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Cultura 9 de febrero de 2018

Guillermo Piro: “Una madre es un detective perfecto”

Guillermo Piro. Foto: Télam.

por Julieta Grosso

En “La comedia de una madre“, el escritor y periodista Guillermo Piro narra la peripecia de una madre que busca demostrar la inocencia de su hijo acusado de una saga de violaciones y monta un raid detectivesco para hallar a quien supone el verdadero culpable, todo en el marco de un policial atípico que incluye citas literarias, una visión paródica de los medios y una crítica al sistema penal moderno.

Figura de alta resonancia simbólica en la historia argentina, la madre que retrata el autor de “Versiones del Niágara” y “Guillermo hotel” no reinvindica causas colectivas. Su persistencia y su abnegación están consagradas obsesivamente a demostrar que la imputación a Raimundo Curcio -tal el nombre de su hijo- es un error que ella debe reparar.

Así, en una trama llena de digresiones que el escritor atribuye a la necesidad “de no llegar con demasiado prisa al final”, la novela propone un seguimiento maniático de la pesquisa que emprende la protagonista por las discotecas del conurbano bonaerense con el propósito de hallar a un hombre idéntico a su hijo, que permita demostrar el error en el que han incurrido las doce víctimas de violación que acusaron a su vástago.

“La comedia de una madre” forma parte de Negro Absoluto, la colección de novela negra dirigida por Juan Sasturain entre cuyos atributos se cuenta el de alojar textos que se dedican a expandir los límites del género, como en el caso de este libro que fusiona citas literarias con una indagación paródica del funcionamiento de los medios a la hora de construir arquetipos sociales y una reflexión sobre el rol de la verdad en un escenario donde los factores emotivos parecen contrarrestar los argumentos racionales.

– La elección de una madre como motor del relato tiene una gravitación singular en la Argentina? Me refiero al rol que esta figura tiene en la construcción de la memoria social desde la dictadura en adelante: la conexión con las Madres de Plaza de Mayo que desafiaron al poder militar para buscar y defender a sus hijos es inevitable ¿La novela recoge algo de ese legado?

– Absolutamente sí, nunca perdí de vista en el horizonte esa analogía con las Madres de Plaza de Mayo, como tampoco perdí la analogía con mi propia madre y con tantas madres que conozco. Pero incluso pensaba en las Madres fuera o lejos de su connotación polí­tica desde el Golpe en adelante.

Me refiero a todos esos adjetivos que hacen de ellas seres inimputables, todas esas cosas que tienen su justificación en la sangre y que hacen de ellas seres incorruptibles, testarudos y valientes. Una madre es un detective perfecto.

– ¿Y cómo atraviesa a esta madre el tema de la culpa? ¿Siente que las imputaciones hacia su hijo recaen inevitablemente sobre ella, en tanto ella ha sido la encargada de educarlo y posicionarlo de una manera determinada en el mundo?

– Probablemente sea así, y de allí surge la certeza de la madre de la novela hacia la inocencia de su hijo. Probablemente sabe con certeza que ella hizo las cosas como es debido. En su caso puede ser que funcione así, pero no sé si es una actitud generalizable.

En la novela se habla de la “comedia de la madre” en términos generales, como algo que se da bajo ciertas condiciones y en ciertos momentos indefectiblemente. Pero no sé si todas las madres sienten que esa culpabilidad recae sobre ellas. Tal vez mi madre (la de la novela) no se lo haya planteado así­ expresamente, en esos términos, pero en el fondo creo que ella cree en la inocencia de su hijo porque ella es inocente.

– El libro forma parte de una colección de novela negra pero se descorre bastante del policial: no hay una pesquisa que motorice el relato ni detectives detrás de la dilucidación de un crimen, etc… Hay una madre que intenta desmontar la culpabilidad de su hijo y eso encamina otros planteos ¿Pese a eso “La comedia de una madre” revalida su pertenencia al policial?

