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Cultura 14 de octubre de 2019

Cecilia Pisos: “El ojo atento es vital, tanto para la narrativa como para la poesía”

La autora de literatura infantil y juvenil habla de su saga "La Torre Menguante", del oficio de escribir, de los metatextos, las curiosidades, su tratamiento de los personajes fantásticos y la aventura de "generar experiencias" a través de la lectura. "Considero el libro como uno de los artefactos de realidad virtual más antiguos" definió.

Cecilia Pisos está embarcada en una nueva saga narrativa con "La Torre Menguante".

por Claudia Roldós

Una torre de edificios, enorme, misteriosa ¿abandonada? es la generadora de las aventuras de Teo Pippin en “La Torre Menguante, el cumpleaños sin fin”, de la escritora Cecilia Pisos. Se trata de la primera entrega de una saga fantástica publicada por V&R y que tendrá su continuación el año que viene.

La autora, que cuenta con una vasta trayectoria, tanto en poesía como en narrativa para el público infantil y juvenil, habló con LA CAPITAL sobre esta serie que recién comienza, del libro como “uno de los artefactos de realidad virtual más antiguos” y del oficio de escribir: “el ojo atento es vital” dijo.

Además compartió su visión sobre el uso de los metatextos, las estrategias para “llamar la atención sobre distintos y sorprendentes aspectos de la realidad”, el desafío de generar “experiencias” a través de la lectura y las posibilidades que brindan los personajes fantásticos. Por lo demás “nada de teatro ni de modulaciones, ni de afectaciones del tono en función del destinatario: trato de que lo que escribo sea auténtico para todas las edades” apuntó.

– Si bien con lo primero con que se te asocia como autora, es la poesía, en esta ocasión encaraste una serie narrativa con “La Torre Menguante”. ¿Cómo surgió este proyecto?

– Es cierto que comencé escribiendo versos y tengo más de veinte libros de poesía. ¡Todos los que me han dejado publicar! Siempre es difícil el camino de la poesía… Pero dentro del resto de mi obra, en la que hay narrativa de largo y corto aliento, ya había trabajado en proyectos de series (las aventuras de Juani y Super Fido, las de la brujita Guadalupe Sinverruga, los libros de Ufa Genial, los de la princesa Sofi, la trilogía Querida autora). Algunos de estos conjuntos de libros fueron planeados como serie; otros se fueron formando como tales, a pedido de los lectores. Considero las series como una interesante forma de narrativa que trasciende el límite de un libro. En estas historias, los personajes generan en los lectores una relación entrañable, casi tienden un puente entre la ficción y la realidad. Los editores de V&R me convocaron precisamente porque ya tenía experiencia en este tipo de formato, y me pidieron que dejara libre mi imaginación para crear un nuevo universo narrativo.

Entonces, en lo primero que pensé fue en La Torre, como mecanismo de generación de aventuras: cada vez que se abre la puerta de un departamento del edificio, se entra a una nueva historia. En este diseño (que responde un poco a la frase “Cada casa es un mundo”), pesó mucho mi lectura de los escritores franceses del grupo Oulipo, en especial de Georges Perec, que se dedicó, en uno de sus libros, a inventar la vida de cada uno de los inquilinos de un edificio que imaginó y ubicó en París.

– ¿En qué te inspiraste para la creación de los personajes de Teodoro Pippin, su papá inventor y su mamá tan lectora? ¿Tiene algo de Cecilia Pisos la mamá de Teo, con su amor por los libros?

