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Cultura 16 de abril de 2019

Angelelli, el primer mártir argentino

Mariano De Vedia, segunda generación de una familia de periodistas dedicados a los temas eclesiásticos, termina de editar "El Mártir - Angelelli, el obispo silenciado por la dictadura". Una libro periodístico que se inscribe en la expectativa de la beatificación decidida por el papa Francisco.

Enrique Angelelli.

Por decisión del papa Francisco, el 27 de este mes en La Rioja se realizará el rito de beatificación del obispo Enrique Angelelli, asesinado por los militares del proceso, según lo determinó la Justicia 38 años después, desestimando la versión del accidente vial que quiso imponer la dictadura.

Ante semejante acontecimiento, es bien oportuna la reciente edición de “El Mártir”, tal el título del libro del periodista especializado en temas eclesiásticos Mariano de Vedia. “Angelelli, el obispo silenciado por la dictadura” es el subtítulo de un trabajo que se suma a una larga lista de investigaciones publicadas sobre las circunstancias que, el 4 de agosto de 1976, rodearon la muerte de este religioso que se identificó absolutamente con la llamada “opción por los pobres”, señalada por el Concilio Vaticano II y la Conferencia Latinoamericana de Medellín de 1968.

Ese 4 de agosto, al volante de una camioneta Fiat 125 y acompañado por su secretario, el obispo volvía de despedir los restos de dos sacerdotes asesinados por el terrorismo de Estado en Chamical.

Subraya De Vedia que “Angelelli murió instantáneamente” y que “la carpeta que llevaba consigo -con testimonios y documentación recién recogidos sobre el asesinato de ambos curas- desapareció y la causa judicial se archivó rápidamente. También quedó firme la sospecha de que tras el vuelco provocado por otro auto con una maniobra brusca, una cubierta del vehículo de Angelelli fue cambiada para abonar la versión de un accidente producto del reventón de un neumático.

Angelelli será el primer mártir argentino proclamado por la Iglesia, como también la primera víctima de la dictadura militar en llegar a los altares.

Bergoglio, presencia constante

Una de las novedades del libro de De Vedia resulta el poder ver la trayectoria de más de cuatro décadas, casi siempre silenciosa pero constante, realizada por Jorge Bergoglio en relación con Angelelli.

Ese trayecto de compañía y reconocimiento incluye en el inicio un retiro espiritual en La Rioja en junio de 1973. Entonces, junto a otros sacerdotes jesuitas, el padre Jorge Bergoglio estuvo con Angelelli, solidarizándose con él porque el día anterior había sido atacado a piedrazos en una visita pastoral a la ciudad de Anillaco.

El ya cardenal Bergoglio fue aportando documentación a la investigación judicial para determinar la causa de la muerte y el 8 de junio de 2018, 45 años después del asesinato, ya como papa Francisco, firmó el reconocimiento del martirio de Angelelli por “odio a la fe”.

No son necesarios milagros para la beatificación de un mártir, es decir quien muere por dar testimonio de su fe, consciente de que en ello le va la vida.

El próximo domingo 27, junto al obispo Angelelli, también serán proclamados mártires los sacerdotes Carlos Dios Murías y Gabriel Longueville y el laico Wenceslao Pedernera.

Según la sentencia del Tribunal Oral Federal de La Rioja, la muerte de Angelelli resultó de “una acción premeditada, provocada y ejecutada en el marco del terrorismo de Estado”.

En su libro, De Vedia asegura que el obispo era consciente de que “se la tenían jurada” y también de que como evolucionaba la política de terror en la época, él ya estaba condenado por su fuerte compromiso social y por denunciar los crímenes de la dictadura.

El autor de “El Mártir” pone en evidencia que no obstante el largo tiempo transcurrido, “los ánimos aún dentro de la misma Iglesia no se han serenado lo suficiente” en relación con el episodio de El Chamical.

Ante la decisión del papa Francisco, en espacios conservadores de la misma Iglesia, críticos del jesuita argentino, se preguntan si ya es momento oportuno para la beatificación, y no faltan quienes rechazan la proclamación todavía haciendo suya la versión de la tragedia por un accidente vial.

