Chilano y De Angelis: “La admiración que sentimos por Aira nos llevó a escribir algo en su homenaje”
La importancia que en el mundo de la literatura actual le confieren a César Aira llevó a los autores marplatenses a inventar una historia en la que el prestigioso escritor argentino es un personaje que aparece duplicado. Ambos cuentan cómo escribieron esta historia, atravesada por el humor y la crítica a la sociedad actual. "No creo que sea casual que en medio de la pandemia nos abocáramos a corregir un proyecto que nos salvaba desde la risa", indicó Chilano.
Sebastián Chilano y Mauro De Angelis, autores de "El lémur".
Por Paola Galano
Tras ser un eterno candidato, César Aira gana el Nobel de Literatura, pero al escritor semejante premio internacional no le interesa. Tamaño desprecio genera la furia de Marcelo Brizna, un poeta de escasa reputación que, después de escuchar una entrevista a Aira por Crónica TV en el bar en el que escribe, decide urdir un plan para vengar la desigualdad que rodea al mundillo literario. Y para ello llama a antiguos amigos, tan perdedores como él. La injusticia es clara: unos alcanzan el prestigio y el dinero, mientras los otros tienen que autoeditar sus libros, endeudarse y vivir en el anonimato.
Así empieza “El lémur”, la novela publicada por Indómita Luz Editorial y UTEP (Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular) y escrita por Mauro De Angelis y Sebastián Chilano.
El plan pergeñado se convierte en un enorme malentendido: pululan dos Aira y gran parte de la trama sucede en Las Flores, una ciudad habitada por personajes tan excéntricos como vanidosos. Dos de ellos son Chilano & De Angelis, especuladores y dueños de una inmobiliaria. Además, intervienen militares, policías y hasta un humanoide. El humor es central, al igual que los momentos bizarros, la ironía, la intertextualidad y las críticas a la sociedad vigilada y gobernada por la mentira.
Tarea nada sencilla la de narrar en dupla. Pero los autores marplatenses -el fuerte de De Angelis es el cuento y Chilano atesora varias novelas- logran fundir sus estilos en uno, cohesionan la trama y, de paso, el trabajo compartido los acercó a la diversión.
“Nunca sabemos qué puede escribir otra persona, esa es la maravilla de la escritura compartida”, dijo Chilano sobre la coautoría. “Fue una experiencia muy divertida, de mucha intensidad. Escribimos por separado; al principio, a través de mensajes de Whatsapp intercambiamos fragmentos, detalles, ocurrencias”, contó De Angelis.
Ambos admiran la escritura de Aira, un prolífico autor argentino conocido por su reticencia a la aparición pública. Ese amor los llevó a convertir a Aira en personaje. “Le mandamos el libro a través de gente amiga, pero no sabemos si lo leyó, si le gustó, si lo odió. En ese silencio podemos sentirnos esperanzados o tristes. O indiferentes. Depende el día”, comentó De Angelis a LA CAPITAL.
Y su compañero coincidió: “Depende del día. Hay días en que olvido su silencio. Hay días en que duele la maldad implícita de esa pregunta que nosotros mismos nos hacemos. ¿Leyó el texto?”.
“Pongámonos en lugar de Aira -sigue Chilano-. Dos cuarentones desconocidos que viven en Mar del Plata escriben una novela donde Aira es uno de los protagonistas. ¿Cómo reaccionaría si fuera él? No lo sé. No logro saberlo. Pensaría ‘Se quieren colgar de mis logros’, ‘Es un bochorno’, ‘Es un honor’, ‘A esta altura de mi vida solo puedo ser un personaje’. No lo sé, no encuentro la respuesta correcta”.
– Se me ocurre que con El lémur intentaron hacer al menos tres cosas: expresar la admiración a César Aira, contactarse con Aira y lograr que quienes no lo hayan leído se acerquen a su enorme obra. ¿Es así, cuál fue el disparador?
– De Angelis: No creo que nadie, o al menos Seba y yo, se proponga a priori objetivos tan claros al empezar la escritura. Es todo más incierto. Y eso justamente es lo divertido, lo apasionante de escribir. Como un aventurero, entramos en un territorio desconocido, con dudas, rodeados de amenazas. A nadie le importa si tenemos suerte o somos devorados. Estamos solos con nuestro texto. Con respecto a El lémur, la admiración que sentimos por Aira nos llevó a intentar escribir algo en su homenaje, bajo su influjo. Después, si alguien quiere leer al maestro, mejor. El buen lector llega a Aira por su cuenta, es inevitable.