– Cuando un escritor inventa un personaje y también todo lo que tiene que ver con él, su casa, sus padres, sus compañeros y amigos y por qué no, sus bullies, su mascota, su forma de ser y hasta su pelo, a medida que lo va escribiendo, y metiendo en problemas, le toma cariño, llega a conocerlo como si fuera una persona de verdad. En el fondo de cada personaje hay siempre características de una persona real que el autor conoce, ¡o de varias, mezcladas! Este es el caso. Teo tiene sentido del humor y, a la vez, es muy tímido. Es un chico como todos, pero que tiene algunas cosas bien singulares, como un grillo de la suerte que lo ayuda, un dormitorio plegable, una amiga fantasma…

El papá de Teo tiene que ver con mi gusto por las máquinas e inventos, por las soluciones ingeniosas a los problemas cotidianos. Y responde un poco al tipo del inventor estrafalario, que además genera en las historias, situaciones ridículas y divertidas. Y sí, Julia Pippin tiene mucho de mí: en casa, los libros nos salen por las orejas (creo que solamente en el baño no hay).Cuando mis hijos eran chicos, no jugaban “a la casita”; jugaban “a la biblioteca”: fichaban los libros, hacían carnets, se leían entre ellos, se recomendaban. ¡También me encantaría tener la máquina de leer (la rueda de los libros) que tiene la mamá de Teo y que es un invento de Agostino Ramelli, coetáneo de Leonardo da Vinci!

– ¿Cómo continúa la aventura en el segundo libro de la Torre Menguante?

– La Torre Menguante es un edificio lleno de sorpresas por su ambiente siempre cambiante. Los mundos que cada uno de sus departamentos esconde, abren sorpresas por igual a los protagonistas y a los lectores. Esta primera aventura sucede durante una fiesta de cumpleaños; las historias que siguen podrán tener lugar en una selva, en una extraña fábrica de paraguas, en un día en que todo aparece teñido de azul… Todo puede suceder.
El próximo libro ya está en marcha; aparecerá a principios de 2020. Y lo único que puedo adelantar es que algo extraño va a suceder con el espacio: los lectores van a tener que seguir a los personajes bien “agachaditos”. ¡Ah!, y que habrá trenes… fantasma. Las aventuras de Teo seguirán mientras haya departamentos que abrir en la Torre Menguante…y mientras haya lectores que quieran acompañarlo.

“Sorprendentes aspectos de la realidad”

– En “El cumpleaños sin fin” hay una historia de aventura y, paralelamente, hay enseñanzas. ¿Es un recurso de ofrecer aprendizajes, datos, curiosidades complementarias a la experiencia de la lectura, sin darnos cuenta?

– En los capítulos de la novela intercalé recuadros de curiosidades. No responden a ninguna otra intención que la de “abrir la cabeza” de los lectores, llamarles la atención sobre distintos y sorprendentes aspectos de la realidad, mostrarles otros libros, inventos, curiosidades, historias de la mitología. Como si formaran una especie de hipertexto enciclopédico, aparecen, por ejemplo, una fórmula para calcular la temperatura según la cantidad de cricrís que emiten los grillos por minuto, la historia de Teseo y Ariadna, el origen de las gárgolas, y las cornucopias, quién, dónde y cuándo inventó la canción “Feliz cumpleaños”, cuál es la piñata más grande fabricada en el mundo, etc. Este interés me viene a mí desde chica, de cuando mi abuelo Ramón me guardaba del diario las “Curiosidades de Ripley” (todavía tengo conmigo la pila, ya un poco amarillenta, de recortes de periódico).

– ¿Qué desafíos te plantea la creación de tramas mágicas, la incorporación de hadas, seres imaginarios o los fantasmas? ¿Cuál es la importancia en tus historias, de mundos y criaturas fantásticas? ¿Qué rol cumplen este tipo de personajes en la literatura infantil actual?

– Las hadas, brujas, duendes, entre otros, que aparecen en muchos de mis libros para los más chicos, pertenecen al elenco de los cuentos maravillosos, y de las tradiciones folclóricas de muchos países. Estos protagonistas inmortales, prácticamente “inoxidables” se reciclan, reformulan, resignifican todo el tiempo: ¡a los chicos (y muchos grandes) de todas las generaciones los fascinan! Tienen un comportamiento prefijado por el género, que a mí me encanta subvertir: hadas maliciosas, brujas juguetonas, príncipes torpes y princesas desprolijas son parte de mi repertorio y de mi lucha contra el estereotipo.

