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Cultura 14 de noviembre de 2022

Silvia Arazi: “La realidad no es más que una mirada miope de los hechos”

La poeta, narradora y cantante argentina conversó con LA CAPITAL sobre su nuevo libro, “La voz de la madre” (Emecé), en el que se narra -entre las fronteras de la ficción y lo real- el duelo que atraviesa la hija por la muerte de su madre. Una historia íntima y poética que busca reconstruir la memoria familiar y que incluye intensas reflexiones sobre la escritura, la voz humana y su poder para revelar los pensamientos más ocultos.

Silvia Arazi ha publicado las novelas “La maestra de canto” (1999) y “La separación” (2018), además de libros de relatos, poemas y textos destinados al público infantil.

Por Rocío Ibarlucía

¿Cómo narrar el vacío que deja la muerte de la madre? ¿Es posible escribir sobre ella o acerca de ella o para ella? ¿Por qué registrar el dolor? ¿Para no olvidarla, para olvidarla? ¿A qué madre evocar? ¿A la viva, a la muerta, a la que fue, a la que podría haber sido?

Estas son algunas de las preguntas que se hace la escritora y cantante Silvia Arazi a partir de y en su último libro “La voz de la madre” (Emecé), un texto que tiene mucho de su vida pero que, al mismo tiempo, como todo texto autobiográfico, emplea estrategias de la ficción. Porque qué es la memoria sino un relato, una construcción subjetiva de los hechos, que se deshace y rehace acomodándose a las búsquedas de cada momento. Como cuenta su autora en una charla con LA CAPITAL, “todo lo que narro en el libro es verdad. Pero la realidad no es más que una interpretación, una mirada miope de los hechos, por eso también es ficción”.

Además de ser una historia de duelo, en la que la narradora busca las formas de nombrar la orfandad, “La voz de la madre” es un intento de reconstruir los recuerdos de la familia, por lo cual emprende un trabajo de archivo, que la lleva a viajar por zonas dolorosas y desconocidas. A través de fotos del álbum familiar, recetas y cartas, que se intercalan con la narración, busca encontrar a su madre y termina encontrándose a sí misma.

“Todo se movió de lugar después de escribir este libro. Yo ya no pienso lo mismo acerca de mi padre ni de mi madre, ni siquiera de mi propio nombre”, reflexiona Silvia Arazi. Gracias al ejercicio de escribir sobre la madre, empieza a quitar velos sobre su historia familiar y personal. Porque también es un libro poblado de reflexiones sobre la escritura, a las que ella llega justamente escribiendo. En un juego metatextual, “La voz de la madre” pone en evidencia cómo la propia narración le revela a quien escribe el poder que tiene la letra para conducirnos hacia las zonas veladas de nuestra conciencia. Porque la escritura, advierte la narradora, tiene su propia voluntad, piensa por sí misma y produce nuevos pensamientos.

La letra también es, según “La voz de la madre”, marca, en tanto permite la posibilidad de dejar rastros, de suspender el tiempo, de traer al presente, en este caso, a la madre, para darle la voz que no pudo emerger en vida. Sin caer en idealizaciones de la figura materna -al contrario, la palabra le devela incluso las frases más dolorosas que dejaron cicatrices en la subjetividad de la narradora (y autora)-, Silvia Arazi reconoce que este libro es con el que más riesgos ha asumido. Si bien ya ha publicado numerosas obras, que van desde novelas (“La maestra de canto” y “La separación”) y cuentos hasta poesía y literatura infantil, su nueva obra ha sido la más difícil de abordar, porque atraviesa el duelo por la muerte de su madre, porque muestra su mirada descarnada sobre el pasado familiar y porque descubre las voces más íntimas que la habitan.

La voz de la madre 1

 

– “La voz de la madre” se mueve en las fronteras inestables entre la ficción y la realidad. ¿Por qué elegiste escribir este libro acerca de tu madre en este género híbrido entre lo autobiográfico y lo ficcional?