– Chilano: Creo que es difícil expresar en una novela la admiración por el escritor César Aira, por lo que escribe. No es eso lo que intentamos al escribir El lémur. La admiración se la podríamos expresar directamente a él (enviarle un mail, llamarlo) o reseñar y recomendar sus libros. Todo esto lo hemos hecho con suerte dispar (nunca atendió el teléfono, al principio contestó los mails, y no siempre los lectores hacen caso a nuestras recomendaciones) pero no creo que la admiración nos lleve a escribir un libro: eso nos llevaría a copiar o intentar copiar su estilo (sus múltiples estilos) y no era la idea. La idea era una premisa que sigue a Aira: la narrativa, la literatura, es lúdica. La escritura de Aira va en ese sentido. Nos pareció interesante poner al mayor referente (de la literatura y de la narración como artificio o juego) dentro de una novela. De hecho, él lo hace. Y lo hace múltiples veces.
– Más allá de los estilos de cada uno, el texto logra tener un solo tono. ¿Cómo fue la ingeniería de la construcción de la novela?
– Chilano: Para mí sigue siendo una experiencia curativa. Cura las dudas (hay otra voz que dice si algo está bien o mal). Cura los miedos. Cura del propio ego. Cura de las propias limitaciones. De algún modo conocemos nuestros límites e intuimos a dónde podemos ir, pero nunca sabemos qué puede escribir otra persona, esa es la maravilla de la escritura compartida.
– De Angelis: Fue una experiencia muy divertida, de mucha intensidad. Escribimos por separado; al principio, a través de mensajes de Whatsapp intercambiamos fragmentos, detalles, ocurrencias. Todos esos pequeños textos, que Seba trasladaba al Word, luego fueron tomando forma en capítulos. Surgieron los personajes, que son fundamentales en la novela y a los que dedicamos mucha atención. La primera versión surgió pronto, pero después hubo un trabajo intenso de corrección. Los dos intervinimos en los textos que el otro mandaba, en mayor o menor medida. Creo que logramos el tono mediante el intercambio y el cruce de registros personales. Siempre la prioridad la tuvo la historia.
– ¿Qué aporta escribir una novela entre dos, además del hecho de divertirse?
– Chilano: Aporta la experiencia de otra persona a quien le confiamos lo casi más sagrado que tenemos los escritores: nuestros propios textos. Para escribir con alguien hay que confiar en sus lecturas, sus conocimientos, su capacidad narrativa y entender que sus sugerencias son siempre para mejorar. Aporta librarnos de lo que suele caracterizar a la escritura. Aporta el hecho de crear algo que de otra manera no existiría. Pero, aclaración: es algo que no se puede forzar. Sale de manera espontánea o no existe.
– De Angelis: El intercambio de opiniones, observar cómo trabaja el otro, cómo resuelve los problemas, de qué manera corrige, son experiencias muy interesantes. Se aprende. Para mí, que siempre fui cuentista, acostumbrado a comprimir, a la elipsis, trabajar con un novelista de experiencia como Seba fue importante porque aprendí un poco a expandir, a soltar la mano. Él me ayudó no censurando mis ocasionales derrapes, redoblando la apuesta en el humor.
– El ridículo, lo grotesco, lo bizarro, la comedia, el cómic y el humor en general atraviesan esta historia, ¿cómo apareció este registro?
– De Angelis: Me gustan los personajes con defectos, contradicciones y resentimiento, que intentan algo grande -ya sea un plan noble o un secuestro- y fracasan. Esa es mi gente. Los llamados antihéroes. Es una historia con obvios tintes humorísticos; los personajes no podían escapar de esa mirada, aunque tratamos de que no fueran meros títeres para deslizar nuestras ocurrencias.
– Chilano: La diversión es un bien valioso. Lo observo últimamente en las reuniones, en las lecturas, en las presentaciones. Todo el mundo está esperando ese momento de risa, como si lo serio (la pandemia que hace poco terminó) se hubiera robado la necesidad por lo formal (o estricto, rígido, que no admite chistes) y solo agradeciéramos el humor. No creo que sea casual que en medio de la pandemia nos abocáramos a corregir un proyecto que nos salvaba desde la risa.
