Esa Plaga de Polleras presenta libro sobre Gabriela Mistral para trabajar en las aulas
La investigadora e ilustradora Carolina Bergese cuenta a LA CAPITAL sobre el séptimo volumen de este proyecto editorial de Eudem que recupera la obra de pioneras en la reivindicación de los derechos de las mujeres. Este sábado a las 17, en la Feria del Libro, presentan su novedad literaria, que reúne textos no tan conocidos de la poeta chilena, a 80 años de la entrega de su premio Nobel.
Gabriela Mistral, ilustrada por Carolina Bergese para la colección Esa Plaga de Polleras.
Con el título “Gabriela Mistral. Criatura vagabunda, desterrada voluntaria”, la colección Esa Plaga de Polleras suma su séptimo volumen y rinde homenaje a una figura fundamental de la literatura latinoamericana. Destinada a estudiantes de escuelas secundarias y a todo lector curioso, la obra reúne textos poco conocidos de la poeta chilena: poemas, artículos periodísticos, decálogos y fragmentos de su pensamiento pedagógico, que permiten redescubrir su voz en su complejidad.
Creada por las docentes e investigadoras Marinela Pionetti, Milena Bracciale, Rocío Sadobe y Carolina Bergese, del Departamento de Letras de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Esa Plaga de Polleras busca rescatar las voces de mujeres que, entre los siglos XVIII y XX, pensaron la literatura, la educación y lucharon por la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres. Por la colección, publicada por Eudem, ya pasaron nombres como Mary Wollstonecraft, Juana Manso, Rosa Guerra, Mary Mann, Emily Dickinson y Alfonsina Storni. Además de los libros –disponibles en formato digital y de acceso libre– el proyecto se expande con un podcast en Spotify, una presentación interactiva en Genially y redes sociales (Instagram y X) donde suben contenidos literarios y didácticos sobre las autoras. Además, cada volumen contiene actividades de lectura y escritura para trabajar en el aula.
Profesora y licenciada en Letras, magíster en Letras Hispánicas e ilustradora, Carolina Bergese es investigadora especializada en literatura latinoamericana y está a cargo de este nuevo volumen dedicado a Mistral, así como de la ilustración de este y otros títulos de la colección. Este año fue seleccionada por el Museo Gabriela Mistral de Chile para participar de un encuentro con charlas magistrales en el marco del 80° aniversario del Premio Nobel de Literatura otorgado a la autora. Allí recorrió la ruta mistraliana y conoció los paisajes donde la escritora forjó su identidad y su obra.
Además, Bergese trabaja como ilustradora especializada en el vínculo entre la palabra y la imagen; ha colaborado en colecciones, fanzines y eventos culturales de Mar del Plata y, desde la pandemia, comparte en su cuenta de Instagram (@caromask22) un diario ilustrado donde plasma, a través del dibujo, sus lecturas. Antes de la presentación que harán las editoras de este volumen en la Feria del Libro “Mar del Plata Puerto de Lectura”, que tendrá lugar en el Espacio Comunidad y Energía (Mendoza 2800) el sábado 15 de noviembre a las 17, Bergese cuenta a LA CAPITAL por qué la voz de Mistral sigue resonando en los lectores del siglo XXI.

Ilustración de Carolina Bergese.
-¿Por qué eligieron incorporar a Gabriela Mistral a la colección Esa Plaga de Polleras?
-Elegimos a Gabriela Mistral como la séptima plaga de esta colección, en primer lugar, porque las integrantes del colectivo Esa Plaga de Polleras somos docentes e investigadoras de la Universidad Nacional de Mar del Plata, por lo que todas las protagonistas de esta colección tienen que ver con los objetos de estudio que están enmarcados en proyectos de investigación de nuestras cátedras y de nuestra facultad. Y, en este caso, Gabriela Mistral es la autora en la que estoy trabajando yo en este momento, así que creímos que fue una buena oportunidad para elegirla. Además, justo este año se cumplen 80 años del premio Nobel de Literatura que ella obtuvo. Fue la primera mujer latinoamericana en ganarlo y de hecho todavía es la única. Es muy importante este año en Chile por toda la repercusión de esta efeméride.
-¿En qué sentidos fue una pionera?