– Tal vez no se trate de una verdadera novela policial, sino de una falsa novela policial. Pero siendo una falsa novela policial seguiría siendo una novela policial, sólo que falsa. A la madre la veo en cierto modo como un detective, pero como un detective poco literario, más realista. Conocí uno una vez, en Madrid, que se ocupaba de causales de divorcio, siguiendo a parejas infieles para sacarles fotos. Su narración del trabajo no se parecía en nada a la labor de los detectives literarios. Más bien todo lo contrario: tal como lo describía se trataba del trabajo más aburrido del mundo.

La pesquisa de Angélica se da en ese registro realista: investigar es en muchos casos tedioso y repetitivo. En ese aspecto la veo como una detective. No sólo como una detective, sino como una detective ejemplar. Creo que un detective (pienso en aquel conocido de Madrid) se habría aburrido más de la cuenta con la tardea emprendida por Angélica y no habría llegado al final de la pesquisa.

Allí­ entra en escena la testarudez de la que hablaba antes. Una mezcla de conciencia e inconsciencia, de fines altos y medios bajos, de una gran predisposición hacia las grandes acciones que sólo se realizan con labores aburridas. No conozco nada más aburrido que esperar.

– Ligado a lo anterior, la novela trabaja en la frontera de los géneros, en cierto modo también al borde del verosímil. ¿La idea es desacomodar al lector?

– Ante todo creo que necesito descolocarme a mí mismo: no aburrirme. Descolocar al lector se conecta con esa sentencia de David Foster Wallace que a mi modo de ver es central en literatura, cuya labor consiste en tranquilizar al que está nervioso y poner nervioso al que está tranquilo. Si eso entendemos por descolocar, entonces sí, me interesa.

No sé si esto marca una tendencia en la literatura actual porque no estoy muy al tanto de ella. En 2017, por ejemplo, me dediqué a leer solamente libros de Joe Lansdale, más de 50. No encontraba interés en otra cosa y no veí­a la hora de terminar uno para empezar otro. Así que podés imaginarte la visión torcida que podría tener respecto a lo que es la literatura actual si me guiara por mis lecturas.

– La novela está contada por un narrador que por un lado atiende al devenir de la historia y por el otro propone un canon de lecturas ¿Ese narrador reproduce tu manera de entender la literatura y tus afinidades literarias o es una construcción tan ficcional como el resto de la historia?

– No estoy seguro que las citas respondan a la propensión de establecer un canon. Me interesaba el hecho de que cualquier cita contextualizada adquiere un sentido, no importa ni el contenido de la cita ni el contexto en que termina insertada. La vida se abre camino y el sentido también.

En este caso el narrador soy yo, de modo que la respuesta es sí. Si bien suelo nutrirme en gran medida de novelas que no se parecen mucho a “La comedia…”, al momento de escribir tengo la impresión de que la narración pura no basta. Me refiero a que no basta para mantenerme alerta e interesado en lo que escribo. Sin ciertas digresiones camino con demasiada prisa, quiero llegar al final lo antes posible. Los hechos son veloces, las digresiones son lentas. Sin morosidad no hay novela, de manera que creo que ese es simplemente mi recurso para narrar algo perdurable…perdurable en el tiempo, se entiende; no trascendente.

– Vivimos en un escenario de descrédito de la razón, bajo aquello que se conoce como “la era de la posverdad” ¿En qué medida el punto de vista de la madre, empeñada en demostrar la inocencia de su hijo pese a las pruebas que se acumulan en su contra, funciona como una metáfora de esta primacía de lo sentimental?

– Funciona como una metáfora de la primacía de lo sentimental, sí­, pero sólo aplicable a este caso. Lo que no deja de tener sentido gracias a la intervención de la casualidad y de la suerte también. Por el contrario, hace falta vaciar todo de sentimientos. Donde los sentimientos intervienen, todo se desbanda. A la hora de tomar decisiones, y sobre todo de sentar jurisprudencia, hay que matar los sentimientos. Los sentimientos contaminan todo, nublan la visión, confunden el pensamiento, hacen errar el camino. No sirven. Sirvieron en el caso de Angélica, pero es algo excepcional. Al punto que terminamos escribiendo una novela hablando de ellos.

Télam.



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