Postales poéticas de Mar del Plata: tentativa de agotar la peatonal San Martín
A la manera de Georges Perec, este texto de Sebastián Villalba describe un punto fijo de la ciudad: la peatonal. El narrador observa y anota todo lo que ve, incluso lo más trivial o lo que suele pasar inadvertido, hasta agotarlo. En esa descripción minuciosa, y desde una mirada extrañada y poética, aparecen reflexiones sobre nuestro territorio y quienes lo habitamos.
Por Sebastián Villalba (*)
Sábado 26/04/25
Son las doce del mediodía.
Lo primero que encuentro cuando llego a la peatonal es un kiosco de diarios, lleno de libros y revistas. Una de las revistas tiene en la portada una caricatura del papa Francisco.
Una tienda de recuerdos con muchísimos adornos de delfines.
Tengo una buena vista panorámica de la costa frente a mí. A la derecha del paisaje se ven los edificios de la rambla.
No hace calor, aunque el sol pica un poco. El cielo está casi totalmente despejado. Hay algo de viento molesto.
El gran suelo adoquinado de la peatonal, compuesto de una serie de adoquines de distintas formas.
Alguna que otra bicicleta o moto apoyadas en las luminarias y en los arbolitos que parecen palmeras, pero que no tienen el tronco típico de las palmeras.
En la misma tienda de recuerdos: adornos bastante cómicos; inodoros de cerámica con frases escritas.
Las palomas caminan libremente por la peatonal. ¿Se las puede considerar peatones?
Un señor lleva al hombro una bandera que no reconozco. El señor se fue.
Una vendedora ambulante que vende no sé qué cosa, le insiste a un cliente no interesado. Transcribo: “¡Pero llevate uno a cuatro mil pesitos nomás!”.
Me parece extraño que haya tantos adornos de delfines, siendo que en Mar del Plata no hay de estos animales, más ahora que cerraron el Aquarium.
Un restaurante llamado “Sol naciente”. En la ventana se exhiben los distintos platos, entre ellos, una cabeza de cerdo cocinada.
Jugueterías con demasiados peluches de capibaras o carpinchos.
Hay varios charcos de agua, formados por las gotas que caen de los voladizos de los edificios.
Vuelve a aparecer el señor de la bandera.
Se escucha un señor que estornuda muy fuerte.
Hay hojas marchitas en el suelo, pero no coinciden con los árboles que hay en la peatonal.
Un sujeto repartiendo shampoo y acondicionador, supuestamente gratis…
Se escucha música de fondo. Quisiera tener más conocimiento musical, como para reconocer de quién es la música.
Un pequeño espacio verde con un árbol en el centro. Hay una percha rota tirada en la tierra.
Un cascote de piedra bastante grande, apoyado contra un tacho de basura.
Un local lleno de máquinas de peluches. Aquí fue uno de los pocos lugares en donde logré sacar un peluche de la máquina.
Un perrito con un pañuelo verde en el cuello. En un kiosco le dan alimento para que coma, pero un grupo de palomas se come su alimento.
Se escucha a unos pajaritos piar. Aparentemente, en el voladizo que está arriba mío, hay un nido de palomas.
Una boletería del tamaño de una garita de policía. Está cerrada.
Una familia sentada en una mesa al aire libre, observa atentamente a una paloma, como si fuese una atracción más.
A lo lejos, una nena haciendo un berrinche se tira al piso.
Un edificio en reparaciones. La zona está clausurada, y la estructura está cubierta con una gran lona.
Hay muchas tapas de alcantarilla repartidas por toda la peatonal. Algunas están disfrazadas con adoquines.
Me cruzo a dos señoras que conversan y se quejan de la gente chirusa.
Se escuchó un estallido detrás mío. No llegué a ver qué fue lo que lo provocó.
Pasa el perrito del pañuelo verde, al parecer se aleja del kiosco y se va para otro lado.
Hay muchos carteles que tienen los precios de los negocios escritos con tiza.
Cada tanto, hay tramos de suelo liso, que cruzan la peatonal en su ancho.
Un señor grita: “¡Encendedores tres por mil, pañuelos!”
Frente a un kiosco de diario, de color naranja, hay cuatro barriles –naranjas también– que sostienen una vara bastante larga… ¿Qué clase de estructura es esta?
Para mi desgracia, acabo de pisar un excremento que estaba en medio del camino… Se ve a mucha gente paseando a sus perros. Aunque al parecer no todos son conscientes de traer bolsitas…
Respecto a los vendedores ambulantes: hay bastantes y, en general, son muy insistentes con la gente.
Hay muchas colillas de cigarrillos tiradas por el suelo, a pesar de que hay tachos de sobra.
La peatonal está bastante oscura a causa de los edificios y de la posición del sol. Solo uno de sus lados está bien iluminado.
A pesar de la cantidad de lugares de comida que hay, se siente poco aroma a comida.
El Banco Provincia, la entrada está bastante sucia y sin barrer.
Una librería que a la vez es un kiosco.
El frente del banco está cubierto de andamios, hay que tener cuidado de que no te caigan gotas en la cabeza.
Un tipo sube con destreza por el andamio hasta el techo del banco.
Más o menos en el centro de la peatonal, hay una garita de policía. Es de apariencia rara, tiene un mecanismo que le permite elevarse del suelo y también tiene ruedas. El vidrio, medio polarizado, no deja ver si hay alguien dentro.
Muchos sobrecitos de azúcar y plumas tirados por el piso.
Un local con juegos de mesa, artículos de casino y varios encendedores con diseños curiosos.
Cada tanto se encuentran unos cilindros extraños que emergen del suelo, pegados a las paredes de los negocios.
Digo extraños, porque están como amontonados todos juntos y en desorden, pero deben de tener alguna función que no conozco.
