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Cultura 7 de julio de 2021

Un recuerdo junto a Horacio González

La llegada de Liliana Herrero a Mar del Plata permitió que ambos, el catedrático y el autor de esta nota, se conocieran.

Por Juan Horacio Lamarche

 

Siento tristeza por la muerte de Horacio González y alegría por haberlo conocido, me lo presentó su compañera Liliana Herrero, la excelente cantante y pensadora. La admiramos mucho a Liliana y en los años 80 con dos amigos más decidimos invitarla a nuestra ciudad, Fernando Rodríguez, gestor cultural de la universidad, Esteban Garvie, músico y el que escribe.

Entonces, Liliana Herrero no era muy conocida, y no fue tarea fácil la organización, pero a través del boca a boca logramos juntar un buen grupo de gente en La subasta, un teatro desaparecido de Mar del Plata, a partir de allí trabé una hermosa amistad con ella. Cuando conocí a Horacio, lo invité a dar un curso en la Facultad de Psicología donde trabajaba, apenas pudo terminarlo porque el presidente Kirchner lo nombró director de la Biblioteca Nacional. A partir de ahí comenzamos a frecuentarnos en Buenos Aires, en el bar británico de Brasil y Defensa.

El residía entonces a una cuadra de allí, me comentó que Kirchner lo llamó al británico para ofrecerle el cargo y eso lo halagó, dictamos un curso juntos, creo que él trabajo Hegel y yo Nietzsche, no tenía un saber libresco, encarnaba los pensamientos con pasión y soltura, sin esfuerzo, su sabiduría no parecía tener límites, siempre con humor fresco y veraz, recuerdo unos comentarios que ambos compartimos sobre un profesor que ambos admirábamos, Juan Samaja.

Me dijo una vez que no le costaba nada escribir, su prosa no era fácil, de tinte barroco pero a veces se soltaba con frases libres como latigazos como su último homenaje a Alcira Argumedo. Era muy simpático, ameno, ocurrente.

Desconozco como actuaría con sus enemigos, supongo que los desarmaría con ideas, bromas y latiguillos.