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Cultura 18 de julio de 2025

Atractivas tramas y precisa textura en “El señor Smulevich” de Susana Cattaneo Corona

Susana Cattaneo Corona.

 

Por Sebastián Jorgi

Susana Cattaneo Corona, poeta de raza, genuina representante de la poesía argentina contemporánea, ha publicado un libro de relatos. Precisa textura, un golpe narrativo ágil, tramas con personajes marginados, con cortes subyacentes de crítica social, desplegando ciertos espacios de la novelística objetiva. Desde la mirada, desde la observación minuciosa del comportamiento de la gente, desdoblando el mundo de los sufrientes y el otro, el de los indiferentes. La loca de la plaza es un ejemplo, se me ocurre, relato escrito con lujo de detalles de la actuación de ese ser marginal en medio de la indiferencia –mientras unos chicos juegan un picado y Romina con su madre pasean a su perro–. Ambas sentencian una descalificación hacia esa mujer, más, me atrevo a conjeturar una desclasificación, “clase desprovista, empobrecida”, out del calendario. 

Otra pieza protestataria de este libro es Sor Perpetua de los Dolores, las vicisitudes de una monja. Que recibe a un obrero que destapa los conductos del lugar, excusa para dar espacio a encuentros furtivos ardientemente amorosos entre Sor y el visitante. Hay una mirada de humor, aunque, también la autora despliega una opción libre “contra natura” de la Iglesia, más en tiempos de Inquisición. 

Y por qué no también en esta posmodernidad lacerante que nos convoca, en la que nuestra autora le da vida, por decirlo así, a estos personajes que parecen muñecos presos del azar y de extraños, fortuitos encuentros.

Antes de leer el cuento que da título a este volumen de relatos, El señor Smulevich (El mono armado), alentaba un recorrido a lo “Chekov” o algo por el estilo, lo que corre por la cuenta de quien escribe esta modesta aproximación.  Pero no, Smulevich es sacudido por un constante goteo de la canilla de la cocina, de pronto su cara se transforma y hace extrañas muecas, “toma el sombrero y lo arroja por la ventana”, entra en una extraña dimensión corriendo por un descampado, escucha sonidos de metrallas, mientras el goteo se convierte en una ola gigantesca.  Una secuencia de Buñuel, surrealista, onírica. Muy interesante el trabajo de  imbricación entre lo real   y lo fantástico, con un cierre logrado con mano maestra: la vecina encuentra el sombrero en la vereda y Usted, estimado lector, podrá sopesar la imaginería compositiva de esta sutileza narrativa. (Cuento que obtuvo un primer premio en un importante concurso).

En  No puedo creer Susana Cattaneo Corona hace gala de un monólogo, en el que un hombre sale a comprar cigarrillos para  su reina pero lo hace de mala gana, a las puteadas (sic) ejerciendo una violencia de género psicológica, una catarsis que suele  ser cotidiana, moneda corriente que vemos en los noticieros sensacionalistas, en  este mundo de relaciones de pareja resquebrajadas.

Un hombre llamado Marcelo llega a un bar por la noche, bebe whisky y se le hacen las tres de la madrugada. Ya en la calle se encuentra con dos hombres, los insulta y recibe una paliza. Lleva la marca  en la cara de la zapatilla tras una patada. Se recuesta sobre un cortinado de metal  de un negocio. Se hacen las 8 de la mañana. El dueño no puede abrir el negocio, lo putean, mientras lo aborda el recuerdo de  Natalia, “la mujer imposible”. Como puede, con gran esfuerzo se levanta, con una herida que suelen tener los boxeadores, en el arco superciliar izquierdo. Un taxi lo deja en la puerta de su casa. Cuatro horas después, se siente mejor. El teléfono suena: —“Doctor Aguilar, a pesar de los días que pidió de licencia, va a tener que venir a la clínica, usted es el único neurocirujano que disponemos para opera de urgencia…”. Se trata de Sus dos vidas, la crónica de una noche cruenta. 

Y la Poesía emerge en Duna, donde un hombre ya viejito recuerda a su cachorra, ·ojos de almendra”, que hace un año ha partido. Un relato impregnado de ternura.

Apreciable como Susana Cattaneo Corona inserta lo insólito, ese momento de avatar…¿ subyace una mueca de ironía?  Veintiséis años de casados y pandemia, título de otro relato que me produjo una sensación inquietante, como un escalofrío, que llegó para quedarse hasta que terminé la lectura. La pareja conversa, levantan paulatinamente el tono de voz, él fuma un cigarrillo, mientras ella, alterada, con las manos aleja el humo del cigarrillo. Están en guerra. Pasan los minutos y a ella “ya no le da el sol” (cito) y va quedando en la penumbra. Una alegoría tremenda, un circuito kafkiano, un cuadro casi de Ionesco nos regala la autora.

