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Cultura 19 de septiembre de 2016

El Otro existe

Estudiantes de escuelas secundarias de todo el país, desde La Quiaca hasta Tierra del Fuego y de Mendoza a Mar del Plata, participaron de esta olimpíada que tuvo este año un eje claro: “Traducción, inmigración y geopolítica ¿es posible un nosotros hospitalario?".

Por Román March (*)
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La Olimpiada Argentina de Filosofía es un programa de la Secretaría de Educación Media de la Universidad de Buenos Aires dirigido por el Magister Marcelo Lobosco, integrado por la Lic. Virginia Schagen, la Prof. Lorena Marcos, Juan Nigri, Gisela Bonade, Victoria Villa, Facundo Tórtora y Tamara Albornoz. Son ellos y los 753 coordinadores escolares, zonales y jurisdiccionales, los que hacen posible la participación de miles de estudiantes de escuelas secundarias de todo el país, que este año ascendió a 5567, desde La Quiaca hasta Tierra del Fuego y de Mendoza a Mar del Plata.

La temática de este año, en el que ya transita su vigésima edición es: “Traducción, inmigración y geopolítica ¿es posible un nosotros hospitalario?” Esta pregunta se subdivide en tres ejes: ética, política y antropología, cada uno con tensiones articuladoras. Vinculo vs. Simulacro-Tolerancia vs. Aceptación-Identidad vs. Diferencia.

En el primero se vislumbra la problemática de los efectos de un mundo globalizado que más que unido se encuentra “conectado”. Las relaciones entre las personas, se vuelven cada vez menos vivenciales y se dan en ámbitos virtuales. Este reemplazo de lo virtual en el lugar de la humanidad de carne y hueso, genera situaciones de distancia y aislación del vínculo producido en la interacción del encuentro. Así como también va dejando de lado el diálogo intersubjetivo. Se apunta a debatir acerca de lo que decía George Orwell “lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano”.

En el segundo se trabaja sobre la interculturalidad y la difícil posibilidad de hacer confluir diversos valores que subsisten en cada sociedad. Las diferencias que cada persona tiene ¿se aceptan o se toleran? Si se aceptan, podemos encontrar un punto de convivencia sin conflictos mayores.

Pero, en cambio, si lo que hacemos es tolerarnos estamos ante la sensación de que las diferencias de los Otros son insalvables porque las virtudes de uno son las mejores y las más valiosas.

Cabe preguntarse si aquellas cosas que no queremos ver de los Otros, no son en realidad aquellas cosas que nos incomodan de nosotros mismos.

En el tercer eje se aborda la necesidad de ir hacia un modelo de universalidad/humanidad incluyente y la compleja realidad de que no podemos despegarnos de nuestras culturas particulares.

Como dijera el filósofo Jacques Ranciere, no nos faltan ideales porque estamos rodeados de personas que ayudan en todo tipo de situaciones. Nos faltan ámbitos de encuentro y organización. Entonces advertimos que un ideal es lo que incita a alguien a hacerse cargo de las condiciones materiales de existencia de los otros. De acompañarse en las desventuras y descubrir que su identidad se alimenta de otras.

La instancia zonal se realizó el pasado viernes 2 de setiembre en instalaciones de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Participaron docentes y estudiantes de diversos colegios de Mar del Plata y Batán, que hicieron notar su compromiso con el pensamiento crítico, y que tras concluir el examen permanecieron en el lugar conversando sobre la experiencia.
Uno de los objetivos de este programa de la UBA es, que todos podamos compartir con los jóvenes estudiantes, espacios de reflexión, encuentro y debate para escuchar esas voces (muchas veces silenciadas y menospreciadas por el mundo de los adultos) y adelantarnos a lo que se viene. El futuro de cualquier sociedad son los jóvenes.

La posibilidad de que los jóvenes se junten para reflexionar filosóficamente, sobre el presente histórico-social que viven a diario, es una acción inmejorable. Otro de los objetivos es que se acerquen a la idea de que todo puede ser siempre de otra manera, que adviertan la importancia de hacer filosofía a partir de lo cotidiano y de lo que les pasa, que tomen como punto de partida la incomodidad que encontramos en el mundo actual, que pueda emerger toda la riqueza de esos pensamientos que han venido construyéndose a partir de sus experiencias vitales.

Después de hacer una experiencia filosófica, ya nada vuelve a ser como antes: descubrimos que podemos construir un sentido con otras personas y que ese se nutre de diversos y múltiples sentidos. Acercarse a la experiencia del filosofar con los demás, es despejar el pensamiento y advertir que hay algo en el horizonte: otros pensamientos, otras creencias, otras significaciones y otros imaginarios.

Se trata de vivenciar la filosofía, como una herramienta para liberarnos y emanciparnos de los prejuicios, los discursos únicos, las falacias del mercado, y todo lo que anule tanto la potencia del pensar como la potencia de las emociones. Esta es una de las múltiples formas de pensar la práctica filosófica: intentar promover la autonomía de cada persona para que cada uno sea libre de pensar y sentir.

En palabras del filósofo argentino Enrique Dussel “reflexionar colectivamente sobre nuestra responsabilidad como docentes, investigadores, profesionales, estudiantes es indispensable. Y esa responsabilidad no puede ser ingenua o desarraigada, sino situada y concreta.”

(*) Docente de Filosofía en nivel secundario e integrante del Grupo Phronesis.



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