La familia de Fernando Lario, el arquitecto y docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata desaparecido que desapareció en julio de 2012, presentó ayer la recusación formal de Fernando Castro, el fiscal que instruye en la causa.

Lo hizo a través de su abogado, Julio Razona, quien en un escrito adujo “inactividad y demoras injustificadas” por parte del investigador. En ese contexto, la querella busca que la Justicia designe a otro miembro del Ministerio Público en su lugar.

El letrado también indicó en el documento que hace cuatro años presentó un conjunto de propuestas por parte de Laura Lario, hermana del desaparecido, para que el fiscal Castro tomara medidas y ordenara diversas tareas en el marco del caso. Sin embargo, se quejó, ninguna de ellas fue tenida en cuenta, incluso cuando varias de las mismas tenían que ver con una línea investigativa paralela establecida por la misma querella y en la que hasta llegaban a citar identidades de posibles sospechosos.

En ese sentido, mencionó que la mujer se reunió con el procurador general de la provincia de Buenos Aires, Julio Conte Grand, quien la atendió “muy cálidamente”. A pesar de ello, no hubo mayores novedades en el expediente.

Ahora será el propio fiscal Castro el que deberá resolver si se aparta o no de la investigación. Si decide continuar a cargo del expediente, la Cámara de Apelaciones analizará el planteo de la familia y resolverá si existen motivos suficientes para designar a otro fiscal.

Fernando Lario desapareció a mediados de 2012 y en la investigación de ese hecho participaron los fiscales María Isabel Sánchez, Fernando Berlingeri y Fernando Castro, pero ninguno logró esclarecer lo que ocurrió.

La única certeza es que el 7 de julio de 2012 Lario dejó la Facultad de Arquitectura tras un acto eleccionario y tras algunos mensajes de tono suicida a su entonces novia nada más se supo. Recién al cabo de un par de días se estableció que su morral y un abrigo habían sido abandonados junto a un acantilado del sur.

Sin embargo, lo que en apariencia se alzaba como un escenario en el que el arquitecto se podía haber quitado la vida, nunca pudo ser comprobado. Su cuerpo jamás apareció y algunas circunstancias de su vida personal abrieron la posibilidad de una venganza o una desaparición voluntaria.