– Los personajes Marcelo Brizna y Lanadia coquetean con la poesía, anduvieron en talleres de poesía, guardan delirios literarios pero fracasan, el Tajo Bonorino respeta la poesía, entre los tres forman un trío de outsiders del sistema editorial y del sistema, a secas. ¿Por qué decidieron que los secuestradores y semi delincuentes sean malos poetas?
– De Angelis: Por necesidad de la trama, por el efecto humorístico, por verosimilitud. Son decisiones que se toman de acuerdo a los propósitos del texto. Por ejemplo, Carlos Argentino Daneri podría haber sido un buen poeta, pero eso hubiera hecho del Aleph otro cuento.
– Chilano: El Tajo Bonorino no escribe. Es un amigo que acompaña a su amigo en su aventura. Lanadia escribe. Nada sabemos de su poesía. Quizás sea la mejor poeta de su generación y ella no lo sabe. O decide no saberlo. No hay poemas de Lanadia en el libro. Siempre la imaginé como la mejor, como la joya a descubrir. Aunque ella no quiera. Marcelo Brizna tampoco es un mal poeta, es un poeta desfasado. El 80-90 por ciento de lo que leemos será olvidado en el futuro. Solo los verdaderamente buenos perduran. Cuando uno mira para atrás siente que pocas personas escribían en cada década. Y no es así. Eran cientos, ¿miles? Y publicaban. Hoy nadie los recuerda, pero en su momento eran buenos para el momento. Eso es Marcelo Brizna. Alguien que no hizo avanzar su lenguaje, su poesía. Es un poeta que en la década de 1980 hubiera estado bien posicionado y hoy, en el 2022, es casi entrañablemente obsoleto.
– Un hecho desencadena la historia, en la ficción César Aira desprecia el Premio Nobel que acaba de ganar, dice que no le interesa. Es esa actitud snob lo que genera la furia de Brizna. ¿Critican esa impostura tan usual en el mundo del arte?
– De Angelis: Necesitábamos esa impostura en el personaje Aira para despertar la furia de Brizna. Pero ¿quién pude decir que está libre de impostura? Ni siquiera los perdedores.
– Chilano: Marlon Brando rechazó el Oscar a mejor actor y no fue un gesto snob. Si Aira rechazara el premio ¿sería snob? Yo creo que no. Porque no es un escritor que haya construido desde una figura políticamente correcta o interesada en la corrección. Pero bueno, si el lector lo toma como una crítica, ya no depende de nosotros. Supongo que este tipo de interpretaciones llevaron a que Aira, si leyó el libro, no nos hablara.
– ¿Cuánto los influenció para escribir El lémur el libro de Alejandro Dolina Crónicas del Ángel Gris?
– De Angelis: No leí ese libro, así que no puedo contestar.
– Chilano: Recuerdo haber leído ese libro en La Plata. Un libro grande, formato voluminoso y con ilustraciones que me hacían recordar a la revista Humor. Recuerdo buscar el humor de esa revista en el libro -condicionado por la asociación de imágenes- y no encontrarlo. No fue una decepción. Todas las noches escuchaba el programa La venganza será terrible y era feliz. Pero no fui feliz al leer el libro. Quizá era joven y no entendía. Debería volver a leerlo. O no. Recuerdo haber comprado la Montaña Mágica de Thomas Mann solo porque Dolina recomendaba ese libro como uno de sus favoritos. Pero nunca le llevé Las Crónicas del Ángel Gris para que me lo firmara. Si hago un esfuerzo creo recordar el tono de ese libro y entender tu asociación con El lémur. Los refutadores de leyendas, los fantasmas de la estación de Flores. Debe haber algo ahí, como en todo el humor: el humor no es algo que sucede en soledad, se necesitan unas cuantas personas para que eso suceda -al menos dos- y en El lémur creo que Lanadia, El Tajo y Brizna lo hacen muy bien.
– Parece haber otro enlace intertextual con los personajes de Roberto Arlt en Los siete locos y El lanzallamas. Esos personajes fracasados y apesadumbrados, marginados de los centros de poder. ¿Coinciden?
– De Angelis: Sí, claro. No sé si fuimos plenamente conscientes de ese enlace, pero sí, Arlt es una influencia ineludible.
– Chilano: También en La Plata leí Los sietes locos. Pero no voy a extenderme como en la novela anterior. Sí, la asociación es inevitable. Y también inmerecida. Son demasiados nombres importantes a los que vincularnos: Aira, Arlt. Creo que estamos más cerca de Marcelo Brizna.