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Un fragmento

También en atención a esta polémica, se trascribe a continuación un fragmento del libro “El Mártir”, precisamente en el que se describe la jornada del asesinato:

Pocos días después del crimen de los curas de Chamical, Ortiz debió transportar en su auto al sacerdote francés Ludovico Revillard, que había sido enviado por el Episcopado de su país para averiguar qué había pasado con el padre Gabriel. Iban los dos, junto con el vicecónsul de Francia en Rosario, y fueron detenidos en la entrada a La Rioja para un control policial. ‘Estacione junto a la vereda que tengo que inspeccionar el auto’, le dijo el policía. El sacerdote le explicó que iban en una misión diplomática, pero no hubo caso. Cuando le mostraba el baúl, el agente le pidió disculpas: ‘Perdóneme, padre, pero el auto Torino que usted ve frente a la casa del gobernador me está controlando si hago o no este operativo. ‘Siga’.

“La tensión seguía avanzando. El miércoles 4 de agosto de 1976 el obispo Angelelli almorzó en la parroquia El Salvador, de Chamical, con los padres Armando Amiratti, Arturo Aído Pinto y Francisco Canobel y las monjas josefinas. Luego de rezar un momento frente al Santísimo Sacramento, se dispuso a regresar a la ciudad de La Rioja, distante 140 kilómetros por la Ruta Nacional 38. Le había pedido que lo acompañara al padre Pinto, quien antes de emprender el viaje llevó la camioneta Fiat 125 multicarga (modelo 1973 y patente F007968) a una estación de servicio cercana a la ruta para hacer controlar la presión de los neumáticos, el combustible y el aceite. Pocos minutos le tomó la tarea al empleado, quien confirmó que la camioneta estaba en ópticas condiciones para viajar.

“A las 14.30, Angelelli y Pinto tomaron la ruta en dirección al norte, a una velocidad estimada entre 90 y 100 kilómetros por hora. Se dirigieron por el camino viejo, que conecta más adelante con la ruta 38, para evitar cruzarse con la base aérea y los miembros del Celpa, según los testimonios recogidos en la causa judicial. En ningún momento advirtieron que en el trayecto los pasara otro vehículo. A la altura del kilómetro 1056, luego de trasponer una elevación de terreno, llamada ‘bordo’, seis kilómetros después de pasar el acceso a Punta de los Llanos, Pinto observó que ‘se acercó a gran velocidad un vehículo de color blanco, que parecía un Peugeot 404, con alitas en las puntas traseras’, según la descripción que formuló la querella en la causa. El sacerdote declaró después, en más de una oportunidad, que estaba sentado a la derecha del obispo, perfilado hacia él, porque venían conversando animadamente, y pudo visualizar la presencia del vehículo que aceleraba de atrás y les dio alcance.

Encerrona en la ruta

Según los testimonios reunidos en la causa judicial, el auto encerró a la camioneta conducida por Angelelli con una maniobra brusca por el lado izquierdo, provocando que ésta volcara.

“El propio Pinto declaró en sede judicial que en ese momento sintió ‘un golpe, un reventón, un estampido’ y tuvo la impresión que de que el auto los chocó. Ya en la resolución que había firmado el juez Aldo Fermín Morales en 1986 -investigación que quedó trunca luego de la sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final- se había sostenido que ‘Angelelli y Pinto, después de asistir al entierro de los sacerdotes de Chamical, salieron de vuelta, tomando el camino viejo. Un vehículo de color blanco alcanzó la camioneta, encerrándola hasta producirle el vuelco. El cuerpo del obispo quedó con ambas manos extendidas, cara hacia el cielo, cuerpo extendido con los pies juntos, aunque se deduce que fue arrastrado hacia el lugar. Así tengo por acreditado el homicidio. Un homicidio premeditado y esperado por la víctima’.

“La información oficial indica que ‘la camioneta volcó al reventarse la cubierta izquierda trasera, dando el rodado dos tumbos, en uno de los cuales fue despedido monseñor Angelelli, quien al golear contra el pavimento sufrió una muerte instantánea por traumatismo craneano’. Así lo publicó en su primera página el diario local El Independiente, con el título ‘Falleció en un accidente monseñor en Enrique Angelelli’.

“La crónica periodística explicaba que “la camioneta había quedado volcada del lado opuesto al que iba, con su frente hacia el sur, a unos 30 metros del asfalto, presentando abolladuras sobre la cabina y la parte posterior. La cubierta reventada estaba lisa y se supone que era la de auxilio, con la que había reemplazado la de ese lado, que encontró dentro del vehículo con su dibujo normal, igual que las otras tres’. Agregaba, como dato adicional, que el reloj del obispo se había detenido a las 15, de lo que deducía que era la hora en que se habría producido el vuelco fatal.

