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Cultura 7 de diciembre de 2025

Itinerarios de lectura: A la guerra fría, ¡ni pelota!

En esta nueva edición de la columna de Nomi Pendzik, puede verse cómo el humor es una forma de tratar temas serios y oscuros de la mano de Roberto Fontanarrosa.

Roberto Fontanarrosa

 

Por Nomi Pendzik

Con mayor o menor conciencia del desastre, todos sabemos que, en este mundo caótico y desmadrado, vivimos sentados sobre un polvorín. En ese sentido, una película como “La casa de dinamita”, de Kathryn Bigelow (EE.UU., 2025), además de ser un prodigio como narración, resulta más que ilustrativa sobre las actuales condiciones geopolíticas y el posible (y negro, muy negro) futuro.
Sin embargo, el arte no siempre nos muestra esas horribles circunstancias desde un enfoque tenso y angustioso. A veces esta preocupación por el destino de la humanidad puede presentarse con humor (y negro, muy negro). Y en esto de mostrarnos terremotos mediante una sonrisa, nuestro Roberto Fontanarrosa (1944-2007) era un verdadero maestro. Y negro, muy…
El relato de hoy es un ejemplo perfecto de la mirada del humorista, que encuentra la veta absurda y risueña hasta en los rincones más oscuros. Además, es un cuento perfecto: los sucesos que se explicitan –los avatares de un partido de fútbol– no son la verdadera historia: la verdadera historia se asoma por entre los intersticios del encuentro deportivo. Y, como si esto fuera poco, es un cuento sin narrador: no hay una voz que relate los hechos, sino que el lector va descubriéndolos a través de las voces de los diferentes personajes que intervienen.
Pasión futbolera, crítica a las vedettes del mundo “deportivo”, impecable técnica literaria, y una visión del mundo que, con sus humorísticos guiños, nos hace sonreír y al mismo tiempo reflexionar. ¿Qué más se puede pedir? Un buen refugio nuclear, por supuesto.


“¡Qué lástima, Cattamarancio!” de Roberto Fontanarrosa

(En “El mundo ha vivido equivocado y otros cuentos”, Ediciones de la Flor, 1985).

