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Policiales 20 de agosto de 2025

Se cumplen 40 años de la mañana de 1985 en la que tres muertes parieron a Pepita La Pistolera

El 20 de agosto de 1985, Margarita Di Tullio era una mujer con antecedentes penales que regenteaba prostíbulos en el puerto de Mar del Plata. Se había alejado del delito duro hasta que una mañana mató a tres hombres en su propia habitación. Nació la trascendencia pública de Margarita Di Tullio y por primera vez se la llamó Pepita la Pistolera.

Margarita Di Tullio

Por Fernando del Rio

Margarita Di Tullio tenía 37 años en 1985 y gracias a las ganancias de sus boliches “Rumba” y “Neisis” había logrado comprar una casa en calle Marcelo T. de Alvear 251, a solo una cuadra del hogar de sus padres. También había sido más que decisivo el aporte de su pareja, Guillermo Schelling, que ya era capitán de barcos de pesca y le ingresaban grandes cantidades de dinero en una época en la que el Puerto de Mar del Plata generaba riqueza en varios niveles de los trabajadores.

Allí en ese departamento de planta alta vivía Margarita en el año 1985 una vida de familia, una familia singular por su conformación y por las mismas características de su profesión. Parecía no quedar nada de aquella mujer vinculada al delito. Sí vivía en los bordes, en los límites, como cualquiera que tiene antecedentes y desarrolla una actividad lindante con lo ilegal, por más que la fachada de sus prostíbulos fuera la de “bares de copas”. Debía Margarita tener la mano firme al momento de negociar con la policía, con la Justicia, con los otros proxenetas y con las mismas chicas que traía a trabajar a sus negocios. También para poner orden en las noches que algunas veces se tornaban violentas. Por eso fue que buscó a gente que le pudiera solucionar los conflictos y uno de los más nombrados en Mar del Plata era un tal “Tarta” Lozada. Alejandro “El Tarta” Lozada, muchacho escapado de una familia bien, peleador, conflictivo, fue convocado y empezó a hacer algunas tareas de custodio, pero no más que eso en Neisis y Rumba.

El Tarta Lozada, un desconocido, Margarita, Córdoba y Schelling, en una foto tomada poco antes del Triple Crimen.

El Tarta Lozada, un desconocido, Margarita, Córdoba y Schelling, en una foto tomada poco antes del Triple Crimen.

La familia de Margarita estaba compuesta por aquellos años por su pareja Guillermo Schelling, los dos hijos Mauricio y Gustavo, con su otro hijo Gabriel Triviño y con una adolescente de 14 años que en algunas posteriores actas policiales figuraría como “hija adoptiva” y a la que se la conocía como La Polaca. Era una menor que Margarita había traído del norte mesopotámico en uno de esos viajes para “conocer chicas” que quisieran trabajar en sus bares. La Polaca fue ingresada a la familia casi como una hermana mayor y para que cuidara a los tres niños.

A mediados de 1985 Margarita Di Tullio continuó con su plan de apoderarse de toda “la noche” de la calle 12 de Octubre y el 2 de junio, con la firma de Schelling, se formalizó un contrato para “asociarse” con un hombre llamado Jorge Baliozian, que por entonces era el propietario del pool “444”. Este sitio era pool y pizzería, y quedaba en 12 de Octubre y Rondeau. Margarita y Schelling entendieron que la mejor persona para poner a cargo del lugar era “El Tarta”, ya que podía garantizarle seguridad, traer gente del “centro” y, además, por si le faltaba algo, era un gran jugador de pool. Eso también suponía atraer nuevos clientes que en el círculo vicioso de la nocturnidad podían acabar en Rumba o en Neisis.

Todo marchaba a la perfección los primeros días, incluso allí se celebró el cumpleaños de 15 de “La Polaca” y la familia Di Tullio-Schelling era una familia feliz. Pero la noche trae la oscuridad de los negocios, es suelo fértil para la desconfianza y supone un estímulo para el delito. Lozada (30 años) había arreglado que no cobraría un sueldo por sus tareas, pero sí accedería al 25% del negocio cuando éste estuviera consolidado. Junto a él trabajaba su novia Mónica Strapko, su hermano Mariano (22) y los frecuentaba también un amigo de todos, Américo Córdoba (21). Hay quien sostiene que a Margarita no le gustó que el carácter pendenciero de “El Tarta” Lozada causara problemas constantes, algunos de ellos con la policía de la comisaría tercera. Esta comisaría era la que tenía jurisdicción en todos los negocios de Margarita Di Tullio.