– Las razones por las que escribo un libro siempre son misteriosas para mí y en este caso también lo es. En el libro mismo yo reflexiono acerca de esto, en un momento me pregunto por qué escribo este texto: para olvidar, para no olvidar. Hay algunos capítulos que abordan el tema de la enfermedad de mi madre, que es una parte del libro bastante dolorosa. Entonces, cuando empiezo a escribirlo, que fue inmediatamente después de la muerte de mi madre, yo me preguntaba por qué esa necesidad de registrar, incluso el dolor. Ya de entrada se sabe que la madre muere y el resto del libro es un ir y venir de la memoria, evocando a esa madre, pero también revisando las relaciones afectivas de la narradora, que en este caso soy yo. Digamos que la narradora soy yo y no soy yo, porque el libro es un híbrido entre la ficción y la no ficción. Puedo decir que todo lo que narro es verdad. Lo que pasa es que la verdad es algo inasible, o sea, la verdad está hecha de la materia de los sueños, porque en realidad mi verdad no es la misma que la de mis hermanos ni que la de mi sobrina. La realidad no es más que una interpretación, una mirada miope de los hechos, por eso también es ficción, porque en verdad es lo que yo creo que ocurrió. Por otra parte, yo narro los hechos, que son todos ciertos, al menos para mí, al menos creo que son ciertos, pero yo los narro con herramientas de la ficción, o sea, yo ya escribí varios libros anteriormente y tengo un oficio como narradora. Entonces elijo cómo empezar en la novela, yo lo llamo novela, porque creo que la novela admite que uno aborde cualquier tema, por más que sea verídico o no. No importa. Y yo trabajo este texto con herramientas de ficción.

– Por ejemplo, ¿cuáles?

– Busqué que cada capítulo sea como un relato en sí mismo y que esos relatos formen una novela y, al mismo tiempo, que uno pueda leer el libro desde cualquier punto, es decir, que cada relato sea una unidad en sí misma. Todo esto lo hago con el oficio de decisión, o sea, el mío está trabajado con las herramientas de la ficción, pero lo que se cuenta es todo cierto.

– Pensando en el uso de estos elementos de la ficción, el texto plantea un juego con los narradores. En algunos capítulos se pasa de la primera persona a una tercera: habla “ella”, “la hija”. ¿Por qué decidiste distanciarte del “yo”? ¿Fue una necesidad despegarte para narrar tal vez los episodios más dolorosos?

– Sí. No son tantos los que están en tercera, pero todos tienen un porqué y es justamente esa necesidad de distanciar, de enfriar un poco el relato. Quizás son los más dolorosos o también algunos en los que narra la escritura, porque en el libro no solamente se evoca a Rosita, la madre, y se revisan las relaciones familiares, sino que también se narra el proceso de escritura, o sea, las dificultades, los miedos que tiene la narradora al escribir, que ya sabemos que se me parece mucho. Sí, en esos capítulos aparece la tercera persona quizás por una necesidad de distanciarse, de mirar a la narradora como la hija.

“Puedo decir que todo lo que narro es verdad. Lo que pasa es que la verdad es algo inasible, o sea, la verdad está hecha de la materia de los sueños, porque en realidad mi verdad no es la misma que la de mis hermanos ni que la de mi sobrina. La realidad no es más que una interpretación, una mirada miope de los hechos, por eso también es ficción”.

– Tu libro tiene muchas zonas que reflexionan constantemente sobre la escritura, sobre el proceso de escritura de este mismo libro, sobre las posibilidades e imposibilidades de escribir sobre la madre que ya no está. ¿Cómo trabajaste la dificultad de no poder escribir, de no encontrar el momento o las palabras para narrar la ausencia?

– Este fue el libro más difícil para mí como escritora, el más difícil de abordar. Por un lado, porque es muy difícil exponer las situaciones tan privadas y pensamientos tan íntimos en un libro, que es una forma de exponerlos ante el mundo. Entonces, eso me dificultaba mucho y también el tema de recordar, de volver. Hay un capítulo breve que se llama “Volver”, donde digo que volver al pasado, bucear en la memoria es como internarse en un mar oscuro de noche cuando aparecen peces y monstruos marinos. ¿Y quién quiere internarse en ese mar? Una vez le pregunté a muchos amigos si quisieran volver a vivir la vida exactamente igual, paso por paso, minuto por minuto y me dijeron que no, o sea, hay algo doloroso en recorrer el pasado. Cuando escribí este libro, a veces pasaban semanas o meses incluso en que no escribía nada y muchas veces pensé que no lo iba a convertir en un libro o que no lo iba a publicar. Pero poco a poco fue tomando forma y cuando tuve la entrevista con mi editora, que es Mercedes Güiraldes, una gran editora del sello Emecé que siempre tuvo confianza en el texto, ella me alentó a seguir y a publicarlos.

– Es un libro íntimo no solo porque intenta recuperar la voz de la madre, sino porque pareciera que también buscás encontrar tu propia voz, ¿no? La narradora sostiene que cada voz es única e irrepetible, como las huellas dactilares, y que esconde “una forma de estar en el mundo”. ¿Cómo describirías tu voz?