—Va a venir el centro desde la punta derecha, es un infierno el área 18, arde el cuadro de rigor, Magrín entre los tres palos. (…) Va a lanzar desde el flanco derecho Juan Carlos Marconi, el áspero marcador de punta de River Plate, se demora la maniobra. ¡Cabrini!
—¡Almaceri termina con el ruido de su motor! ¡Almaceri 348, el anticorrosivo líquido amigo del motor de su coche! ¡No lo olvide! Búsquelo en…
—¡Un momento, Cabrini! Vino el centro, saltó un hombre, un cabezazo, rebota el esférico, sale del área, surge Peñalba, otro golpe de cabeza, va al suelo Tomé, nuevamente Peñalba llega, cruza, pelea. ¡Un león, Peñalba! Salta Romano, cuidado, ahí está, le va a pegar… ¡Qué lástima Cattamarancio…! Llegó, apuntó, midió le metió un derechazo tremendo y la mandó apenas rozando una de las torres de iluminación, para ser más preciso la que da a espaldas de la Figueroa Alcorta. (…)
—Actíveme la comunicación con Petrogrado, Cabrini. En pocos minutos tendremos contacto con la ciudad soviética de Petrogrado, allá en la fría tundra del gran país socialista. En pocos minutos, señores. ¡Se nubló sobre el Monumental de Núñez, qué feo se ha puesto el día! Cayeron las sombras sobre el estadio de River, pero el público no deja por eso de vivir intensamente esta fiesta del deporte porque el fútbol es la pasión argentina dominguera que nos aleja al menos por un día de los problemas cotidianos, porque no sólo ya el hombre de la casa disfruta de este espectáculo, sino que también las mujeres y los niños, la familia argentina plena goza de esta fiesta hebdomadaria y porque ¡se animó el partido, Rodríguez Arias! (…)
—Un momento, Ortiz Acosta, nos informan desde…
—¡La pelota pegó en el palo, rebota, se salvó San Lorenzo, un bombazo, entra López, remata, pega en un hombre, cuidado, puede ser…! ¡Qué lástima Cattamarancio! Llegó a la carrera ante ese rebote corto, le pegó de volea como venía y estremeció el Autotrol de un pelotazo… (…)
—¡Don Urbano Javier Ochoa, Ortiz Acosta le habla desde el estadio de River, están jugando River y San Lorenzo, 15 minutos del segundo período y empatan sin goles, señor Ochoa!
—Muy bien… Yo estoy muy bien, pero…
—El pueblo argentino quiere saber, señor Ochoa, quiere que nos cuente, cómo ha sido hasta el momento ese raid que usted está llevando a cabo a lomo de dos caballos argentinos, dos caballitos argentinos como fueran ya hace muchos años Gato y Mancha, frescos aún en la memoria y el orgullo de todos nosotros. Y que nos cuente, además, señor Ochoa, cómo ha sido ese viaje que tras cruzar el Estrecho de Bering lo ha llevado a la tundra soviética, señor Ochoa…(…)
—Bueno, señor Ortiz Acosta, yo… (…)
—¡Un momentito, don Urbano, un momentito! Creo que ya tenemos comunicación con Tonopah, en el estado de Nevada, Estados Unidos de Norteamérica. Creo que ya la tenemos. Un momentito… ¡Sí, sí, adelante señor Santiago Collar desde Tonopah, Estados Unidos de Norteamérica, adelante!
—Buenas tardes, Ortiz Acosta.
—¡Buenas tardes, buenas tardes amigo Collar, aunque para ustedes, calculo debe ser ya de noche en el gran país del Norte! ¡Señor Collar, lo voy a poner en contacto con un gaucho argentino, un criollo de ley, que en estos momentos está cumpliendo un raid, una verdadera hazaña a lomo de dos caballos argentinos y que habla con usted desde la ciudad de Petrogrado en Rusia!
—Cómo no, señor Ortiz Acosta, será un placer para mí y además…
—Atención en Petrogrado, don Urbano Javier Ochoa, lo dejo conversando con el señor Santiago Collar, un relevante ingeniero argentino que se encuentra trabajando en los yacimientos carboníferos de Tonopah, Nevada, 150 metros bajo tierra. (…)
—Bueno, amigo Ortiz Acosta, lo que yo quería comentarle desde acá, desde Petrogrado, es que está sucediendo algo extraño. La gente acá está muy asustada, ha habido varias explosiones atómicas, han caído misiles sobre muchas ciudades rusas, se habla de un ataque nuclear norteamericano y a decir verdad, señor Ortiz Acosta, yo también estoy bastante asustado, mis animales están nerviosos, no se sabe bien qué pasa…
—¡Qué pena, don Urbano, qué pena, qué pena que nos da todo esto que usted nos cuenta, realmente nos aflige como argentinos, esta situación que usted está viviendo ante la intemperancia que reina en algunas regiones del mundo por las cuales usted está transitando como verdadero símbolo de paz, don Urbano! ¡Qué pena que ocurran estas cosas, gente que no sabe disfrutar un domingo en paz, tranquilamente!
—Sí, amigo Ortiz Acosta, se dice que el aire está contaminado…
—¡Un momentito, un momentito, don Urbano que acá avanza River, puede haber peligro, se va en contraataque el conjunto de la banda roja, entró al área Menegussi, midió, tiró, la pelota cruza frente a los palos, llega el once, cuidado…! ¡Qué lástima Cattamarancio! Solo frente a los palos, la quiso reventar y en lugar de tocarla la fusiló sobre la bandeja alta… (…) ¡No quiera creer usted el gol que perdió Cattamarancio, amigo Collar, allá en Estados Unidos! ¡Adelante usted!
—Gracias, Ortiz Acosta, yo quería aprovechar la posibilidad que tan gentilmente nos brinda su emisora, porque aquí a mi lado se encuentra ni más ni menos que el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Acá está sucediendo algo terrible, señor Ortiz Acosta, ha habido un ataque nuclear soviético, muchas de las grandes ciudades estás destruidas, el presidente de los Estados Unidos junto a algunos otros hombres de gobierno, se ha refugiado acá, junto a nosotros, bajo tierra, y me piden, dado que todos los otros medios de comunicación parecen estar inutilizados, si aprovechando la presencia de don Urbano en Rusia, no se podría hablar con Moscú y resolver esto, que parece haber sido un gran error…
—Por supuesto, no habrá problemas, señor Collar. Dígale al presidente que espere un momentito, enseguida estamos con él… ¡Cabrini!
—¡Un resplandor de frescura en la garganta, “Marcador” el masticable que se anotó un golazo en el gusto del hincha argentino! (…)
—Un momentito, amigo Collar, un momentito, viene el córner, ya lo vamos a conectar con Rusia, veremos la posibilidad de contactar a ambos presidentes, sería muy interesante una charla entre los presidentes de ambas instituciones, no sabemos si habrá tiempo porque acá sigue el partido a ritmo vertiginoso y la acendrada rivalidad de este clásico de todos los tiempos es un tema excluyente de cualquier otro, (…) en todo caso grabamos la emisión desde los EE.UU. y la pasamos mañana en nuestra polémica de los lunes, entra Marcilla…
—¡Ortiz Acosta, Ortiz Acosta!
—(…) Es la última oportunidad quizás para San Lorenzo, vamos muchachos, se está poniendo muy fea la tarde, el cielo se ha puesto de un extraño color verde, (…) un verde que nos hace acordar que tenemos un llamado desde cancha de Ferro, atención Ferro, cuando venga el córner estamos con ustedes, viene el córner, entra Tolesco, salta Cattamarancio…