Lo cierto es que no había llegado aún julio cuando Margarita los echó a todos. Los quería, hasta les había prestado un departamento para que vivieran Lozada y Strapko. Por eso las versiones sobre lo que originó el despido son aún encontradas. Del lado de los Lozada aseguran que “El Tarta” se negó a ir a matar al “Loco Martín”, un delincuente que había amenazado a Margarita. Por la causa que fuera, todos fueron echados. En buenos términos, pero echados.

En la puerta del Pool 444 se observa el Renault 18 de Margarita Di Tullio.

En la puerta del Pool 444 se observa el Renault 18 de Margarita Di Tullio.

El acuerdo indemnizatorio fue de 300 dólares y una videocasetera, pago que se concretó de una manera especial. Al momento de dejar de trabajar, “El Tarta” y su grupo recibieron 150 dólares, y el resto lo iban a cobrar en unos días. En tan buenos términos había culminado aquel vínculo laboral que el 5 de julio, día del cumpleaños 9 de Gabriel Triviño, Margarita le pidió a Strapko que la acompañara al Hotel Dorá para alquilar un auto. El problema que tenía Margarita es que ese tal “Loco Martín” la andaba buscando y ella sabía que dejar su Renault 18 verde estacionado en la puerta de sus boliches era “regalarse”.

El viernes 5 de julio de 1985 Margarita Di Tullio alquiló un Ford Sierra por un día, acaso para tener tranquilidad en el cumpleaños de su hijo. Al día siguiente debía devolverlo, pero no lo entregó y avisó a la agencia que se lo quedaría unos días más. El fin de semana se lo prestó a Lozada para que fuera hasta Dolores -según se comentó entonces para realizar un trabajo de albañilería- con la condición de que lo devolviera el lunes. Sin embargo “El Tarta” Lozada no apareció y Margarita tuvo que usar sus contactos con la policía para ubicarlo en esa ciudad. A quien llamó fue a Mario Deshusses, el jefe del Destacamento Caminero de Dolores. Deshusses en 1997 alcanzaría la jefatura de la División Narcotráfico de la Policía Bonaerense.

Cuando Lozada y su gente retornaron a Mar del Plata, dejaron “tirado” el Ford Sierra (en Falucho y Córdoba) con daños en el tren delantero y en la carrocería. Eso supuso no solo que Margarita tuviera que abonar los arreglos, sino también la demora en la entrega. El 26 y 30 de julio Margarita recibió en su casa al responsable de la agencia de alquiler, un hombre de apellido Acuña, y le pagó una parte de lo adeudado. Cuando el gerente le dijo que faltaba, Marga le mostró un revólver calibre 38 y le dijo que no había más dinero. Que con lo pagado era suficiente.

La relación con “El Tarta” Lozada ahí sí ya estaba rota, pero pese a eso él insistió en cobrar el resto de la indemnización. Ante esos reclamos Margarita o Schelling le decían que el tema ya estaba saldado por lo del auto. Lozada no se dio por vencido hasta que el 19 de agosto Schelling le dijo que pasaran al día siguiente, a la mañana para hablar. Los hermanos Lozada y Américo Córdoba no durmieron esa noche. Tomaron unos tragos en el café Les Amis, de Santiago del Estero y Bolívar, y con plata prestada se fueron en taxi hasta la casa de Marcelo T. de Alvear.

Croquis de la escena del crimen incorporado a la causa.

Croquis de la escena del crimen incorporado a la causa.

Margarita y Schelling amanecieron con la cama matrimonial compartida con “La Pato”, la persona de más confianza de ambos. Era su empleada predilecta en “Rumba” y “Neisis”, les manejaba las cajas, cubría a Marga cuando no estaba. Y además eran una gran amiga. Cuando los hermanos Lozada y Córdoba llegaron a la casa en la mañana del 20 de agosto, Marga y La Pato estaban aún acostadas.