La típica botonera en la entrada de un hotel.
Servilletas tiradas por el piso.
Una tapa de alcantarilla llena de agua.
En un ventanal; un maniquí en una posición muy cómoda, recostado con las manos en la nuca.
Recibos tirados por el piso.
Un auto pasa remolcando un puesto de algodón de azúcar.
Todos los kioscos tienen estos molinillos de viento hechos de plástico…
Un tacho de basura con un diseño algo estilizado.
Se escuchan perros ladrando a lo lejos.
Llegué hasta la plaza San Martín. Esta sección de la plaza está fusionada con la peatonal.
Muchas motos estacionadas. Una de ellas está totalmente cubierta por una lona, tanto que parece un regalo envuelto.
Hay una fuente de agua en esta parte de la peatonal, pero hoy está medio vacía…
Un puesto de pochoclos con un peluche de un gorila en el techo.
La catedral “Basílica de los Santos Pedro y Cecilia”. Es muy preciosa.
Un convenio de palomas en el techo del edificio contiguo a la catedral.
Un árbol que se asemeja a un bonsai gigante.
Un edificio con un mural estilo cubista.
La reja de la catedral está llena de carteles en memoria al papa.
Una bandera argentina y otra del Vaticano.
Desde el puesto de pochoclos viene un aroma a azúcar muy fuerte.
Dentro del puesto de pochoclos hay un mono de peluche que maneja un timón, como si fuese un barco.
El ruido de los granos de maíz reventando en la pochoclera.
Un perro le ladra a la pochoclera.
Un sujeto arma un puesto de tatuajes temporales.
Alguien patea hacia otro lado la basura que está en la entrada de su negocio.
Una botella abandonada en un rincón, afuera de un restaurante.
Vi a alguien con una espada de globo, pero no encuentro a quien las vende.
Una barrendera limpia las colillas tiradas en el suelo.
Hasta acá por hoy. Son las dos y veinte minutos.
Lunes 28/04/25
Son las tres de la tarde.
Hoy están trabajando en la obra en construcción del sábado. Quitaron la lona y están cortando pedazos de la mampostería.
Un nenito jugando con una pelota desinflada.
El clima es casi igual que el del sábado, solo hace un poco más de calor y de a momentos hay un viento fuerte.
Un par de bolsas vacías, impulsadas por el viento, corren una carrera a toda velocidad por la calle.
Un bebe, con una correa puesta, pasea con su mamá.
Más botellas solitarias, abandonadas en rincones.
Un montón de tubos de cartón tirados en el suelo.
Encontré al payaso que vendía los globos de ayer.
En la plaza San Martín de vuelta: una pareja joven con un bebe me pide que les saque algunas fotos, con el cartel hecho de piedritas —que tiene el nombre de la ciudad— que está en la plaza. Saco un par de fotos y me lo agradecen.
Estoy frente a la catedral. La peatonal está a mi izquierda. Unas señoras al lado mío hablan de su viaje a Tandil.
El puesto de pochoclos de ayer está alejado de donde estoy, pero aun así llega su aroma hasta donde estoy sentado.
Hay muchas palomas y gorriones.
Una mujer intenta llamar a los pájaros. Me gustaría transcribir el sonido que hace, pero no se me ocurre una onomatopeya adecuada.
Más gente se saca fotos frente al cartel de Mar del Plata.
Los pajaritos me rodean. Se asustan cuando estornudo. Por donde vivo es difícil tenerlos cerca, acá los tengo encima mío.
Dos chicas se sientan al lado mío y comen heladitos.
Un grupo de personas vestidas con túnicas de la iglesia comiendo algodón de azúcar.
Un pajarito picotea inútilmente un trozo de madera.
Se siente raro ver como las nubes se mueven tan rápido por el cielo. Usualmente, el cielo constituye una imagen bastante estática, que pareciera cambiar solo cuando no la ves.
A lo lejos hay una heladería. La gente se ve reflejada cuando pasa frente al ventanal. El reflejo es apenas perceptible desde esta distancia.
La catedral tiene, desde mi ángulo de visión, tres capillas con cruces en las cimas. La del centro es la más grande y además tiene un reloj al estilo Big Ben.
Los pájaros vuelan en grupo y muy bajo, parece como si se precipitara una nube aviar sobre la gente que camina por la peatonal.
Hay un arbolito cambiando dólares.
Un tipo rapea y baila mientras camina. Su ropa es extravagante. Sus letras son bastante obscenas.
Se escucha cómo frenan los colectivos a lo lejos.
Hasta acá. Son las tres y cuarenta minutos.
(*) Este texto fue elaborado en el Taller de Oralidad y Escritura, materia de la carrera de Letras de la UNMdP, dictada por el docente Matías Moscardi. Después de leer y analizar Tentativa de agotar un lugar parisino (1975) de Georges Perec, se les propuso a los estudiantes imitar los procedimientos usados en este texto: ir a un punto fijo de la ciudad en distintos horarios y tomar nota de todo lo visto. El resultado, un listado de personas, objetos y situaciones de la vida cotidiana, de todo aquello que suele pasar desapercibido por la mirada automatizada y rutinaria, pero que demuestra, como dice Moscardi, “todos los datos históricos, culturales, sociológicos y estéticos que aparecen cuando nos sentamos un par de horas a mirar con atención cualquier lugar de la ciudad”. Esta es la primera Tentativa de agotar un lugar marplatense de una selección que saldrá publicada bajo el título Postales poéticas de Mar del Plata de LA CAPITAL. Cada texto escrito por los alumnos de este taller universitario es una invitación a redescubrir nuestro territorio con ojos de poeta (leer más sobre este tema haciendo clic acá).
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