La Iglesia celebra la memoria de San Gabriel de la Dolorosa
El santo es invocado por los enfermos de cáncer especialmente.
La Iglesia celebra hoy la memoria de San Gabriel de la Dolorosa, santo que murió a los 24 años y al que lo invocan los enfermos de cáncer especialmente.
Joven atractivo, con gran éxito social, viéndose sin salud prometió consagrarse, esta decisión, reiteradamente incumplida, la materializó al morir su hermana preferida, indicó el sitio Zenit.org
Nació en Asís, Italia, el 1 de marzo de 1838, era el undécimo de trece hermanos; perdió a su madre cuando tenía 4 años; su padre era juez en la ciudad y al quedarse viudo se ocupó personalmente de su formación.
Era un hombre creyente que, junto a su esposa, había alentado a sus hijos a compartir diariamente prácticas de piedad como el rezo del rosario.
San Gabriel, nacido Francisco, era de palabra fácil, apropiada, inteligente, amena y llena de una gracia que sorprendía, además, poseía innegable atractivo: alto y bien formado; le acompañaba incluso su tono de voz.
Dios tocó su corazón por medio de una grave enfermedad, aterrorizado por ella, prometió que si sanaba abandonaría la vida que llevaba, se curó, pero no cumplió su palabra.
A su progenitor le parecía que un joven tan mundano como él no iba a encajar fácilmente en esa forma de vida y desistiría de su empeño prontamente.
En esa época intervino María: el 22 de agosto de 1856, cuando Francisco asistía a la procesión de la “Santa Icone” en Spoleto, donde residía, la Virgen le dijo: “Tú no estás llamado a seguir en el mundo. ¿Qué haces, pues, en él? Entra en la vida religiosa”.
Y el 10 de septiembre de 1856, con 18 años, ingresó en el noviciado pasionista de Morrovalle (Macerata), al profesar tomó el nombre de Gabriel de la Dolorosa.
Después, refugiado en Cristo, y tan alejado de la notoriedad, hasta quemó las notas de sus experiencias místicas que habían estado cuajadas de favores celestiales.
A punto de ser ordenado sacerdote en 1861, contrajo la tuberculosis, tenía presente la Pasión de Cristo y le habían consolado “Las glorias de María” de san Alfonso María de Ligorio, que acrecentaron su devoción por la Virgen.
Tras un año de sufrimientos, ofrecidos como víctima expiatoria a Cristo, dando heroico testimonio de paciencia y de conformidad en tan doloroso proceso, murió en Isola del Gran Sasso, Teramo, el 27 de febrero de 1862 y fue canonizado el 13 de mayo de 1920 por Benedicto XV.
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