Todos los eventos que ocurrieron adentro de ese departamento entran en la historia judicial de Mar del Plata y le dan forma a uno de los casos criminales más impactantes y misteriosos. Hay tres versiones: la de Margarita Di Tullio, la del juez Bernado René Fissore (junto a la fiscal Graciela Arrola de Galandrini y el fiscal de Cámara, Juan Alberto Ferrara) y la de la Cámara de Apelaciones. En realidad, lo que cambia en sus reconstrucciones no son los hechos, sino las motivaciones. Y una declaración habría de terminar siendo fundamental para la suerte de Margarita Di Tullio: la declaración de la “hija adoptiva” a quien llamaban “La Polaca”.

Es indiscutido que los hermanos Lozada y Córdoba llegaron a la casa cerca de las 9 de la mañana. Que subieron y que estaban desarmados. También que en el departamento estaba toda la familia: los tres hijos, “La Polaca”, Schelling y “La Pato”. Schelling fue quien los recibió y se fue al living, donde inició el diálogo hasta que los tres pasaron a la habitación. Allí en la cama estaba Marga y también “La Pato”. En medio de discusiones, Marga tomó su revólver Tac calibre 38 y disparó cuatro veces. Dos disparos dieron contra “El Tarta”, uno en región external media, cuarto espacio intercostal, y otro en el deltoides; otro proyectil impactó en la muñeca izquierda de Mariano Lozada; y el restante en región intercostal izquierda en séptimo espacio de Américo Córdoba.

Schelling, que había quedado en la puerta de la habitación, accionó su Smith & Wesson calibre 38 varias veces e hirió a Mariano Lozada en tetilla izquierda y perforó la ropa en la zona del hombro derecho. También alcanzó una bala a Córdoba en la ingle izquierda. Pero además hubo un disparo que rozó una pierna de Margarita y, ante la ausencia de otras armas, se le atribuyó al revólver de Schelling. Los hermanos Lozada y Córdoba murieron en el acto. Margarita fue detenida en su casa.

detencionmarga

Poco después, en medio de un gran revuelo barrial, llegó la policía. El flamante comisario de la Tercera, Norberto Padilla, se presentó en el lugar y se encargó de las primeras actuaciones. Padilla volvería a aparecer años más tarde en la vida judicial de Margarita Di Tullio, en un hecho sorprendente y vergonzoso.

En la crónica policial del diario LA CAPITAL publicada el viernes 23 de agosto el periodista Heberto Calabrese llegó a la conclusión de que Margarita Di Tullio era la misma mujer que 16 años atrás había sido detenida por asaltar a mano armada a parejas en la costa. Entonces, tuvo la ocurrencia de llamarla Pepita La Pistolera, la protagonista de una canción mexicana que alcanzó el éxito en 1959. La cantaba Ana María Cachito y decía “pues ya llego la fiera, Pepita La Pistolera// Andele manito, que quieren con eso matones, que las mujeres también matamos”.

Fue ese día y no en 1969, como muchos aún aseveran, que Margarita Di Tullio se convirtió para la sociedad en “Pepita, La Pistolera”.

El después

Los cadáveres de los hermanos Losada y de Américo Córdoba se enfriaban en la morgue municipal mientras Margarita Di Tullio buscaba algo de calor en la celda del Destacamento Femenino. Hasta allí la había llevado la policía acusada del triple asesinato aun cuando, con llamativa tranquilidad, ella aseguraba que  apenas se había defendido.

En su primera declaración ante el juez Fissore, Margarita Di Tullio explicó que había disparado sola y que era responsable única de las tres muertes, pero que lo había hecho para defenderse. “Nos querían violar, a mí y a Pato”, dijo entre otras palabras más soeces y descriptivas también.

Los policías que habían trabajado en la escena del crimen entendieron que se trataba de un fusilamiento y también que además del arma accionada por Margarita Di Tullio había otra. Solo los peritos habrían de arrojar luz sobre los hechos, pero estaba claro que todos los accidentes balísticos no podían haber sido producto de los disparos de un solo revólver.