El caso de los fantasmas de la Torre Menguante pasa más por el lado de lo cinematográfico, e implica en esta serie, contar con la posibilidad de personajes mixtos: los fantasmas han sido humanos y se comportan como ellos, y además pueden hacer y/o resolver determinadas situaciones de otra manera. Como Luna Menguante, que ayuda a Teo a entrar en los departamentos deslizándose debajo de las puertas. Esto me da ciertas libertades narrativas (también ciertas restricciones o reglas, como en los juegos) que en otro tipo de novelas más “realistas” no tengo.

– En alguna entrevista dijiste que las niñas y niños buscan “experiencias” con la lectura, sin importar el género… ¿Hay allí un terreno fértil para cultivar sin divisiones, ni corsés?

– La lectura nos da experiencias, al igual que la vida. Las de la vida son propias; las de la lectura son vicarias, como “de prestado”. Ambas configuran nuestra “enciclopedia mental de experiencias” por igual. No podemos tener distintas vidas, pero sí, de algún modo virtual, experimentarlas. Considero el libro como uno de los artefactos de realidad virtual más antiguos. Es interesante, como autor, salirse de uno mismo, investigar, conocer y reconstruir en la escritura la experiencia de alguien completamente diferente de uno. Ponerse en su lugar. Lo mismo le ocurre al lector. Puede empatizar y comprender el mundo de personaje de diferentes géneros, lugares, edades… “Meterse” en su cabeza, conocer sus motivaciones, pensamientos, emociones. Y, como en el fondo de los personajes siempre hay algo de las personas, creo que eso contribuye a nuestra formación como seres humanos, capaces de considerar a los otros “sin divisiones, sin corsés”.

– Al enfocarse la literatura en el público infantil, ¿Tiene componente teatral?

– La verdad es que no encuentro diferencias entre escribir para grandes y escribir para chicos, con la excepción del cuidado de que en estos textos no se dificulte la comprensión lectora de personas con menos experiencia de lectura, esos son los niños. Y con el cuidado en el tratamiento de ciertos temas, como la muerte y el sexo, por ejemplo, considerando la experiencia de vida relativa de los chicos. Por lo demás, nada de teatro ni de modulaciones, ni de afectaciones del tono en función del destinatario: trato de que lo que escribo sea auténtico para todas las edades. Los niños y los jóvenes conservan todavía la autenticidad que nos hacen perder a los grandes, los años y las decepciones. Y, a partir de esa autenticidad, juzgan lo que leen.

– Hay en tu escritura fuertes marcas que tienen que ver con una transmisión muy visual y una musicalidad que remiten a la oralidad, a la costumbre de contar historias ¿Cómo es la “cocina” de tu literatura?

– No hay cocina: es algo más bien natural, en mi caso, que trato de potenciar mediante ciertos recursos narrativos. Creo que me viene de las historias que me contaba mi tía abuela Lola, muchas de ellas de Las mil y una noches, que su mamá (mi bisabuela) les leía ¡a sus 9 hijos! todas las noches al calor del brasero. Lola también nos inventaba historias a los cinco primos que nos quedábamos a dormir en su casa. Cuando algo no nos gustaba, ella lo cambiaba y ese “contar colectivo” conseguía llevar la historia a lugares insospechados. En esas rondas de historias éramos a la vez, oyentes y protagonistas; al despertarnos, las recordábamos y las actuábamos, jugando. Y, a su vez, esos juegos de rol, los que comienzan con “Dale que yo era… y vos eras… y que…”, que muchos chicos ya no juegan, fueron una preparación ideal para la lectura y escritura de historias.

