Cultura

A 27 años del atentado a la AMIA, el arte prolonga los sentidos de la memoria

A 27 años del atentado a la AMIA, la conmemoración vuelve a tomar el espacio virtual como soporte y encuentra en el arte una prolongación de la memoria por las 85 personas que murieron y los más de 300 heridos del ataque terrorista del 18 de julio de 1994 a partir de una serie de acciones desarrolladas por estos días que según Elio Kapszuk, director del área de Arte y Producción de la institución, tienen que ver con “elegir recordar” porque la “identidad está vinculada con lo que elegimos recordar”.

Desde 1994 la AMIA renueva el reclamo de justicia, este año bajo la consigna “Conectados contra la impunidad”, disparador de una programación artística y cultural por la que a lo largo del mes sumaron su participación figuras como Marcelo Tinelli, León Gieco, Bebe Contepomi, Florencia “Pupina” Plomer y Federico Bal, entre otros.

Uno de las manifestaciones más impactantes que puso en marcha la institución en estos días es la muestra fotográfica “Ese día“, que presenta 26 retratos y testimonio de sobrevivientes como memoria y paso del tiempo. Los retratos fueron realizados por la fotógrafa Alejandra López, con la curaduría de Kapszuk, y pueden verse en http://esedia.amia.org.ar/.

“Veintisiete años después, como un ejercicio de memoria desde la fotografía, Alejandra López retrata a víctimas sobrevivientes del atentado a la AMIA. Ellas y ellos son el testimonio de lo que pasó, nos pueden transportar a ese momento y a ese lugar, son el reservorio de la memoria y su visibilización es la prueba fehaciente del horror”, dice el curador.

Y como siempre la idea del puente vuelve a manifestarse este año, a partir de estas fotografías que se conectan con las que Julio Menajovsky congeló minutos después del atentado, como dos “extremos de esta línea de tiempo de 27 años”, indica Kapszuk.

Lo que permanece de otros años es el arte urbano, con el mural en la medianera del edificio de la AMIA realizado por Martín Ron (2018) y el los murales del Hospital de Clínicas con tres murales de 50 metros de alto pintados por El Marian, Ron y Mariela Ajras; y “el corredor de la memoria” que empieza en Corrientes y Pasteur con la estación emblemática de subte y termina en la avenida Córdoba.

-Télam: ¿Cómo fue planificar este nuevo aniversario desde el cruce con el arte en medio de la pandemia?

-Elio Kapszuk: Siempre cuando planificamos acciones de arte y memoria tenemos los mismos objetivos. Uno es generar estrategias efectivas contra el olvido, el segundo está vinculado a poder promover el conocimiento de lo que pasó el 18 de julio del 94 en las nuevas generaciones. Y el tercero a entender que estos 27 años son también de impunidad. Estas acciones tienen que seguir reclamando justicia. El tema de la pandemia lo entendemos como un condicionante, como una noción de realidad que nos hizo tenerla en cuenta en el momento en que planificamos qué hacer. Una de las cosas más significativas que hicimos es que realizamos un video corto de cada una de las víctimas contando y acercando a la gente sus historias. Para nosotros era fundamental entender que las personas que murieron, que fueron asesinadas el 18 de julio de 1994 tenían una vida, estaban en el pleno desarrollo de sus historias. Todos esos videos se fueron compartiendo en las redes a partir del 16 de junio, fecha en que empezamos el mes de la memoria.

El tema de la pandemia y la imposibilidad de las acciones presenciales hizo que muchas de las cosas que pensamos fueran virtuales. Por eso convocamos a muchos influencers también a que preparen sus propios materiales, colaborar con ellos en sus distintas redes.

Por otro lado queríamos hacer un trabajo -siempre pensamos con las nuevas generaciones- vinculado a la percusión y al rap. La percusión porque siempre está asociada a lo urbano, al territorio, a la calle, a las comparsas que con ritmos alegres nos iban pregonando los temas sociales. El rap es contestatario por naturaleza y había una acción en un lenguaje que nosotros no habíamos incursionado (hasta ahora) pero que valía la pena hacerlo, y así salió la acción entre La bomba de tiempo y XXL Irione.

También quisimos contar una historia, la de Bubby (Naum Mirochnik), que era el mozo de AMIA. Cuando estábamos haciendo los primeros videos, la gente venía y hacíamos pequeñas historias sobre cada una de las víctimas. Omar nos contó que su papá cantaba tangos. Sabíamos que le gustaba el tango, pero no lo teníamos tan claro. Empezamos a charlar, y surgió que habían encontrado un cassette donde él cantaba y a partir de ahí recreamos esta historia junto con la productora “El perro en la luna” con el corto “Conversación para no olvidar”.

-T: ¿Cuáles son las acciones y disparadores actuales de este trabajo continuo?

-EK: Siempre las operaciones, todos los años, de alguna manera se traducen en distintos abordajes. Una es la visibilización, qué cosas queremos hacer visibles. Este año era muy importante hacer visibles las historias de las víctimas fatales y también las historias de las víctimas sobrevivientes, por eso convocamos a Alejandra López a hacer la muestra “Ese Día” donde retrata a 26 víctimas sobrevivientes que tiene un catálogo virtual que no solamente incluye las fotos sino también textos que cuentan dónde estaba cada uno ese día. Además, el texto curatorial tiene algo significativo: las fotos están impresas en papel de hace 27 años. Agarramos diarios de ese año, se hizo papel reciclado y con ese papel están impresas las fotografías, lo que genera un puente entre aquello que sucedió hace 27 años y la imagen actual de las víctimas sobrevivientes.

-T: ¿Qué pasa con el recorrido por Pasteur hasta el Hospital de Clínicas donde se asistió a los heridos, por ejemplo?

-EK: Lo que cambia es el abordaje, o el lenguaje, no los objetivos de este tipo de acciones. Podemos estar hablando de distintos ritmos de música, de marcas urbanas como el corredor de la memoria (los murales en las medianeras del Hospital de Clínica), de expresiones de artes visuales, fotografía, música u otros, pero siempre se trata de lo mismo. Esos son lenguajes, y los abordajes marcan desde dónde contar la ausencia: una historia particular de una de las víctimas fatales o una mirada distinta con el testimonio de los sobrevivientes. Todo esto hace que siempre se convierta en una especie de gran excusa para poder trabajar estas temáticas.

El arte no necesariamente tiene que trabajar con contenidos, pero cuando lo hace es una herramienta muy poderosa para combatir el trabajo del olvido, generar memoria en aquellos que tuvieron memoria vivencial, pero también, generar conocimiento y empatía en aquellos que no saben, por su edad, aquello que sucedió. Por eso son tan importantes estas acciones, porque entendemos que a partir de ellas uno puede elegir recordar, y en definitiva la identidad, nuestra identidad, está vinculada con lo que elegimos recordar.

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