Otra muy atractiva  pieza es El locutor, donde el personaje narrador apela a un amigo, un tal Pepe, contándole sobre los ejercicios que debe hacer para aprobar el examen de locución. El uso de la primera persona se va graduando hábilmente, esbozando un cuadro teatral. Pero al mismo tiempo le  confiesa  de un chateo con una muchacha, que “está buenísima.” Aquí  el humor gana la partida.

Lo que no fue es un cuento clásico de oficina, muy bien desplegado, con una despedida de soltero. Alex, el personaje centro, está sumido en expectativas con respecto a su futura esposa Déborah. Insisto en ese sustrato irónico, que sutilmente sobreimprime nuestra narradora. La despedida se desarrolla dentro de las habituales ceremonias, entre los compañeros de oficina, algunas mujeres. Alex ha quedado en almorzar al día siguiente con su prometida Déborah, pero ante el entusiasmo que aún lo sobrecoge de la despedida, decide darle una sorpresa a su futura esposa y entra al departamento, donde ella duerme. Plácidamente acompañada…

Desordenadamente continué la lectura y me encontré con Gato, apodo de un muchacho que sufre una y otra vez la agresión de Loco, un tío violento y casi siempre  borracho. A maltrato y humillación constante, Gato va acumulando rencor y resentimiento.  La llegada de un tren a cierta hora es especulada por el joven para salir definitivamente de ese escenario que tiene un clímax inesperado para Loco.

Dos amigas, Mirta y Milena deciden dar un paseo en la lancha “Anastasio”, Cada una carga sus cuitas, aunque es Milena la que oculta algo: no quiere ponerse la malla debido a que tiene “unas marcas” en el cuerpo.  Se trata de Un paseo de ida, relato llevado con mano diestra y cierta dosis de suspenso, luciendo su imaginería la escritora.

Ada es un relato corto, una estampa donde dos vecinas –María y Ada. suelen encontrarse para comentar los chismes cotidianos de barrio. Lo fortuito, el cruce de  una moto arrolla a Ada. Nuestra autora irrumpe en el final con un diálogo entre dos jóvenes que reflexionan sobre la violencia que se ejerce contra los viejitos. Patético relato.

Y en ese desorden de lecturas varias,  me asalta un  final de campanillas. Una historia de amantes, Alinah y Ramidh, están en Tánger, se trata de Certeza amarga, una secuencia que también deparará alguna sorpresa.  Un suceso ceñido, impactante, con una ambientación tipo cinta Casablanca (otra asociación  de la mías y que suelo arriesgar). Un relato con un lenguaje seco, cortante, una pieza de relojería.

Un hombre se habla a sí mismo, está sumido en el racconto de su vida, desde su juventud hasta el presente. Un monólogo frente a un espejo, una catarsis que lastima, en los márgenes del masoquismo es expandido por la narradora. Sin piedad. Se trata de Fisicoculturismo, una confesión, un autorretrato frente al espejo ante el paso inexorable del tiempo.

Susana Cattaneo Corona, poeta representativa de la generación intermedia, de reconocido trayecto, ha vivido largos años en Mar del Plata, donde ha conformado ciclos de lectura que dieron paso y revelación a muchos poetas marplatenses, por nombrar uno el café literario Castalia. En Buenos Aires también forma parte de varios grupos literarios. Ferviente lectora, una apasionada por las letras,  recientemente  incursiona felizmente en la prosa. Y El señor Smulevich y otros relatos es una muestra cabal de su talento creador, con un golpe narrativo preciso, para urdir atractivas historias.

Susana Cattaneo Corona nació en Buenos Aires. Tiene treinta y un libros editados. Es psicóloga. Escribe poesía, cuentos, relatos y ensayos. Obtuvo premios nacionales e internacionales. Tiene dos libros inéditos de cuentos. Fue merecedora del premio Faja de Honor de escritores argentinos (ADEA) y Mención de honor en el concurso Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, (SADE). Premiada por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, primer premio, y por la Fundación Argentina para la Poesía quien le otorgó el premio Puma de Plata por su trayectoria. Becada a Canadá por Flavia Cosma para participar en el Festival internacional de poesía en Val-David. Obtuvo el primer premio por su cuento”El señor Smulevich” en el IV concurso de la Revista Miscelánea Homenaje a Hilda Vale.  Fue una de las fundadoras del Museo de la palabra Manuscrita sito en la provincia de San Luis, Argentina, varias veces jurado y creadora y coordinadora de ciclos literarios, entre ellos Castalia y Extranjera a la intemperie, hoy activo ya con veinte años;  miembro de la Asociación Americana de Poesía y participante del ILCH. Difusora de cultura junto a Gladys Cepeda en el grupo Rupes Nigra. Pertenece a varios grupos de escritores, entre ellos el grupo A.L.E.G.R.I.A y Kairós. 

Sus tres últimos libros editados se titulan “Estación de intemperie”, “El señor Smulevich y otros relatos” y “Oasis de infinito”- 

Su obra fue parcialmente traducida al inglés, francés, portugués, alemán y catalán. Su página web es www.extranjeraweb.com