– Es muy difícil hablar de nuestra propia voz. Porque es como intentar describir nuestra cara, nuestra alma. De todos modos, la voz es algo que siempre me interesó porque como cantante, como escritora, lo que me interesa de voz es que es un lenguaje invisible, o sea, un lenguaje que no se lee con los ojos como la palabra escrita y, sin embargo, creo que es tanto o más reveladora que la palabra escrita. La voz humana es más reveladora que las palabras. A veces alguien nos dice “te quiero” y, sin embargo, la voz nos está diciendo otra cosa. Entonces, me interesa muchísimo explorar el lenguaje secreto que guarda una voz. Yo no sabría hablar sobre mi propia voz, pero las voces me dicen muchísimo, por eso nunca olvido una voz, porque hay una escritura en la voz, una escritura secreta en la materia de la voz humana que me parece muy reveladora.

“Este fue el libro más difícil para mí como escritora, porque es muy difícil exponer las situaciones privadas y pensamientos íntimos en un libro, que es una forma de exponerlos ante el mundo”.

– De hecho, se despliegan reflexiones sobre esto en el libro, al decir que la voz siempre revela, a diferencia de las palabras que muchas veces ocultan, como nos hace ver el psicoanálisis. ¿Te reveló algo la voz de tu madre o este libro, algo que antes no podías ver?

– Muchísimo. Con este libro, para mí, todo se movió del lugar. Al escribirlo, al mirar las fotos familiares, me interné en algunas zonas en penumbras de mi familia, de mi padre, de mi madre y todo se movió de lugar después de escribir este libro. Yo ya no pienso lo mismo acerca de mi padre ni de mi madre, ni siquiera de mi propio nombre. Para mí la escritura de este libro fue muy reveladora porque hizo que cambie mi mirada.

Silvia Arazi junto a su madre, Rosita, en una de las fotos que se incluyen en el libro.

Silvia Arazi junto a su madre, Rosita, en una de las fotos que se incluyen en el libro.

– Bueno, la mirada es otro otro eje importante de este libro, además de la voz. Como la mirada que encontraste en la foto de tu madre que está en la tapa, en la que se ve a la mujer que hubiera podido ser. ¿Por qué “la que hubiera podido ser”?

– De entrada sabía dos cosas: en primer lugar, que el libro se iba a llamar “La voz de la madre” y no “La voz de mi madre” y, en segundo lugar, elegí esa foto desde el principio, cuando recién empecé a pensar en un libro y la elegí por la mirada. Adentro está esa misma foto al final del libro. Me pareció interesante volver a poner la foto al final porque me parece que no es lo mismo para el lector cuando la ve en la portada que volver a verla al final. Porque en esa instancia ya conoce a Rosita, ya sabe su historia. Lo que me fascinó de esa foto es que esa mirada no coincidía con la mujer que yo conocía como mi madre. Y pienso que esa fuerza, ese coraje que había en esa mirada era la mujer que ella escondía, la mujer que yo no conocía, como si dentro de Rosita hubiera otra mujer, que no pudo emerger, quizás por sus circunstancias, por el momento que le tocó vivir, en el cual muchas mujeres se le parecían. O sea, esta cosa de dedicarse solamente a las tareas domésticas, de que todo el amor fuera para los demás, que hubiera muy poco lugar para su placer, que tenía un amor enorme hacia los demás, pero un amor que no la incluía. Entonces esa mujer, que quizás no pudo emerger, me pareció que estaba capturada por esa fotografía. También es cierto que la mirada tiene una importancia grande en este libro, porque la otra foto que a mí me produjo muchas preguntas y reflexiones es la que puse en el capítulo “Un hombre enamorado”, que es todo un análisis acerca de la mirada para el enamorado. Esa foto me reveló que quizás había un padre que yo no conocí. Justamente, mi mirada acerca de mi padre cambió a partir de esa foto.

– ¿La novela es un intento de ponerle voz a tu madre, porque tal vez la de ella estuvo silenciada, opacada por la voz de tu padre, por la mirada ajena, por la timidez, por los mandatos sociales?

– Sí, también sentí eso. Obviamente, yo me pregunté a mí misma por qué digo esto. Una de las razones fue darle una voz. Si ella, si es que existe el espíritu después de la muerte, viera este libro que sale editado por una gran editorial que está en todo el país, me pregunto qué hubiera sentido al verse retratada en un libro, con su imagen en la portada, siendo ella tan tímida. Sí, yo creo que también fue una manera de darle una voz a esa mujer tan silenciosa, que quería pasar inadvertida, casi invisible.