Mientras los familiares de los muertos pedían justicia y hablaban de una emboscada (la madre de Córdoba, Strapko y la ex esposa de “El Tarta” encabezaban los reclamos), Marga se mantenía firme en su versión. En las calles de Mar del Plata algunos ya empezaban a usar el apodo de Pepita La Pistolera. Los medios locales trataron ampliamente el caso y los nacionales se atrevieron a opinar a la distancia. La condición de dueña de prostíbulos y aquel ya añejo antecedente por asaltos a mano armada hacían poco creíble su relato de los hechos. Y para su mal, se reafirmó la idea de culpabilidad cuando llegaron los resultados de los peritos estableciendo que ella no había disparado sola , que había mentido y que Schelling también lo había hecho. El 28 de agosto, una semana más tarde de los asesinatos, Schelling cayó preso.

Los abogados del matrimonio apelaron la acusación de homicidio triplemente agravado y exigieron que se entienda el caso como un exceso en la legítima defensa, estrategia para lograr la libertad de ambos y aspirar a una pena de cumplimiento condicional. Solo uno días después, la Cámara de Apelaciones, sin el consenso de sus componentes, pero sí por mayoría, les dio la razón a los defensores y puso en libertad a Margarita y a Schelling. Esa medida causó indignación en gran parte de la sociedad y por supuesto de los mas cercanos a las víctimas. Mucho más cuando Marga salió sonriendo de Tribunales delante de todos ellos.

El mito ya empezaba a construirse en torno a “Pepita La Pistolera”. Se decía que dormía siempre con un arma bajo la almohada. Que no era un arma, sino dos. La gente empezaba a imponer las alucinantes imaginaciones a la verdad, como que cuando era joven la habían detenido tras haberse enfrentado a la policía con, una vez más, dos armas. Que les había disparado a tres hombres en su habitación por debajo de la sábana. Margarita quedaba postergada a un círculo pequeño y Pepita salía a dar la cara por ella.

El proceso

El proceso penal contra ambos siguió adelante pero nunca más fueron detenidos en esa causa. Margarita afrontó su rol de madre nuevamente con la certeza de que muchas cosas debían cambiar. Para empezar con ese desafío la familia no regresó a la casa del Triple Crimen. Vivían todos en lo de un pariente mientras “La Pato” se encargaba de regentear los dos prostíbulos.

La fiscal Arrola de Galandrini pidió  una pena de 25 años de prisión para Di Tullio y 16 para Schelling por el Triple Crimen y, con sus tiempos habituales, la Justicia recién falló el 30 de septiembre de 1986. El propio juez Fissore impuso la pena directamente, convencido de que a los hermanos Losada y a Américo Córdoba los habían matado en una emboscada. Le aplicó 20 años de prisión a Margarita Di Tullio y 16 a Guillermo Schelling, y en un pasaje de la sentencia Fissore fue claro: “debemos tener en cuenta que Margarita Di Tullio es una persona de las que podrían denominarse ‘de armas llevar’, que siempre anduvo armada a tal extremo que cuando se encuentra en su domicilio a solas en horas en que toda ama de casa se dedica a los quehaceres del hogar ella lo hace con un revólver en la cintura”.

Al apelarse esta condena, los dos siguieron en libertad. Y un año más tarde, el 1° de septiembre de 1987, la Cámara de Apelaciones revocó el fallo e impuso lo que había dicho antes: exceso en la legítima defensa. Solo 3 años de prisión en suspenso gracias a un testimonio, gracias a creerle a una persona de las que estaba dentro de la vivienda donde sucedió el Triple Crimen. Una persona que luego desaparecería de la vida de la Di Tullio y que no sería otra que “La Polaca”. Esa adolescente traída del norte mesopotámico dijo que los tres hombres habían entrado de manera violenta a la casa. El primer juez no le creyó y por eso descartó la agresión inicial y justificativa de una defensa legítima. La Cámara sí y Margarita no pagó esos crímenes. Hoy La Polaca es una mujer de más de 50 años que vive en ese distante norte mesopotámico del que alguna vez la trajo Margarita Di Tullio a Mar del Plata. Esa adolescente fue la verdadera heroína -si es que existió alguna- en la historia judicial de “Pepita La Pistolera”.