– Un cruce más es la referencia al libro de ciencia ficción Siccus, del marplatense Miguel Hoyuelos. ¿Por qué recurren a un humanoide, Siccus 23 que es copia de César Aira? ¿Viene a encarnar la distopía y los sueños de control de un personaje como el General Vargas y del presidente del país?, ¿éste es el pasaje más político del libro, teniendo en cuenta que el presidente se llama Mauricio?
– De Angelis: Miguel es un amigo y creo que justo en ese tiempo él estaba por lanzar la segunda parte de Siccus, así que nos pareció divertido que el personaje robótico tuviera ese nombre.
– Chilano: Es una de las partes políticas que tiene el libro. Un libro que empezó como borrador en la presidencia de Macri y se publicó postpandemia en la presidencia de Alberto Fernández. Discutimos mucho si poner el nombre del presidente en ese capítulo. Creíamos que si no lo nombrábamos podía confundirse con cualquiera de los dos. Por eso elegimos poner el nombre, para que el lector pueda situarse en el momento exacto -prepandemia- en el que sucede El lémur. Claro que Macri puede tener una segunda presidencia y todo volvería a ser posible, incluso que Aira gane el Nobel.
– ¿Por qué El lémur? Son animales anecdóticos en la novela.
– De Angelis: El maestro tiene novelas como La Liebre, La abeja. Nos gustó El lémur. Es un animal simpático, un tanto misterioso.
– Chilano: Y voy a citar a Borges. En su Libro de los seres imaginarios, Borges explica que a los lémures también les dieron el nombre de larvas. Y dice que los romanos festejaban en el mes de mayo fiestas en su honor. De ahí el misterio por estos animales. Durante las fiestas de Lemuria todos los otros templos deberían estar cerrados y nadie podía casarse. Ni enamorarse. Por eso no hay amor en El lémur, está prohibido. Por eso hay un incendio al final de la novela: el humo, según los romanos, según Borges, ahuyentaba a los lémures.
– Por debajo de la historia aparecen reflexiones sobre la duplicidad, los dobles, el juego de espejos que se establece entre los diferentes Aira y la actitud de fingir, de mentir. Escriben: “Pensó que estaba viviendo la anulación del tiempo: que, en ese instante, en este mundo, se estaban escribiendo tantas novelas que la ficción anulaba la realidad y la realidad era una ficción representada por escrituras simultáneas”. ¿La realidad es una mentira, la realidad es una ficción, la ficción es una mentira?
– De Angelis: Aprovecho para compartir una reflexión del otro gran escritor argentino, después de Borges y Aira, Juan José Saer: “Podemos por lo tanto afirmar que la verdad no es necesariamente lo contrario de la ficción, y que cuando optamos por la práctica de la ficción no lo hacemos con el propósito turbio de tergiversar la verdad. En cuanto a la dependencia jerárquica entre verdad y ficción, según la cual la primera poseería una positividad mayor que la segunda, es desde luego, en el plano que nos interesa, una mera fantasía moral”.
– Chilano: En épocas de postverdad, me quedo con esta explicación que Mauro nos trae a la memoria.
– La novela parece reflexionar sobre una característica del mundo actual: creer en la mentira como si fuera verdad y encapricharse en ver lo que no es. ¿Ese fue uno de los propósitos?
– De Angelis: Nos divirtió mucho escribir sobre esa ficticia Las Flores. Pudimos contrabandear bajo el humor nuestras opiniones sobre muchos temas.
– Chilano: Sí, es un capítulo muy político para nosotros. Desde los autos hasta las estatuas de Las Flores. Está el humor y también lo político, mucho más que cuando es obvio nombrando a un ex presidente de Boca Juniors.
– Excepto el Aira original y De Angelis y Chilano, todos los demás personajes fracasan en sus planes, ¿por qué?
– De Angelis: ¿Es así? No creo que haya ganadores en la novela. Todos, a su manera, fracasan.
– Chilano: Porque es el destino de todos nosotros. Fracasar. Fracasar para volver a intentarlo. Por eso seguimos escribiendo, por todos los fracasos anteriores. Y no es como en los melodramas donde el fracaso lleva al éxito. Nuestras vidas se construyen de esos fracasos y de algunos aciertos. Cuanto más viejos nos ponemos, más entendemos los primeros y más disfrutamos los segundos.