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Policiales 17 de noviembre de 2023

La viuda adinerada que fue blanco de los mafiosos

Una mujer de holgada situación económica enviudó y pasó a ser un blanco sencillo para inmorales delincuentes. Asaltos, extorsiones y una traición doméstica le dieron forma a una historia que tuvo por víctima una señora de la alta sociedad.

Proyecto nuevo (1)

Todas las imágenes de esta nota fueron generadas con Inteligencia Artificial (Image Creator).

 

Versión leída por Elena, avatar Inteligencia Artificial.

Por Fernando del Rio

 

Tal vez por decoro o más bien para evitar que la curiosidad frente al dato revelado despertara ideas en otros delincuentes fue que, allá por marzo de 1930, se ocultó en cuál de todas esas casonas aristocráticas y de alcurnia de las lomadas marplatenses había ocurrido el asalto. Era, probablemente, en una de esas mansiones de techos afrancesados, con jardines ampulosos y amplias entradas de piedras para que las visitas pudieran estacionar con comodidad los vehículos.

De madrugada, cuando la señora Adelaida Venelli viuda de Calvi descansaba, se oyeron ruidos. Después de haber perdido a su esposo, la mujer había intensificado la frecuencia con la que se hacía sus escapadas a Mar del Plata. Recorrer en 1930 la ruta para llegar a las bendecidas costas era una travesía a la que ella se entregaba con el propósito de escapar del alquitranado olor de las calles porteñas y luego depositarse frente a la costa, sentir la brisa marina y arreglar sus flores. Dar una vuelta en auto con su servicial “chauffer” era uno de los programas más atractivos y acabar la tarde tomando un refrescante té frío. Sin embargo, ese verano sus necesidades eran diferentes. Mucho más próximas a otro tipo de escape: hacía ya más de un año que personas desconocidas la extorsionaban. Buscaba la paz y parecía haberla encontrado justo cuando escuchó esos sonidos que la despertaron atemorizada.

La “Señora Adelaida”, como solían llamarla, se incorporó en la cama en el mismo instante en que un hombre encapuchado entró a la habitación. No fue necesaria ni destreza, ni audacia. Por el contrario, fue más bien el resultado de cierta cobardía aquella maniobra de maltrato cuando tres intrusos con rostros cubiertos ganaron el interior y armados con cuchillo amenazaron a una mujer mayor para que entregara todo lo que tuviera de dinero y de alhajas. En la casa estaban el jardinero y su esposa, quienes se lamentaron porque a ellos les robaron sus únicos 90 pesos.

Los ladrones contaban con información sobre la presencia de una fuerte suma de pesos, porque de no haber sido así no la hubieran reclamado con tanta insistencia. Ante la negativa de la mujer en un primer momento, revisaron muebles y finalmente obtuvieron el premio: eran 30 mil pesos o un equivalente a 15 mil dólares de la época, algo así como 250 mil dólares actuales.

La Señora Adelaida compungida, pero también aterrada por lo vivido se abstuvo extrañamente de denunciar el robo. ¿Qué misterio la obligó a regresar a Buenos Aires al día siguiente sin avisarle a la policía de lo sucedido? El porqué de esto era aquella extorsión que sufría en Capital Federal. Ella la atribuía a un robo similar del que había sido víctima dos años antes. Desde 1928, tras ese robo, le habían estado pidiendo dinero, pedido al que la mujer accedía para evitar ser asesinada. Por eso creyó que denunciar este nuevo robo ponía aun en más riesgo su vida.

Proyecto nuevo (2)

Al retornar a su residencia capitalina de Lavalle 1616, la viuda de Calvi pasó unas primeras dos semanas en relativa tranquilidad. Nadie se comunicó con ella para exigirle dinero y entonces entendió que se trataba de los mismos delincuentes que ahora parecían definitivamente satisfechos, a diferencia de lo sucedido con el primer botín. Pero nada es como parece en el mundo del delito. Y una tarde, un niño llamó a la puerta de su casa de calle Lavalle.

-Tome, es para usted -le dijo y el extendió un papel.

La nota decía que si no entregaba 100 mil pesos ya no se andarían con más vueltas y la matarían. También decía que la respuesta la escribiera en un papel, que el mismo niño pasaría a buscarla. El intercambio de cartas duró unos días porque la Señora Adelaida pedía misericordia en la gula de los extorsionadores y les explicaba que no tenía ese dinero. Por último, la cifra que se acordó fue de 30 mil pesos.

A punto estaba ya la viuda de desprenderse de ese monto, cuando tuvo el coraje de contar lo que ocurría a un abogado amigo, quien le aconsejó avisar a la policía. De inmediato el cuerpo de investigadores de la división Estafas y Fraudes de la Policía Federal dispuso una vigilancia. Horas más tarde el niño llegó con la nota en la que se coordinaba la entrega. Los policías siguieron al menor y lo descubrieron devolviendo la nota a una mujer. De inmediato la detuvieron.

“Soy yo la que escribía las notas, es cierto, pero me obligaba mi pareja”, dijo Carmen Lorenzo con inconfundible acento español.  Al cabo de un par de averiguaciones, se detuvo también al hombre, Antonio Nicotra, quien vivía en una habitación en la misma cuadra que la viuda de Calvi. Pero esa no fue la única sorpresa. Cuando Nicotra y Lorenzo hablaron ante los policías confesaron que utilizaban los datos que el jardinero de la Señora Adelaida y un primo de este les daban desde Mar del Plata.

Entonces se pudo reconstruir que, tras el primer asalto de 1928 cometido por autores ocasionales que vieron en la viuda una fácil oportunidad, el jardinero y su primo idearon las extorsiones. Para ello necesitaban de alguien en Capital Federal que pudiera obtener el dinero reclamado y comunicarse con la Señora Adelaida. Entonces se contactaron con Nicotra. En un principio el dinero fluyó, lo que infundió confianza en los delincuentes que decidieron ir un paso más allá y planificaron un nuevo asalto, esta vez ejecutado por ellos mismos. O por mano de obra barata.

Organizados por Nicotra y su mujer desde Buenos Aires, se le pidió al jardinero de la mujer que consiguiera un par de asaltantes, y así fue como le dijo a su primo, de apellido Odissini, y éste a un amigo, de apellido Charchetti, para cometer el asalto en Mar del Plata. Todo volvió a salir a la perfección, hasta que la paciencia de la Señora Adelaida se agotó.

La policía de Buenos Aires también detuvo al jardinero, que adujo haber sido una víctima más del asalto, y salió en busca de Odissini y Charchetti, quienes habían sido parte de la banda con diferentes roles: Odissini había sido el chofer y Charchetti el más violento de los asaltantes. Pero no todo iba a ser tan sencillo.

Con los bolsillos llenos, los dos cómplices del jardinero y de los “porteños” decidieron regresar a su tierra natal, Italia. Para ello llegaron al puerto de Buenos Aires y eligieron el vapor “Diulio” para completar la huida. A último momento solo subió Charchetti. Nada más se supo de ellos.

La policía se conformó con los tres detenidos y alertó a la población sobre estos bandidos. En cuanto a la Señora Adelaida, ella pudo recobrar la paz y siguió veraneando en Mar del Plata hasta sus últimos días.

 

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