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Cultura 25 de abril de 2016

Recuerdo para el que puso en boca del mundo a Latinoamérica

Por Luciano Testoni @Luchobuendiaok

Gabriel García Márquez.

En números, Gabo vivió 87 años, se casó una vez y tuvo dos hijos. Escribió 11 novelas, 22 libros de no ficción (reportajes, crónicas y compilaciones), participó en 11 guiones llevados al cine, la televisión y el teatro. Murió el 17 de abril de 2014.
La muerte es el final de las cosas que podemos conocer y controlar. Nos obliga a desplazarnos a lo desconocido; si hay un cielo y un infierno, o un viaje en barco hasta nuevas costas doradas más allá de un vasto mar, nunca lo sabremos. Es un tabú a nivel mundial y son muchas las culturas que recuerdan a las personas por la fecha de fallecimiento, honrando su vida con unas palabras gastadas y trilladas. Hoy trataré de no hacer lo mismo.
En los últimos años él había muerto varias veces. Se había despedido con un poema (que los demás le adjudicaron y él luego desmintió) y había sido diagnosticado en reiteradas ocasiones con demencia senil (diagnósticos que quedaron nulos ante su presencia en el que fue su último cumpleaños). La familia guardaba silencio y los amigos, leales hasta el último respiro, no decían nada, pero no hay héroe en esta tierra que pueda quedar en pie después de tantas embestidas. Los boletines oficiales hablaron de cáncer, un cáncer que se expandió por distintos órganos de su cuerpo y posteriormente una neumonía que lo fulminó. Un jueves como cualquier otro, color gris plata en mi cabeza, instalado en su casa y acompañado de la eterna Mercedes Barcha, su esposa, el cuerpo ya herido del escritor se rindió. El 17 de abril del 2014 a las 14.35 (México DF) Gabriel García Márquez murió.
Honestamente no sé cómo hayan sido para él sus últimos días, o aun como amaneció ese jueves que sería su último y de verdad creo que no importa. Yo lo imagino acostado en una cama grande, con sábanas blancas de bordes dorados. Toda la vida que le quedaba, sostenida en las manos de Mercedes, mientras que ella alterna caricias con los buenos recuerdos en común. Lo imagino con una sonrisa infantil, mientras se esfuerza por respirar y dedica sus últimas palabras a la que fue su compañera de más de 60 años. Vistos en mi cabeza, son dos niños grandes aprendiendo a despedirse por primera vez, pero no hay tristeza en ese cuarto, el amor cuida la puerta de entrada. El teléfono no para de sonar, la gente se arremolina frente a las rejas. Periodistas, fotógrafos, lectores, se entremezclan con el tumulto de gentes de ropas viejas y extrañas que empiezan a aparecer. El coronel que sigue esperando la carta que no llega, la Mamá Grande que resurgió de la tumba vestida de juventud, un Aureliano con una cruz de ceniza en la frente. Donde eran dos, solo queda una. Se limpia las lágrimas que se escaparon con la manga de la camisa, y le da un último beso al gran amor de su vida. Mercedes, su gran novela, sale y da la noticia triste a los cuatro vientos.
En números Gabo vivió 87 años, se casó una vez y tuvo dos hijos. Escribió 11 novelas, 22 libros de no ficción (reportajes, crónicas y compilaciones), participó en 11 guiones llevados al cine, la televisión y el teatro, fue el autor de más de 30 cuentos y ganó más de 7 premios importantes en diferentes áreas (periodismo, guion, literatura), entre los que cabe destacar el Premio Nobel de Literatura de 1982. Fue quien puso en boca del mundo a Latinoamérica, punta de lanza del “Boom de Literatura Latinoamericana”. Supo mediar entre el gobierno y las F.A.R.C , fue amigo de Bill Clinton y de Fidel Castro (al mismo tiempo) y actuó como un embajador de Colombia para con el mundo (sin la necesidad de títulos diplomáticos). A fin de cuentas Gabo tenía razón: “La vida es la cosa mejor que se ha inventado”.