-Fue una pionera en muchos sentidos. Siempre fue reconocida por su labor como educadora. En cada escuela donde estuvo, cambió los entornos en los que se encontraba, construyendo bibliotecas, organizando conversatorios, acercándose a los obreros. Además fue una de las personas que acompañó a José Vasconcelos en la reforma educativa. También fue pionera en tener reconocimiento internacional, en ser diplomática, fue la primera cónsul chilena mujer y fue una mujer a la cual se la escuchó a pesar de que muchas veces estuvo rodeada de chismes y de leyendas negras. Creemos que recuperar su voz tiene un gran valor. Durante mucho tiempo, su figura tuvo una imagen cristalizada, de mármol, en “la madre de América”. Pero de a poco comienza a revisarse con una mirada más compleja, que contempla también sus claroscuros.
-El título del libro es “Gabriela Mistral. Criatura vagabunda, desterrada voluntaria”. ¿De dónde viene esta frase y qué condesa de la vida y la escritura de Mistral?
-Todos los títulos de la colección llevan un pequeño epígrafe que de alguna manera retrata algún aspecto de las autoras y por lo general son frases que ellas mismas dijeron. En este caso, “Criatura vagabunda, desterrada voluntaria” es una frase que aparece en los diarios íntimos. Ella escribía continuamente cuadernos en su intimidad, en los que cuenta gran parte de su vida dando vueltas por el mundo. Ella se llamaba también a sí misma una “patiloca” porque andaba viajando por su trabajo como cónsul, como representante de diferentes organismos internacionales. Estuvo en México, Estados Unidos, Nápoles, Francia, Portugal y, aunque viajaba mucho, siempre tenía en su memoria su lugar de nacimiento.
Y es una “desterrada voluntaria” porque al principio no fue muy querida por los chilenos y estuvo mucho tiempo alejada de su patria por diferentes situaciones geopolíticas, pero siempre llevaba en su interior el reconocimiento a su patria chica, que eran sus lugares de la infancia, donde ella se crió y donde nació, que fue Monte Grande y Valle del Quis.

-¿Se puede saber qué textos reúne este libro y cómo fue ese proceso de selección?
-Gabriela Mistral escribió diferentes tipos de textos, poesía, cartas, crónicas, ensayos, artículos que publicaba en diarios, a los que ella nombró como “recados”, un molde muy particular que ella misma creó y que remite a una dimensión oral, a dar un mensajito entre unos y otros.
Nuestra colección tiene una cierta estructura y una cierta organización pensadas para trabajar en escuelas secundarias, en primer lugar, pero también para cualquier persona que se acerque o quiera conocer la vida de estas mujeres. Por lo tanto, tiene primero un pequeño prólogo, una biografía de la autora y luego tiene algunas curiosidades, como la referencia a su seudónimo o la amistad con Victoria Ocampo, o qué decían de ella escritores como Borges, Vicente Huidobro o Juan Marinello, y qué dijeron también diferentes mujeres sobre ella.
Después decidimos seleccionar textos que no son muy conocidos. Elegimos un poema que hace una reversión de Caperucita Roja, un recado sobre el romero, un fragmento de un discurso donde ella habla cómo son sus versos, fragmentos donde ella se define a sí misma, y un poema muy hermoso que es “Todas íbamos a ser reina”, que hace poco se viralizó porque Mon Laferte aludió a él cuando recibió el Premio Latin Grammy en 2024. Así que tratamos de recuperar textos que sigan hablando al presente o que sigan haciéndonos pensar.
-Y en el campo de la educación, ¿qué ideas les interesaron destacar y cuáles creen que siguen siendo vigentes?
-En el campo de la educación, ella fue muy importante, primero para Chile, porque recorrió gran parte de su país como maestra y directora. Escribió muchos textos sobre educación, de hecho hay un volumen de la editorial universitaria de Valparaíso que reúne su pensamiento pedagógico en una edición hermosa. Ella ha publicado muchos de sus textos en diferentes diarios locales, que luego fueron reunidos. Hay varios decálogos sobre la maestra, que lo incluimos, además del decálogo del artista.
Escribió textos especialmente dedicados a los niños, como las rondas o textos para que las maestras usen en sus clases. Y cuando fue la reforma educativa, en México le pidieron que publicara un libro de lectura dedicado a las mujeres.
También es interesante su discurso “El oficio lateral”, donde termina bastante desencantada de la educación y dice, entre otras cosas, que la educación se ha vuelto mecánica, tediosa y propone a los maestros que tengan un oficio lateral, o sea, un oficio en el cual pudieran tener un cable a tierra. Para ella, era la poesía, la huerta, es decir, oficios que le permitían volver al aula renovada. También eso nos pareció bastante moderno y cercano, como cuando denunciaba la situación laboral de los docentes, los bajos salarios, problemáticas que hasta el día de hoy nos suenan. Así que es una voz que todavía nos sigue hablando del presente, aunque obviamente es un tipo de educación que está muy atravesada por la religión en algunos casos. Pero así todo, sobre la cuestión laboral, sobre cómo dar la clase, cómo pensar los contenidos, todavía son materiales que nos permiten reflexionar.