Como si lo hubieran arrastrado

“Media hora después de su salida de Chamical, entre cinco y seis horas permaneció el cuerpo de Angelelli, con su sotana negra y brazos extendidos, en el pavimento. Un hilo de sangre emanaba de su oído derecho. Algunos testimonios en la causa judicial indicaban que el obispo se encontraba descalzo y sus talones presentaban rastros de pérdida de piel como si hubiera sido arrastrado. Su cadáver se encontraba a unos 25 metros de la camioneta, que según algunas declaraciones acreditadas posteriormente, en 1986, por el juez Morales presentaba una goma desinflada, con un corte de 13 centímetros en la cámara.

“Sucesivamente, a medida que se expandía la noticia, fueron llegando al lugar una comisión policial, efectivos del Ejército, vecinos y miembros de la Iglesia. Desde La Rioja arribaron cerca de las seis de la tarde los sacerdotes Francisco Solano Díaz, Julio Guzmán y Ramón Aciar, enviado por el vicario general de la diócesis, el padre Esteban Inestal. En dirección contraria, desde Chamical, se dirigieron los padres Canobel y Amiratti.

“El tránsito en la ruta estaba desviado y eso demoró a todos. Se encontraron con militares y agentes de la policía con armas largas y un riguroso dispositivo de seguridad. Al principio les impedían el paso, pero un oficial del Ejército finalmente los dejó pasar al advertir que eran sacerdotes. No parecía la escena habitual de un simple accidente de ruta ni se justificaba tanta presencia militar. Tapado con una manta estaba el cuerpo del obispo, ante el cual los sacerdotes rezaron compungidos. El padre Solano Díaz se acercó a Angelelli, le dio un beso y le impartió el sacramento de la extremaunción. La camioneta ya había sido llevada a Punta de los Llanos. Los sacerdotes la fueron a ver a ese lugar y regresaron a la catedral riojana a informar al vicario Inestal.

“La ruta no presentaba ese día mucho movimiento durante la siesta riojana. Sin embargo, años después la Justicia recibió testimonios de distintos automovilistas que habrían pasado por el lugar. Carlos Alberto Alzola, un industrial de Córdoba, que viajaba rumbo a La Rioja en un Peugeot, declaró que vio ‘la camioneta dada vuelta sobre el pavimento y a dos personas, una de ellas un charco de sangre y de espaldas al pavimento, aparentemente sin vida, vestida con traje negro y una camisa blanca medio desprendida, y otro con pantalón claro y campera, evidentemente con vida’.

“El conductor se dirigió a Punta de los Llanos, la localidad más cercana, y dio aviso a un destacamento policial. Al retomar el camino a La Rioja, volvió a pasar por el lugar y vio que el herido se quejaba y era subido a un vehículo.

“Otro viajero, Oscar Nicolás Fernetti, que se trasladaba de Chamical a La Rioja en un automóvil Di Tella 1500, dijo que se cruzó con un Peugeot 404, de color blanco, ocupado por cuatro personas, vestidos de civil y con ropa deportiva, que iban en sentido contrario. Al llegar al lugar del accidente, a eso de las 15.10, se detuvo para ayudar y le tomó el pulso a Angelelli, constatando su muerte. Vio que cargaban a otra persona herida en un camión. Hubo dos testigos -Fernetti y Norberto Luna- que se atribuyeron haber tapado el cuerpo del obispo con una manta. El mismo Fernetti declaró que luego de ocuparse del herido, avisó a la comisaría de Punta de los Llanos e intentó comunicarse a Chamical, y enseguida regresó al lugar con un policía. Ambos recogieron la documentación que había dentro del vehículo y al volver se cruzaron con una comisión policial que se dirigía al lugar del hecho. Héctor Hugo Chiavassa, que conducía un camión de verduras junto con su hermano, declaró ante la Justicia que le llamó la atención la posición del cuerpo del obispo, con llamativa prolijidad sobre el pavimento.

Un extraño juez

“El personal policial y militar que custodiaba la zona no permitió a los sacerdotes mover el cuerpo de Angelelli hasta la llegada del juez Rodolfo Nicolás Vigo, que había sido auditor de la Policía Federal y nombrado juez de instrucción por una acordada del Tribunal Superior de La Rioja el 21 de julio de 1976. Cerca de las 21, el magistrado dispuso el traslado del cuerpo al Hospital Presidente Plaza, de la capital provincial.

“El periodista Armando Américo Torralba, que trabajó en ‘El Independiente entre 1972 y 1979 y era hijo del director, declaró a la Justicia que el juez llegó al lugar cerca de las 16.30 y tocando las cuatro ruedas con la mano, le dijo que debía publicar que fue ‘por un reventón de goma'”.



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