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Cultura 22 de febrero de 2016

Boggio, un personaje de la ficción

El tallerista, el narrador, el tipo de la literatura a cada rato. Se cumplen cinco años de su muerte.

Daniel Boggio.

por Dante Galdona

Hace cinco años fallecía Boggio. Los dedos se van al Boggio y evitan el Daniel. El apellido solo implica autoridad, el nombre cercanía. Pero Boggio era cercano, siempre. A alguien alguna vez se le ocurrirá estudiar por qué ciertas personas son más apellido que nombre y otras más nombre que apellido, como también hay viejos a los que se tutea y jóvenes a los que se trata de usted. Lo cierto es que Boggio era Boggio. En raros casos Daniel Boggio, nunca Daniel. Y también vos Boggio y che Boggio.
Y así andaba por toda Mar del Plata con más apellido que nombre, dando vueltas por la biblioteca de Naciones Unidas enseñando qué carajo era esto de la literatura.
Después la cosa seguía en algún bar y se aprendía bastante más.
Algunos dicen que en esos momentos empezaba a mentir. Se equivocan o nunca lo entendieron. No era un tipo mentiroso, era un personaje. O es, porque los personajes, si no mueren en la historia, no mueren. Era un escritor. Vivía haciendo ficción. Aunque había dejado de escribir, o de publicar, lo que para un escritor de su talla es casi lo mismo.
A algunos no les queda mayor aspiración que escribir, para Boggio eso era un tema menor, su obligación con la literatura pasaba por la docencia. Debe haber sido el tipo que más escritores formó. Escritores, no personas que escriben. Varios de sus alumnos hoy son la vanguardia de este incipiente género que ya se anima a llamarse literatura marplatense.
Para esa tarea tenía una fórmula infalible. El tipo descartaba a los boludos, a los amanecidos hoy de ganas de ser escritor y mañana de ser cocineros, a las viejas jubiladas o ricachonas con demasiado tiempo al pedo y a los que querían pero nunca iban a poder.
Era sincero y descarnado al momento de la exclusión: “Andá al psicólogo, este no es tu lugar”, “a esto hacelo un bollo y no escribas nunca más”, “si te gusta drogarte drogate, pero no escribas drogado”. Su género no era la poesía, pero sabía de su importancia: “Vos sos poeta, este taller es para narradores”.
Esa fórmula le garantizaba un campo fértil para laburar con gente con potencial, a los que tampoco trataba de la mejor manera. Había que bancarse las ganas de ser escritor o amar demasiado la literatura para atravesar el campo minado que eran sus talleres, y estar dispuesto a ser herido, cercenado, y volver a la semana siguiente.
Boggio es el responsable de la narrativa marplatense de hoy. De la que se puede leer. También hay beneficiados (alumnos de sus discípulos) y boggianos que no lo conocieron. Pero sin dudas la literatura marplatense es Boggio y sus consecuencias.
Boggio escribió “La vaca aficionada a la fellatio”, un libro de lectura obligatoria para los que todavía insistimos con cuentos en tiempos de reinado de la novela.
Boggio escribió, junto a Marcelo Marán, “Tierra dividida”. Un cosa rara donde, si Marán no se enoja, Boggio aporta la mejor mitad.
También escribió poco.
Y también hizo literatura de botella de whisky, en medio de la bohemia marplatense, donde resaltan varios relatos irrisorios, fantásticos, melancólicos, crudos, sarcásticos, políticos, futbolísticos.
Como el de la vez que se fue a probar a Racing y lo echaron por meter cinco goles de tiro libre en el ángulo cuando le ordenaban tirar el centro, como el de su cruce con Cortázar en París, como el del viaje a Woodstock y el de la gorda igualita a Nicolino Locche.
Mar del Plata y todo el mundillo literario tienen sus libros editados, algunos tienen sus enseñanzas inestimables (en castellano el adjetivo va después del sustantivo), sus relatos de tertulia. Todos signos imborrables de un tipo que cambió el rumbo de la literatura marplatense.
Vaya este homenaje de LA CAPITAL para Boggio.