-¿Cómo dialoga Mistral con las otras autoras que forman parte de Esa Plaga de Polleras?
-Con respecto a la educación, hay una cierta cercanía con el pensamiento de Juana Manso. Me parece que son dos mujeres que están pensando la escuela, las aulas, las infancias, las metodologías, el cómo dar las clases. En ese sentido son mujeres que estuvieron muy presentes en las coyunturas. Ambas dieron conferencias, charlas, y fueron también muchas veces denostadas por su corporalidad, pensadas como feas, como corpulentas, grandotas. Hay algo que las hermana también por ser un tipo de mujeres disidentes, que creo que eso también es un rasgo bastante interesante en la figura de Mistral y que ahora está siendo puesto en un primer plano.
“Gabriela Mistral fue la primera mujer latinoamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura y todavía es la única”.
-Viajaste a Chile e hiciste la ruta de Gabriela Mistral en el marco del aniversario de la entrega de su premio Nobel de Literatura. ¿Cómo fue esa experiencia y cuánto influyó en el armado del libro?
–Este año tuve la oportunidad de haber viajado a Chile gracias a una convocatoria que hizo el Museo Gabriela Mistral, que se encuentra en Vicuña, el lugar donde nació la mismísima Mistral. Hay una biblioteca y un museo muy impresionante, que además tiene como particularidad que conserva los libros que ella marcó, que ella estudió, los que quedaron en Estados Unidos y que su albacea, a pedido de ella, envió para que sean parte del patrimonio chileno.
Como este año se cumplen los 80 años del recibimiento del premio Nobel de la Literatura, ellos organizaron un seminario en el cual hubo cuatro charlas magistrales y convocaron a personas para que postulen sus charlas. Bueno, me anoté un poco por azar y fui seleccionada. Por lo tanto, tuve la oportunidad de visitar ese espacio que fue maravilloso porque me permitió conocer materiales de primera mano de Gabriela Mistral, y me permitió hacer la Ruta Mistraliana, que empieza en La Serena, en la costa del Pacífico, y luego uno accede al Valle del Elqui, donde se encuentra Vicuña y un montón de pueblitos donde ella trabajó y vivió, entre ellos, Monte Grande, donde vivió gran parte de su infancia.
Para mí fue muy importante conocer los espacios que ella menciona todo el tiempo en sus textos porque si hay algo que está presente, es ese espacio de la infancia que fue tan importante para su conformación, para su identidad y que, a pesar de que ella es una “patiloca”, vagabunda, errante voluntaria, sin embargo todo el tiempo está pensándose desde ese lugar, desde la maestra rural, desde la mujer que vive entre las montañas, por lo tanto es un lugar de enunciación muy profundo. Haber estado ahí me permitió terminar de entender la obra de Mistral, porque estar en ese lugar implica conocer los lenguajes, los aromas, las sensibilidades que ahí se pueden entretejer.
Así que fue muy importante para mí haber hecho este viaje porque me permitió conocer intelectuales que estaban pensando a Mistral desde nuevas perspectivas y además me permitió conocer detrás de escenas, espacios que fueron importantes para pensar mis investigaciones en primer lugar y después hacer este libro desde un lugar muy sensible.
-¿Y qué huellas de ese viaje quedaron en las ilustraciones de este libro?
-En principio, tratamos de seguir una línea similar en los volúmenes de toda la colección. Por ejemplo, las tapas que yo ilustré siguen una estética de un dibujo lineal. A mí me gusta trabajar como referencia con las fotografías de época, con los vestuarios, pensar en los atuendos, toda esa reconstrucción un poco arqueológica y ver cómo eso se puede reproducir o pensar desde el presente.
Por otro lado, decidí tomar algunas ilustraciones que ya había realizado para un fanzine que fue resultado de una charla que di en relación con la amistad de Victoria Ocampo con Gabriela.
Y después hay diferentes ilustraciones relacionadas con los textos, por ejemplo, con el poema “Todos íbamos a ser reinas”, donde elegí plasmar una escena de amistad que está muy vinculada con ese texto y que tiene que ver con Monte Grande y el Valle de Elqui, este espacio tan importante para Mistral. Muchas veces las ilustraciones tienen que ver con tratar de pensar o de enriquecer los textos o que el volumen tenga una visualidad que permita hacer diálogos entre los textos y las imágenes. Así que muchas veces tienen que ver con la materialidad de los textos, con lo que cada uno representa y con diferentes colores que también elegimos representar a las plagas. Así que el proceso siempre es muy enriquecedor.

