las Heras: “Veo un grupo de manifestantes que se están aproximando. Son cien personas”.

-¿Qué hizo?
-En ese momento, antes de la implosión, sólo estábamos el coronel del Ejército Juan Martín Merediz, yo y el periodista Vicente “Cholo” Ciano, que iba a hacer la nota. Merediz me mirá y me dice: “Qué hacemos”. En ese momento la decisión era política. Yo le respondí: están lejos, sigamos.

-Y entonces, ¿por qué se suspendió?
-En ese momento, Merediz me dice: soy un poco mayor que usted, y le recomiendo no arriesgarse. Yo quería seguir porque estaba recontra convencido de que no iba a pasar nada. Pero también es cierto que yo estaba influenciado por las 80 mil personas, los funcionarios y toda la televisión del país que esperara que apretara el botón. Después de escuchar a Merediz, suspendí la demolición.

-¿Qué pensaba el resto del gabinete después de la suspensión?
-Había varios funcionarios que pensaban que no había que seguir con la demolición. Se empezó a generar una opinión negativa muy fuerte. Y hubo muchas presiones sobre el intendente, no solamente desde Mar del Plata. En ese momento él me llamó y me dijo: “Estamos en un punto muy delicado. Dejo todo en tus manos porque confío en vos. Pero ni me digas cuándo lo vas a hacer. Eso sí: hacelo rápido”.

Una imagen del momento de la demolición.

Una imagen del momento de la demolición.

-¿Por qué se eligió el 16 de junio?
-Porque ese es el día del ingeniero. Quisimos rendir homenaje.

-¿Cómo fue ese día?
-Eramos muy pocos. Incluso había poca prensa. Sólo habíamos acordado con los medios más grandes que le dábamos la información veinte minutos antes y que no se podía decir. Si alguien lo publicaba, se suspendía.

-¿Qué recuerda del momento de apretar ese gatillo?
-Todos estábamos en la vereda del Casino. Cuando empezó a sonar la sirena me crucé la calle y fui al parapeto donde estaba el detonador. En ese momento, mi secretaria Silvia Barrios, que no tenía que hacerlo, se cruza conmigo para el momento de la implosión. Estábamos los dos solos. Vino la cuenta regresiva y cuando llegó a cero apreté el botón…

“El intendente Aprile se enteró recién a las siete de la mañana de la demolición cuando prendió la radio. Cumplí con lo que me pidió: no le dije nada”.

-¿Y ahí qué le pasó?
-Silvia, hasta el día de hoy, no se cansa de contar que cuando yo apreté el botón la agarré de los hombros y empecé a gritar: “Silvia la puta que lo parió no cae, no cae, no cae”. La explosión ya había pasado, el edificio ya estaba cayendo, pero yo no escuchaba ni veía nada.

-¿Cuál fue la reacción de su secretaria?
-Ella me dijo: “Pero mirá, se cayó, se cayó”. Ahí recién pude respirar aliviado.

-¿Qué cree que le sucedió para pensar que el edificio no había caído?
-Lo hablé con mucha gente eso. Una vez, un especialista me dio la explicación psicológica. Ante ciertas circunstancias cambia la dimensión del espacio tiempo. Es decir: en ese instante lo que para vos es un segundo para otro puede ser cinco horas. Cuando apreté el detonador perdí la noción del espacio-tiempo y pensé que el edificio no se había caído.

-¿Cumplió con el pedido de Aprile?
-Sí. El intendente Aprile se enteró recién a las siete de la mañana de la demolición. Se enteró cuando prendió la radio. Cumplí con lo que me pidió: no le dije nada.



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