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Cultura 14 de noviembre de 2022

Marisa Potes: “La identidad es un tema que atraviesa todas mis novelas”

Es la autora de "La soledad de los secretos", una historia de amor inscripta en la Mar del Plata de 1919. Él viene de la guerra, ella no es la típica mujer de clase alta. Es la primera novela romántica publicada de la escritora local.

Potes es marplatense.

Un ex soldado de la Primera Guerra Mundial llega a la Mar del Plata de 1919. Lo espera su familia, la chica que le asignaron como esposa y los negocios. En el campo de batalla, en tanto, queda una amistad que le cambiará la vida y la sensación de que lo inesperado está más cerca de lo que cree. Una nostalgia leve lo acompaña, mientras teje sus días con el verano radiante, la temporada, las fiestas de la aristocracia y ese amor en el que debe meterse, a fin de que los suyos y los parientes de ella concreten jugosos convenios. Pero nada es lo que parece en la primera novela romántica que Marisa Potes publicó este año.

En “La soledad de los secretos” (Editorial Del Fondo) aparece un fresco de la sociedad de los años ’20: lo conveniente, las modas, los usos, la hipocresía y los circuitos de la clase alta nacional. Así, mientras muchos de sus miembros se acomodan sin crisis, otros -los protagonistas Eduardo y Emilia- se rebelan ante lo establecido, se desacomodan y buscan sentirse libres, independientes, a pesar de todo.

 


 Potes: “Voy a escribir un culebrón bien exagerado”

Marisa Potes.

Marisa Potes.


 

Con un trayectoria en novelas juveniles, como “El efecto elefante”, “El campo deportivo”, “Prisionero de la luna” y otras, la autora marplatense decidió cambiar de género y relatar esta historia que indaga, sobre todo, en el tema de la identidad.

“Es mi primera (novela romántica) que se publica, pero no es la primera que escribí. Me gusta el romance“, contó Potes a LA CAPITAL. “Como lectora, hubo una época en que aunque la novela que leía no fuera del género, me gustaba que tuviera la cuota de romance. Desde Papaíto Piernas Largas con esas cartas que terminan siendo una historia de amor o Jo y el señor Bhaer en Mujercitas, hasta otras que son netamente románticas. Salvo en mis novelas infantiles, en las otras hay romance”.

La escritora defendió el contenido romántico y se amparó en la identificación que genera. “Hay algo de épico, algo que toca el alma, con lo que todos podemos sentirnos identificados. Trato de evitar lo meloso y lo predecible”.

-La trama de esta novela tiene giros inesperados todo el tiempo, la historia parece ir para un lado y va para el otro…

-La construí a partir de la premisa “voy a escribir un culebrón bien exagerado”. Eso fue lo que me planteé una vez que elegí el protagonista y el escenario. Enseguida aparecieron los conflictos principales y cómo iban a desenlazar, pero luego al ir conociendo los personajes (a través de la construcción de los diálogos, de sus acciones y reacciones), aparecieron otros conflictos y sus correspondientes resoluciones. Después se trató de releer, armar, ensamblar y sobre todo, desechar. Es muy importante objetivar todo lo que se pueda, leer el texto como si no fuera propio y desechar aquello que no encaja, aunque nos parezca una escena preciosa.

-El tema de la novela parece ser la identidad, el protagonista Eduardo va y viene en torno a ese tema, parece preguntarse quién es, quién podría ser, ¿por qué lo elegiste?

-Me doy cuenta, respondiendo a tu pregunta, que la identidad es un tema que atraviesa todas mis novelas, de una u otra forma. Es el principio, quiénes somos, es un derecho inalienable, y a la vez es algo que tantas veces nos cuesta mucho descubrir. Es lo que responderíamos ante la pregunta “¿Quién sos?”, pero a veces terminamos respondiendo de qué trabajamos, quién es nuestra familia, y un largo etcétera que va por la superficie, pero no llega al profundo “quién sos”.

-La historia transcurre en Mar del Plata, en 1919, cuando esta ciudad era la villa de la aristocracia porteña, mencionás las fiestas, los veraneos largos, el Bristol, etc. Realizás una reconstrucción de la época muy pormenorizada, ¿cómo fue ese trabajo de investigación?

-Este era un escenario que había explorado como ciudadana, pero no como lectora, y por eso lo elegí, pensando en qué me gustaría leer. El trabajo de investigación fue maravilloso. Trabajoso, lento, pero un descubrir constante. Yo tenía información previa, pero no era suficiente para la recreación que quería hacer. Mientras escribía, surgían preguntas. Las reuní, y allí fui con mi lista a buscar fuentes que además de las que tenía en casa, encontré en la Biblioteca Pública y en la Hemeroteca Municipal.

-Lo que también aparece es una sociedad menos libre: las familias tienen más secretos, ocultamientos y hasta hay desapariciones de los integrantes que se salen de la norma, de lo establecido. Y el chisme funciona como control social. ¿Es el clima propicio para una novela de amor?

-Totalmente. Fue uno de los ingredientes que hizo que quisiera ambientar la novela en esa época. Los prejuicios gobernaban las vidas de las personas. Ahora también, pero actualmente tenemos más vías de escape. En ese momento lo políticamente correcto era ser prejuicioso, decirlo y defenderlo. El amor verdadero que lucha para salir a flote entre tantas cosas que se hacían en nombre del “amor” pero que no tenían nada que ver con el significado real de la palabra.

-Hacés que participe el diario LA CAPITAL en los anuncios y los sucesos sociales de esos años.

-Sí. Fue una gran fuente de información para mí, y además era el diario que leían las personas en Mar del Plata en esa época. Y ahí me di cuenta de que lo que no estaba en el diario, en las guías sociales, otros artículos y libros que consulté, es como si no hubiera ocurrido. La publicidad me dijo qué cosas se utilizaban en forma cotidiana: todos los avisos tenían número de Unión Telefónica, ergo, el teléfono se usaba más de lo que yo podía pensar. Había varias gomerías en la calle San Martín y en Rivadavia, entonces el uso del automóvil también era algo habitual. En la sección de sociales encontré lo habitual (casamientos, cumpleaños), pero también otras cosas muy curiosas para mí, como los ingresos y egresos de la comisaría y del hospital, e inclusive las inasistencias de alumnos a la Escuela nº1. No puse en la novela la enorme cantidad de datos que encontré, pero me sirvieron para sumergirme en la época, apropiarme un poco de esa vida, y así poder volcarla en el escenario en que transcurre el devenir de los Vélez Echeverry Paz.

-Narrás el personaje de Emilia como una mujer que, pese a ser de clase alta, no se ajusta a las reglas que rigen a las mujeres de entonces. Acepta tener un casamiento arreglado pero busca la manera de ser libre, a su modo, incluso anticipa el rol de la mujer independiente que decide trabajar cuando la fortuna se acaba. ¿Cómo llegaste a este personaje?

-A partir de pensar en que es una mujer que se cuestiona. Que recibió una educación, vive inmersa en esa sociedad, pero se pregunta si tiene que ser así, si no habrá otra forma. Porque además, sabe que no todo lo que brilla es oro, y no acepta la hipocresía, por lo tanto, en la medida de lo que puede, elige ir por la orilla de esas reglas. Ella no está fascinada con los eventos sociales. Le gusta más leer y tocar el piano que lucirse en los salones. Y es esa personalidad la que me ayudó a construir su personaje mientras los hechos se iban presentando ante ella.



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