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Opinión 21 de agosto de 2017

Mirar al mundo

por Darío Werthein

Hace tan solo un par de semanas impactó con fuerza la noticia de que el actual gobierno empezaría a mirar hacia Finlandia para repensar el sistema educativo local. Rápidamente, e incluso antes de saber cuál sería el intercambio propuesto, detractores y partidarios opinaron con fuerza sobre el tema, haciendo foco en general en cuan bueno o malo ese modelo extranjero. El debate, entonces, se limitó mayormente a votar por sí o por no; dejando afuera algo tan obvio como postergado como el hecho de que ya no se puede pensar un país por fuera del mundo y que, por otra parte, se puede aprender mucho de modelos probados de excelencia.

Es cierto que un método o esquema no funciona de igual forma en cualquier parte del mundo y es verdad que cada rincón del mundo tiene características que no pueden dejar de ser tenidas en cuenta. Pero sí es fundamental comprender que hay una enciclopedia que se hace en conjunto y desde lugares muy distantes. La especialización en una u otra temática, así como los casos que se prueban con éxito en esta era digital, pueden y deben ser tomados como ejemplo. Nadie tiene tiempo (ni la necesidad) de equivocarse mil veces para probar algo que otro ya probó con éxito.

Y no se trata aquí de copiar o reproducir tal cual nada de lo que venga de afuera, sino de entender que estamos frente a una sociedad mucho más activa, abierta y globalizada que convierte miles de kilómetros de distancia en conexiones que viajan invisibles a toda velocidad, que fluyen en décimas de segundos y han logrado transformar por completo la idea de trabajo en conjunto. Es que esa gran enciclopedia del conocimiento mundial cuenta con escribas que no necesitan sentarse uno al lado del otro para construir conocimiento.

La explosión de Internet y todas las tecnologías asociadas modificaron todas y cada una de las conductas. Hoy hay trabajos para los que nadie hubiese podido soñar una carrera hace un par de décadas. Los modelos de negocios han cambiado radicalmente, además de las formas de relacionarse y de expresarse. Y por supuesto que en este contexto las políticas en general no tienen ninguna posibilidad de pensarse bajo esquemas que hace rato quedaron obsoletos. Las políticas educativas, entre todas las posibilidades, no son la excepción.

Por supuesto que, comprendido este contexto y aún puesto en cuestionamiento, es posible que encontremos que el modelo finlandés de educación tiene diferencias irreconciliables con el argentino, del mismo modo que otras propuestas llevadas adelante en otros países pueden darnos buenas ideas que no vamos a poder aplicar tal cual.

Pero hay algo muy valioso en entender que es importante mirar, aprender e inspirarse en aquellos que han revolucionado, por ejemplo, un área tan fundamental para todos como es la educación.

Las redes digitales, la accesibilidad a esa enorme cantidad de experiencia colectiva, es una llave invaluable para alcanzar una democracia más directa. Una en la que la tecnología se encarga de crear conocimiento de un modo más eficiente, achicando como nunca las distancias, permitiendo un intercambio abierto de información y brindando herramientas tan fundamentales como igualadoras.

(*): Coautor del libro “Llegar al Futuro”, director del Grupo W y Director del Consejo Mundial de ORT.