Opinión

Apuntes para votar en las legislativas

Cuál es el rol de la Argentina en la agenda mundial. Cuál es el futuro del trabajo y qué va a pasar con los salarios. Por qué la tecnología sólo favorece al poder concentrado.

por Agustín Marangoni

Este domingo las urnas estarán listas para elegir senadores, diputados y concejales. Es, digamos, el procedimiento lógico de un sistema democrático: los ciudadanos se expresan por medio del voto. Sin embargo, los episodios fundamentales de la democracia suceden mucho antes de votar. La discusión clave está en las herramientas que el ciudadano tiene a mano para pensar el día a día. El voto es una construcción. Sin un aparato sólido de formación es erróneo decir que los ciudadanos eligen. Más bien obedecen sin saber que están obedeciendo.

El poder concentrado, integrado por multinacionales y corporaciones, mete la cuchara en cada uno de los espacios donde puede haber una herramienta de formación. Empieza en la familia, sigue en la escuela, en la calle, en los medios, en la justicia, en el desarrollo productivo y avanza hasta donde tenga que avanzar. Le sobran recursos para hacer todo lo que necesita. Los empresarios, ahora legitimados en el poder, definen los lineamientos de la economía mundial a favor de las empresas. Argentina, en su rol de país emergente, forma parte de este cálculo global.

Algunos apuntes para discutir en estas elecciones.

1- Trabajo

A principios de agosto, Horacio Rodríguez Larreta, jefe de gobierno de Buenos Aires y uno de los principales cuadros de Cambiemos, dijo que el homo sapiens había enfrentado a los dinosaurios. Un disparate histórico, claro, y se lo hicieron notar. Pero él, en tono distendido, explicó que lo había leído en un libro. El libro en cuestión es Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad, de Yuval Noah Harari, un escritor que ha recibido elogios de figuras de gran peso en el mundo político-económico, como Barack Obama y Mark Zuckerberg. Si uno sigue de cerca el pensamiento de Harari se encuentra con ideas fuertes, por ejemplo que la mayoría de las personas será innecesaria en el siglo XXI; que los superricos podrán conseguir capacidades biológicas que los harán superiores a la población media, por lo tanto la brecha de desigualdad se hará cada vez mayor, y que las élites, afianzadas en el poder, perderán sus incentivos para invertir en salud, educación y bienestar porque la mayoría dejará de tener incidencia en el rumbo de la humanidad: la mano de obra será reemplazada por tecnología y las huelgas o las protestas sociales dejarán de ser efectivas. Suena hostil, sin embargo el escritor no está alejado de la realidad.

A mediados de abril, se celebró un encuentro en la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en Ginebra, Suiza, para analizar el futuro del mapa laboral. De acuerdo al avance de la tecnificación de los mecanismos productivos, hay un 42% de la población mundial que se encuentra en una situación vulnerable. Esto quiere decir que sus trabajos van a desparecer o que ya no son necesarios o que fácilmente pueden ser reemplazados por un robot. El año que viene, según pronósticos de mínima, habrá 2,7 millones de nuevos desocupados. El total serán 203,7 millones. Y la curva seguirá ascendiendo. Las declaraciones recientes de Esteban Bullrich, primer candidato a senador por Cambiemos, avalan y festejan esta situación: “Hay que crear Argentinos que sean capaces de vivir en la incertidumbre y disfrutarla”.

El escenario que se discutió en la OIT es concreto, pero también es evidente que no se puede dejar en la calle de un plumazo a casi la mitad de la población mundial, principalmente por el nivel de conflictividad que podría desencadenar. Entonces, lo que se busca es reducir el costo de la mano de obra: ya que es cada vez menos necesaria, que sea menos costosa, susurran los empresarios. 

En los últimos 19 meses, Argentina perdió un 11% de sus sueldos en dólares, fruto de las devaluaciones y las negociaciones salariales por debajo de la inflación. Así y todo, el costo de los sueldos argentinos –hoy en 500 dólares– es un factor a seguir erosionando a favor del sector empresarial. Cuando se baje el costo de los sueldos, tal vez, lleguen las tan anunciadas inversiones. El modelo macrista apunta a generar empleados lo más baratos posible, en línea con las necesidades del mercado global. En su visita al 53°Coloquio Idea, la semana pasada, fue bastante claro: En los próximos dos años […] la tecnología nos abre la oportunidad no de recuperar el tiempo perdido en desarrollo e infraestructura económica para el país, sino para saltar al siglo que viene”. En este sentido, llamó a “no tener miedo” tanto a empresarios como a sindicalistas por una sociedad futura “en permanentes transformaciones”.

2- Deuda

Dos tercios de las 500 empresas que dominan el mercado mundial son financieras. Es decir, no producen nada, generan dinero con dinero, en una montaña de intereses, bonos, títulos y acciones que tienen valor virtual. El negocio es que los países emergentes contraigan deuda. He ahí la herramienta de control político, económico y social más eficiente para las grandes potencias. El peor golpe que se le puede dar a la lógica corporativista multinacional es una política de desendeudamiento. El gobierno de Macri, en menos de dos años, endeudó al país en 100 mil millones de dólares, cifra que es récord mundial. Parte de esa deuda fue colocada a 100 años, a intereses exorbitantes (8,25%) y en moneda extranjera. El encargado de concretar esta deuda de un siglo fue el ministro de Finanzas de la Nación, Luis Caputo, ex Deutsche Bank y JP Morgan. Los beneficiados: los bancos. El gobierno no desarrolló programas productivos que apunten a generar valor agregado. La financiación del país se consigue emitiendo deuda, estrategia cortoplacista y neoliberal por excelencia.

