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Policiales 11 de julio de 2019

Prófugo desde 2003 por el crimen de un policía, llegó a Tribunales, firmó y se fue

Alejandro Salaberry ya está libre de cargos en relación al asesinato del policía de la DDI, Cristian Agusti, ocurrido en octubre de 2003. La Justicia ni la propia policía pudo ubicarlo en los casi 16 años posteriores al asesinato. Y llegó la prescripción de la causa.

Salaberry poco antes del hecho y en una modificación digital para "envejecerlo".

La historia de Alejandro Salaberry terminó como todos temían que iba a terminar. Acusado de asesinar al policía Cristian Agusti (27) en el año 2003, Salaberry fue uno de los prófugos más renombrados de Mar del Plata hasta que semanas atrás el crimen prescribió. El miércoles, acompañado de un abogado, se presentó en Tribunales caminando para firmar la notificación y retirarse sin más trámite.

El 27 de octubre de 2003, cerca de las 17, Salaberry y sus cómplices (Claudio López, Fernando Palomino y Carlos Marcelo De los Santos) asaltaron una casa de insumos de computación ubicada en la zona de 20 de septiembre al 2900.

Cuando escapaban se cruzaron con Agusti y su compañero Cristian Fournier (27), quien reconoció a Salaberry de otros hechos. Entonces se produjo un ataque a tiros de la banda contra ambos policías. Agusti recibió tres impactos de bala que le produjeron la muerte en el acto y Fournier logró sobrevivir pese a las dos heridas.

Desde ese día Salaberry permaneció en la clandestinidad. Palomino y López fueron detenidos a pocas cuadras, De Los Santos en el año 2012, pero de Salaberry nunca más se supo su paradero.

Hubo búsquedas por todas partes: en Mar del Plata, naturalmente, en La Plata, en Mendoza, en el conurbano y en Entre Ríos.

La madre de Agusti se encargó de impedir que el caso de su hijo quedara en el olvido y, con las dificultades propias de una madre perturbada por semejante pérdida, también hizo algunos intentos de búsqueda.

Durante varios años el Estado nacional, a través del Ministerio del Interior y de Seguridad ofrecieron generosas recompensas para obtener algún dato de la ubicación del prófugo, pero jamás obtuvieron información “sana”.

Los 15 años 7 meses y 4 días que debían pasar para el cumplimiento del plazo de prescripción se consumieron en mayo pasado y desde entonces Salaberry estaba en condiciones de concurrir a sede judicial para solicitar el sobreseimiento.

La duda siempre existió alrededor del paradero de Salaberry. Que sí se había cambiado la identidad, que si se había modificado la fisonomía, que si se había ido del país y reinventado una nueva vida. O si simplemente se había muerto, algo no demasiado infrecuente en el mundillo del hampa en el que se movía hasta el 2003.

Finalmente el miércoles 10, a las 10.10, Salaberry se presentó en el edificio de Tribunales en compañía de un abogado que lo acercó hasta la secretaría del juzgado de garantías de Rosa Frendes. Allí le extendieron el escrito con la resolución del 31 de mayo, se notificó, firmó y se retiró.

Antes de irse se cruzó con una mujer compungida pero plena de entereza. Era la madre de Agusti. Graciela Pannebianco se le aproximó pese a las señas de la hermana de Salaberry para que la evitara.

“Hola Ale”, le dijo con resignación y algo de ironía. “Hola” respondió Salaberry. Después siguió su camino hasta las escaleras, descendió y desapareció por la puerta principal de Tribunales.