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Cultura 23 de mayo de 2016

Al rescate del premio Nobel de Literatura 1977 Vicente Aleixandre (1898-1984)

Toda su generación en un mismo poeta

Por Dante Rafael Galdona
Twitter: @DanteGaldona

Vicente Aleixandre es un poeta que supo evolucionar, que incluyó en su obra a toda su generación. Fue un poeta generoso en lo personal y lo artístico, fue amigo, maestro y confesor. Es el poeta de su manada, ejemplo y síntesis de la generación del ’27.

La vida entre poetas

Más allá de algunas pocas historias y anécdotas que saltan de la bohemia de la España de principios del siglo 20, es poco lo que se conoce de la vida personal de Vicente Aleixandre. Que nació en Sevilla el 26 de abril de 1898. Que luego se trasladó a Málaga y que posteriormente recaló en Madrid. Que ganó el premio nacional de literatura en 1933 y que fue miembro de la Real Academia Española. Que vivió y amó con intensidad y que murió poco después de recibir el premio Nobel, en el año 1984. Y que ese premio Nobel, según dicen, le fue entregado a toda su generación.
Más allá de que fue un tardío poeta, quien por esas causas y azares de la vida decantó en tal al influjo de una tuberculosis que lo postró y lo alejó de la actividad que hasta entonces realizaba. Se había graduado como abogado en la Universidad de Madrid y se desempeñaba como docente de derecho mercantil.
Si algo se le puede agradecer a la enfermedad, a pesar de haberle dejado una delicada salud, es que haya traído a Vicente Aleixandre al mundo de la literatura. Entre tantos amores carnales y platónicos que tuviera, el que mejor suerte corrió fue la poesía, el único que lo acompañaría durante toda su vida desde aquel momento en que cayera postrado.
Al verse obligado a alejarse del trabajo y de la vida social, su remedio fue la poesía, y sería un remedio que haría efecto sobre toda posterior poesía española y universal. Parte integrante, o mejor dicho fundamental, de la generación del ’27, supo ganarse los respetos de sus compañeros, sobre todo de Federico García Lorca y Miguel Hernández, de quien fue entrañable y leal amigo.
Asumía su homosexualidad (en rigor era bisexual) con ciertos reparos, no por pacatería o vergüenza, sino porque consideraba que el conocimiento público de su condición afectaría moralmente a su familia, a la que protegía con marcado celo.
Su casa de Madrid, el lugar por el que desfilaron los más grandes poetas de España, epicentro de la cultura de su época, donde se formaron muchos poetas que sucedieron a la generación del ’27, es hoy motivo de preocupación para quienes no olvidan su huella y la importancia que tuvo para las letras del mundo. Es que acusan de que se encuentra en estado de abandono y consideran que la desidia del Estado madrileño es la responsable.

Exilio interior

Comienza su pasión por la poesía con las lecturas de Rubén Darío y Gustavo Adolfo Bécquer, a quienes conoce a instancias de Dámaso Alonso. También se le marcan a fuego en su yo poético las obras de los simbolistas franceses, lo que daría lugar, en su obra posterior, a su estilo particular. Romántico, modernista, simbolista, surrealista, maldito. Todos ellos y ninguno. Aleixandre.
Si bien perteneció a una manada de poetas que debieron huir de la españa franquista, él fue el único que no tuvo que exiliarse. Por su delicada salud tampoco formó parte del bando republicano, aunque congeniara plenamente con sus ideas y para el que trabajaría incansablemente desde sus posibilidades. Sólo tuvo algunos problemas menores de índole política, como el encarcelamiento que sufrió durante unas veinticuatro horas y del que Pablo Neruda, cónsul de Chile en España durante esos años y amigo de Aleixandre, resultara el mediador a fin de su liberación. Se escribía a menudo con sus amigos encarcelados y resultaba un gran anfitrión cuando de esconder o proteger a alguien se trataba. Fue un poeta generoso en la personal y en lo literario, los jóvenes acudían a él para obtener consejos calificados, y resultaba un buen maestro y confesor para ellos. Luego, como en toda dictadura, sufrió persecuciones y censura y la pérdida de sus más entrañables amigos como Federico García Lorca y Miguel Hernández, pero en lo personal puede decirse que no tuvo una vida de opresión absoluta por cuestiones políticas.
No fueron pocas las veces que se enfrentó contra el poder franquista y siempre utilizó su exposición pública para dar visibilidad a las demandas de los sectores oprimidos y perseguidos.
Murió en 1984, siete años después de recibir el premio Nobel.

Poeta consumado

Vicente Aleixandre conoció la poesía a los diecisiete años, y desde ese momento su vida entera se resolvió en clave poética. Desde la profundidad del dolor físico hasta la caricia sensual del erotismo, desde la sublimación de la tragedia hasta la pureza del inconsciente, desde la retroalimentación del amor carnal hasta el ideal, todo confluye en la obra de Aleixandre, en un compendio de evolución estética permanente.
En sus inicios se lo observa claramente influenciado por Rubén Darío y Gustavo Adolfo Bécquer, dando algunos pasos correctos y puros en sus versos neorrománticos, pero en ellos no aparece el yo poético definitivo de Aleixandre, más bien se ve una búsqueda de cánones propios en las obras de otros poetas, un agradecimiento a ellos y una condición esencial del vate: saber encontrar la belleza, como lo demuestra en “Ambito”. Pero no por esto es una poesía menor o de bajo contenido lírico, de hecho es para la época una poesía de la más exquisita excelencia artística. Esta etapa le otorgó el reconocimiento entre sus pares, quienes le vaticinaron un gran porvenir. Y no se equivocaron.
Las lecturas de Freud le proveyeron mecanismos nuevos de producción en los que encontró una moderna técnica de inspiración: para elevar el subconsciente y dejar decir al ser oculto, la escritura automática fue el método más eficaz. Los franceses agregaron a su cosmovisión un sinfín de recursos con los que el poeta trabajó para dar lugar a esta nueva etapa de su obra, y Rimbaud y Apollinaire le aportaron el apoyo universal de su obra. “La destrucción o el amor” y “Sombra del paraíso” son dos poemarios para leer todos los días, delicados y llenos de sueños, con el color de la noche y la sensualidad de la piel.
Pero esa etapa surrealista llegaría a su fin con “Poemas de la consumación”, en donde el maduro Aleixandre resume todas las experiencias del poeta que ha sabido cosechar su propia experiencia, y se acerca más a una poesía de las cosas cotidianas, a la belleza de lo simple de la vida y con marcados influjos realistas. Es así que en esta etapa no aparecen mayores influencias externas, como si el poeta ya pudiera con toda justicia ser influenciado por sí mismo.