La palabra y lo visual

– ¿Cómo encarás el trabajo con quienes ilustrarán tus obras? ¿Cómo es el proceso para lograr el equilibrio y que las ilustraciones se complementen con la historia? ¿Cuál es tu visión del rol de las ilustraciones en los libros?

– El trabajo es diferente en cada caso, según el tipo de libro, el género, y el ilustrador y editor con los que me toque pensarlo. En general, las ilustraciones, que son una primera lectura visual de una historia, permiten imaginarnos más cosas, descubrir otros aspectos, más allá de lo expresado a través del texto. En el caso de La Torre Menguante, Soledad Alliaud, la editora, diseñó la maqueta, editó los textos de las aventuras y orientó el trabajo de Rodrigo Tabárez, el ilustrador. Antes de empezar a trabajar, le pasé a Gogui los perfiles de los principales personajes y él fue haciendo sucesivos bocetos, hasta lograr la imagen de cada uno. ¡Y la verdad es que no corrigió ni ajustó demasiado! De entrada, logró lo que me imaginaba, y con más detalles geniales.

Para pensar los distintos lugares de la Torre, que es en esta serie un escenario muy protagónico, les mandé a Sole y a Gogui algunas imágenes del grabador italiano Piranesi para el sótano, algunas de las ilustraciones imposibles de Escher para la cúpula, que tiene un mirador, un poco aleph, desde el que se ve absolutamente todo el mundo, fotos de rascacielos clásicos de Nueva York… Y el resto, lo no ilustrado, queda, por supuesto siempre a cargo de la
imaginación del lector.

– ¿Ha cambiado la forma de pensar, incorporar los estímulos anexos a la lectura -dibujos, metatextos, fondos, colores- para adaptarse/¿competir? en estos tiempos de sobre-estimulación y exceso de pantallas?

– La industria editorial ha ido cambiando sus formas de producción gráfica, adoptando muchas veces recursos de las narraciones visuales. Por ejemplo, los diferentes libros de una saga son como los capítulos de una serie, que configuran una meganarración de marco o fondo, que involucra a los personajes principales, sobre la que se van abriendo, en cada libro otras, más breves, episódicas. Esto está perfectamente señalizado desde la ilustración y el diseño editorial. Hay también un tratamiento más ajustado y refinado de la imagen, y mayor cantidad de páginas ilustradas y/o de ilustración color, cuando es factible, en los libros para jóvenes lectores, y un trabajo más minucioso y relacionado con el marketing, en la confección de las tapas como argumento de venta. Las que hoy vemos en las librerías nos atraen mucho estéticamente, y son, de por sí, una invitación al libro mucho más explícita que en otros tiempos. Esto tiene que ver con la necesidad de identificación de los títulos en un universo cada vez más poblado de libros, que compiten en atraer la mirada, también diferente de los nuevos lectores.

– ¿Qué rol, qué importancia tiene la observación, el ojo atento a lo cotidiano, a la hora de encontrar inspiración, enfoques, detalles a escribir? ¿Cambia ese sentido de percepción según busques crear una poesía, un cuento o una novela?

– Además de la mano que acompasa el fraseo de los textos, el ojo atento es vital, tanto para la narrativa como para la poesía. En la narrativa, la percepción de un detalle concreto sirve para anclar a un personaje a su historia, para que el lector afilie su entidad simbólica a algo conocido de su propia realidad y que con esa operación mental, se cumpla el efecto de verosimilitud, es decir, que la historia le sea creíble, posible, probablemente verdadera. En la poesía, el ojo atento sirve para captar esos momentos/escenas en que la poesía no se ha revestido de palabras todavía. Como, por ejemplo, cuando descubrimos un mundo en el brillo de una gota de rocío sobre una hoja. El ojo del poeta detecta estas escenas y llama la atención sobre ellas, invistiéndolas lingüísticamente, para producir en los demás esa experiencia inefable a través del artefacto textual del poema.