“Nunca olvido una voz, porque hay una escritura en la voz, una escritura secreta en la materia de la voz humana que me parece muy reveladora”, advierte la autora, quien además presta especial atención a la sonoridad por ser cantante lírica.

– El libro también reflexiona sobre la diversas formas de ser madre, que ser madre no necesariamente implica tener un hijo, sobre la maternidad no deseada e incluso en un momento la narradora señala que “la palabra mamá guarda en su corazón algo de verbo”. ¿En qué sentido?

– Porque me parece que madre es una acción, o sea, maternar. Madre es quien ejerce el acto de amar, el acto de cuidar, creo que por eso digo que en su corazón hay algo de verbo. Madre es todo aquel que cuida, que protege, que ama.

– Antes mencionaste a tu editora, quien además es incluida en el libro como la persona que te hace ver que quien dice las cosas más terribles en el texto es la madre. ¿Te habías dado cuenta de eso hasta entonces?

– Creo que no (risas). Me acuerdo cuando me lo dijo. Estábamos en un bar con mi editora, ya le había entregado todo el texto y ella me dijo eso al pasar, quizás para ella no fue un momento importante. Sin embargo, para mí fue clave y decidí incluirlo en el libro, porque me pareció interesante también escribir sobre el proceso de escritura que tuve y ese fue un momento fundamental. Porque es cierto, hay dos o tres frases que mi madre me dijo que fueron muy significativas, que sin duda tienen que haber hecho carne en mí esas frases dichas por una madre, al mismo tiempo tan idealizada. Ese fue uno de los giros sobre mi madre, darme cuenta de eso. Hace poco, Luciano Lutereau, que es un psicoanalista y filósofo, escribió una nota muy extensa, muy profunda sobre mi libro y menciona este momento como un momento en que mi editora pasa a ser como un psicoanalista. Y es verdad, yo no lo había pensado así pero es cierto. Esa pregunta me la podría haber hecho tranquilamente mi terapeuta.

“Bucear en la memoria es como internarse en un mar oscuro de noche cuando aparecen peces y monstruos marinos. ¿Y quién quiere internarse en ese mar?”

– También en el libro hay varias reflexiones sobre el poder de la palabra, sobre cómo piensa por sí misma y no nos damos cuenta. ¿En el mismo ejercicio de escritura de este libro fueron surgiendo estas revelaciones que después tu editora te hizo ver?

– Sí, yo creo que la escritura tiene algo casi mágico, sabe más que nosotros, al menos sabe más que nuestra conciencia. Al escribir este libro ya no solamente por la frase de mi editora, sino por lo que se me fue revelando al mirar la fotografía, al escribir mismo, fui quitando velos. Por ejemplo, en el capítulo en que mi hermana me dice “mamá se murió”. Yo creo que si yo no hubiera escrito este libro, yo no hubiera pensado en ese juego de palabras entre decir “murió” y “se murió”, que implica un acto voluntario. Sin embargo, al escribir lo descubro, o sea, al escribir las palabras mismas nos revelan cosas. También cuando me pongo a escribir sobre mi madre y ahí me cuestiono por qué escribir “sobre”, porque eso sería como escribir sobre un cuerpo, entonces pienso mejor en decir “acerca de”. Realmente, creo que al escribir descubrimos muchas cosas.

– Pasaste por diversas expresiones artísticas a lo largo de tu vida, desde la pintura hasta la actuación, el canto y la literatura. Pero en este texto sostenés que es en la escritura donde habita tu voz más íntima. ¿Qué es lo que encontrás en la escritura que no te brindan las otras artes y que hacen que te encuentres a vos misma?

– En primer lugar, la privacidad. Si bien tengo una parte mía muy habituada a la exposición, en la escritura es donde me siento más a salvo, me siento muy protegida con la privacidad del acto de escribir, me siento cómoda en ese acto privado que es la escritura. Y, al mismo tiempo, esta relación con las palabras. Para mí escribir es una forma de pensar. Me ayuda a pensar, me ayuda a pensar el contacto con las palabras, esa privacidad, ese silencio que tiene el acto de la escritura. Entonces, ahí siento que emerge mi voz más íntima y que es el lugar donde más cómoda estoy. Puedo hacer otras cosas, cantar, actuar, leer, decir poemas en voz, me gusta mucho el arte en general, incluso me gusta dibujar, aunque no estoy dibujando ahora. Pero en el acto íntimo y privado de la escritura es donde más cómoda estoy.



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