Ilustración de Carolina Bergese para la colección Esa Plaga de Polleras.
La plaga sigue contagiando
El título de la colección Esa Plaga de Polleras proviene de un verso de “Clemencia” (1862), la primera obra teatral argentina publicada por una mujer, Rosa Guerra. En una de sus escenas, el personaje de Inés pronuncia con ironía los versos: “Y aunque el siglo de las luces / proclame su ilustración / siempre está haciendo alusión / a esa plaga de polleras, / cuyo crimen –ser solteras–, / ¡qué espantosa aberración!”.
El equipo de la colección retomó ese verso para dar nombre a un proyecto que busca justamente resignificar ese insulto. “Plaga” pasa de ser una palabra usada para descalificar a las mujeres a convertirse en una reivindicación de aquellas voces incómodas, disruptivas y apasionadas que abrieron caminos en la literatura y la educación y que hoy siguen contagiando su pasión por construir una sociedad más igualitaria.
Con humor e ironía, las editoras, quienes también conforman una plaga de polleras por ser un equipo completamente femenino, transformaron aquella etiqueta peyorativa en una bandera colectiva con la que buscan rescatar a las pioneras, leerlas desde el presente y seguir propagando su legado.

Ilustración de Carolina Bergese para el poema “Todas íbamos a ser reinas”.
“Todas íbamos a ser reinas”
A continuación, compartimos uno de los poemas, que sigue el molde de la ronda infantil, incluido en el volumen dedicado a Gabriela Mistral de Esa Plaga de Polleras, perteneciente a su libro “Tala”, publicado en 1938 por la editorial Sur, de Victoria Ocampo, con quien mantuvo una amistad que quedó registrada en cartas y que llevó a la chilena a alojarse en la casa de la Ocampo mayor en Mar del Plata.
Todas íbamos a ser reinas,
de cuatro reinos sobre el mar:
Rosalía con Efigenia
y Lucila con Soledad.
En el Valle de Elqui, ceñido
de cien montañas o de más,
que como ofrendas o tributos
arden en rojo y azafrán.
Lo decíamos embriagadas,
y lo tuvimos por verdad,
que seríamos todas reinas
y llegaríamos al mar.
Con las trenzas de los siete años,
y batas claras de percal,
persiguiendo tordos huidos
en la sombra del higueral.
De los cuatro reinos, decíamos,
indudables como el Korán,
que por grandes y por cabales
alcanzarían hasta el mar.
Cuatro esposos desposarían,
por el tiempo de desposar,
y eran reyes y cantadores
como David, rey de Judá.
Y de ser grandes nuestros reinos,
ellos tendrían, sin faltar,
mares verdes, mares de algas,
y el ave loca del faisán.
Y de tener todos los frutos,
árbol de leche, árbol del pan,
el guayacán no cortaríamos
ni morderíamos metal.
Todas íbamos a ser reinas,
y de verídico reinar;
pero ninguna ha sido reina
ni en Arauco ni en Copán.
Rosalía besó marino
ya desposado con el mar,
y al besador, en las Guaitecas,
se lo comió la tempestad.
Soledad crió siete hermanos
y su sangre dejó en su pan,
y sus ojos quedaron negros
de no haber visto nunca el mar.
En las viñas de Montegrande,
con su puro seno candeal,
mece los hijos de otras reinas
y los suyos no mecerá.
Efigenia cruzó extranjero
en las rutas, y sin hablar,
le siguió, sin saberle nombre,
porque el hombre parece el mar.
Y Lucila, que hablaba a río,
a montaña y cañaveral
en las lunas de la locura
recibió reino de verdad.
En las nubes contó diez hijos
y en los salares su reinar,
en los ríos ha visto esposos
y su manto en la tempestad.
Pero en el Valle de Elqui, donde
son cien montañas o son más,
cantan las otras que vinieron
y las que vienen cantaran:
—«En la tierra seremos reinas,
y de verídico reinar,
y siendo grandes nuestros reinos,
llegaremos todas al mar».
Para seguir leyendo sobre Esa Plaga de Polleras y sus volúmenes anteriores, visitar la entrevista de LA CAPITAL a Milena Bracciale y Marinela Pionetti:
“Esa plaga de polleras”, una colección de escritoras pioneras en los derechos de la mujer
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