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Arte y Espectáculos 12 de octubre de 2019

Wos: radicalidad y tensión en el arte nuevo

De fulminante tránsito hacia la masividad, Valentín Oliva (WOS) refrendó en su primer concierto solista, en Groove, la sintonía con el público y con el clima de época al que interpelan sus letras a través de una expresión potente y a la vez indefinida, ya sea en relación con los estilos sedimentados de la música (desde el rap al rock o a los derivados de la electrónica) como con el lenguaje que se edifica –en simbiosis o en contradicción- con los grados de subordinación que la música contraiga con la palabra.

Si de la tradición del rap se hereda la construcción de una rítmica sobre el respiro de la métrica, con prevalencia sobre la base instrumental (y su propia rítmica); y si del ímpetu del freestyle se infiere cierto sesgo competitivo más propio del deporte que del hecho artístico, en el caso de Wos, que anoche presentó un disco, “Caravana”, ofrece un (elogiable) esfuerzo por avanzar desde aquellos preceptos hacia la definición de un nuevo estado, de mayor proximidad con la canción.

Es siempre un elemento perturbador (en el sentido de empujar un conflicto interno en la estructura musical), en cualquier expresión cuando la palabra alcanza semejante grado de prevalencia. Pero he allí, y más allá de que el discurso de Wos –justamente en ese punto- sea pura contemporaneidad, una reposición de una de las tensiones más antiguas de la disciplina musical.

Mucho -y bien- se ha escrito sobre el antagonismo entre la música instrumental y la palabra que dialoga con ella, desde la proclama de obediencia y subordinación que Mozart le reclamaba al discurso hablado (que sin embargo no desdeñaba, basta ver quiénes eran sus libretistas) hasta la renovación e inversión de elementos que postuló Gluck, cuya arquitectura de la ópera se trabajaba desde la supremacía textual.

Aquel debate no se desvanece jamás. El tránsito del freestyle al escenario teatral le impone a Wos un despliegue nuevo, que no parece hallarlo incómodo, y en el que debe encontrar un lenguaje integral en donde esa contradicción entre música y palabra sea la piedra de toque de un sendero que ganará en la medida que tome distancia del canon más riguroso del rap.

En esa encrucijada, el cantante, de 21 años, salió al escenario con una banda integrada por Guillermo Salot en batería, Fran Azorai en teclados y Ca7triel en guitarras, que oscilaron desde el aporte de una base rockera a la fórmula del acompañamiento. Invitados y una sección de vientos sumaron variedad (y otras veces complejidad) a una escena instrumental que, con un horizonte todavía difuso, nunca dejó sola a la voz principal en la faena de sostener la noche.

El programa, con distintos climas, por momentos hasta sosegado –el protagonista alentó ese temperamento-, encontró un público que había jalonado a Wos en su súbito ascenso y dispuesto al goce corporal pero también a la escucha, que no siempre florece en escenarios musicales como Groove.

Reproducido una y mil veces en las plataformas digitales, la caligrafía de Wos no se desliga del cuadro de época y predica una rebelión frente a ese espíritu de exaltación del esfuerzo individual mostrado, desde la arena mediática, como una forma validada de indiferencia hacia el desmadre social. Esa posición, que quizá explique parte de su suceso, parece encontrar al rapero en un lugar genuino.

Desde allí, Wos, que este sábado a las 21 volverá a subir al escenario porteño de Groove con entradas agotadas, tendrá que completar su identidad musical, aun mezclado tempranamente en la masividad (que no es el mejor ambiente para conseguirlo) como es tan propio de este tiempo.

De momento parece saber a quién le canta. No es un mal comienzo.



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