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Arte y Espectáculos 23 de diciembre de 2017

“Wayra”, pensar en lo inalcanzable

Un viaje para conocer imágenes nuevas, para potenciar los sentidos y descubrir que es posible unir tradición y vanguardia.

Por Paola Galano
@paolagalano

Un viaje sensorial hacia las profundidades, aunque el espectador no se sumerja ni vuele ni transite a ninguna velocidad, aunque esté quieto y sorprendido. Y la profundidad sólo sea mental. Un viaje visual, con imágenes de las que no se tienen recuerdos. Eso es lo primero que dispara “Wayra”, el espectáculo de Fuerza Bruta que arrancó con su ciclo de presentaciones estivales desde el Centro Cultural Terminal Sur del Paseo Aldrey.

Por primera vez durante toda una temporada en Mar del Plata, la compañía argentina que es conocida en todo el mundo despierta los sentidos y los potencia. La potencia del viento, la potencia del agua, la potencia del aire en un juego de ida y vuelta con los actores y las actrices, quienes se referencian a su vez en la tierra, porque la murga -a veces una murga violenta y desenfrenada- está presente, se la ve y se la escucha.

Espectáculo más cercano a la experiencia artística que al teatro de texto, realizado gracias a un enorme despliegue de producción (la importancia de los técnicos es central y prueba de ello es que suben al escenario como lo hacen los actores, músicos y bailarines cuando termina cada función), se mueve siempre entre las grandes dimensiones y lo pequeño. Entre lo enorme, lo distante y superproducido y el contacto humano que el mismo público busca con actores y actrices, con la textura de la escenografía, con la mirada.

No es raro que una de las imágenes más difundidas de “Wayra” sea la de esas manos que se juntan, la de un acróbata desde el aire con la de un espectador, cualquiera, que levanta el brazo para tocar. El espectáculo invita a tocar, invita a atreverse a pensar en lo inalcanzable. Y es ahí, en esas manos que intentan juntarse, en ese gesto sencillo cuando el espectáculo-experiencia se vuelve amoroso y simbólico.

Aunque cabe señalar que el nivel simbólico lo atraviesa de principio a fin. La escena en la que aparece un corredor es ejemplo de ese nivel. Lo simbólico produce preguntas, muchas. ¿Hay historia? ¿Las escenas y los cuadros se suceden sin conexión? ¿Qué sentido esconde semejante despliegue tecnológico? Lo maravilloso es que no hay una sola respuesta. Más bien se suceden una diversidad de miradas, a tono con una propuesta que se basa en la apertura, en lo múltiple, jamás en lo binario o maniqueo.

Por algo Fuerza Bruta conquistó a los públicos del mundo, desde Japón y China a Londres, Nueva York y Buenos Aires, ciudad desde la que nació toda la aventura creativa de Diqui James, director artístico de la compañía.

Sin cuarta pared, sin butacas, sin un escenario que tenga una centralidad, sin la quietud de una escenografía convencional, “Wayra” y Fuerza Bruta apuestan al desenfreno. Y hacen que espectadores y espectadoras sean cómplices. “Anímense a entrar”, parecen decir. Se trata de un desenfreno celebratorio parecido al del carnaval, al de los rituales prehispánicos que se realizaban en torno al fuego. Un espectáculo para dejarse llevar por imágenes nuevas y descubrir que en materia de arte, por suerte, no está todo inventado. Aún es posible encontrar nuevas escenas, nuevas voces que unan vanguardia y tradición.

El mismo Diqui James lo señaló en varias entrevistas: “Fuerza Bruta es teatro primitivo con tecnología del siglo XXI”.



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