3- Tecnología

El uso del Big data –el universo de datos almacenados en la web– es el eje de una estrategia vital para el ejercicio del poder. En Argentina, el oficialismo trabaja con una estructura algorítmica muy costosa que interpreta parte de estos datos para conocer al detalle el comportamiento de los votantes. Cruza información del padrón, de los resultados de las Paso, de la Encuesta permanente de hogares y de sondeos privados para saber, barrio por barrio, cuadra por cuadra, quién fue el candidato elegido. Atrás quedó el tiempo de los discursos masivos. Hoy la política se define con discursos personalizados. Puerta a puerta. Cara a cara. Un timbreo, por ejemplo. Cada uno de los ciudadanos recibe lo que quiere escuchar. El poder político sabe qué decir y cómo decirlo. Este fenómeno se denomina Microsegmentación del voto. Es un seguimiento particular y milimétrico de las decisiones de cada persona. La intención es predecir los resultados y delinear estrategias para torcer voluntades en el caso de que sea necesario. Lo curioso es que estas herramientas, que podrían perfeccionar la democracia y que le permitirían al gobierno poner manos a la obra en las necesidades básicas que identifica entre los ciudadanos, sólo se usan para captar votos. O sea: para construir y distribuir un discurso que le permita mantenerse en el poder.

4- Concentración y capital en el exterior

Buena parte del gabinete nacional está integrado por empresarios que se desempeñaron como figuras fuertes de corporaciones multinacionales. Son gobierno y, en teoría, trabajan para que la Argentina mejore sus índices y la calidad de vida de los habitantes. Sin embargo, el 43% de su capital personal está depositado en el exterior. Los funcionarios más acaudalados invierten hasta el 80% de su patrimonio en el extranjero. El Director de la agencia federal de inteligencia, Gustavo Arribas, declaró 108 millones de pesos fuera de la Argentina; el ministro de Energía, Juan José Aranguren, 88 millones; el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, 85 millones, y Federico Sturzenegger, presidente del Banco Central, 20 millones y medio. Entre otros que oscilan entre los 6 y los 15 millones de pesos en el exterior. Lo curioso es que este comportamiento va en ascenso: los giros al exterior superan en un 50% los de 2016. Es decir, mientras los funcionarios ya se desempeñaban en la función pública.

Es una tendencia política global que va de la mano con la concentración de capitales. Los movimientos financieros favorecen por inercia a quienes tienen mayor cantidad de riqueza acumulada. Así son las reglas del juego, estipuladas legalmente por los mismos beneficiados. Hoy, la fortuna de los ocho hombres más ricos del mundo es superior a la que acumula la mitad de la población mundial. El escenario tiene dos bordes de conflicto. Los más ricos son todavía más ricos. Y los más pobres son todavía más pobres: acumulan apenas el 0,2% de la riqueza. Por ejemplo, el empresario Donald Trump –hoy presidente de EEUU– y su gabinete suman 14.000 millones de dólares en patrimonio. Lo cual significa que las quince personas que administran el gobierno acumulan la misma riqueza que la tercera parte con menos ingresos de ese país.

En Argentina, el sector con mayor concentración de riqueza es ese que el presidente Mauricio Macri denomina El círculo rojo. En IDEA lo explicó sin filtro frente al salón colmado del hotel cinco estrellas: “Acá son todos del círculo rojo, algunos más jefes que otros. Es la gente políticamente involucrada, que lee los diarios todos los días, que discute las propuestas […] y siempre intenta tallar en la opinión pública. Son quienes conducen las universidades, las empresas, los que están en política, los jueces que se ocupan de ver cómo funciona el sistema […]. El Círculo Rojo me reputeaba cuando no quería ser candidato a presidente”.

5- Crisis

El colapso económico suele ser una buena noticia para los grupos concentrados de poder. El Estado, regulado y gestionado por empresarios, se hace cargo de las deudas de las empresas. Las crisis se fabrican y se saldan con el impuesto de los contribuyentes. En la misma línea, instalar una crisis ablanda las defensas de los trabajadores. En el temor de perder sus puestos, permiten estirar sus horarios, rescindir aumentos y pasar por alto premios y aguinaldos hasta nuevo aviso. Aquel que critica al poder económico concentrado desde alguna posición de poder es inmediatamente declarado enemigo. Según el filósofo Noam Chomsky, la lógica de estos tiempos apunta a que el poder está en manos de quienes toman decisiones en los movimientos de capital. Las corporaciones consiguen el aval de la opinión pública a través de compañas de marketing. Así es que un sector de la población apoya un modelo económico sin saber de qué se trata ni cuáles serán sus consecuencias. De estas maniobras surgen –continúa Chomsky– los sentimientos antisindicalistas, por ejemplo. Es importante que no haya freno ni control para avasallar derechos laborales. Y de ser necesario, se reprime.

Lo que está en juego en estas elecciones es el modelo económico-político para la Argentina. Por un lado el oficialismo: el Estado debe achicarse, el mercado debe estar libre y adaptado a las reglas globales que redactan las grandes potencias. Desde el otro, alertan que el Estado es la única herramienta capaz de ponerle un freno a la concentración de la riqueza y la anulación de derechos. Desde bien arriba, muy por encima de esas discusiones, el poder concentrado global mide la eficacia de sus fórmulas en su propio laboratorio social. Es evidente que lleva décadas de ventaja.

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