Cultura

Christian Baldini, de Mar del Plata a Estados Unidos: “La apertura es el futuro de la música”

Dirige las orquestas sinfónicas de California y Sacramento, en Estados Unidos. Nació en Mar del Plata. Estudió piano, pasó por el rock y adora que sus hijos escuchen a Cafrune, Larralde y Tomás Lipán. Donald Trump, la poca inocencia de la música y cómo suena el mundo, según este maestro de 37 años.

-¿Qué compositor puede interpretar este momento del mundo?

-Hay un compositor que falleció hace diez años. Húngaro. Ligeti. Tiene una música interesantísima. Todo el mundo vio “2001 odisea del espacio”, de Stanley Kubrick. Esa película tiene música de él. La suya es una música de una gran tensión y eso es lo que se ve en el mundo ahora.

Abierto a las nuevos rumbos de la música contemporánea, descontracturado, de gesto proclive a la sonrisa, Christian Baldini regresó a Mar del Plata para compartir el día del padre con su papá. Este marplatense que nació y se crió en La Perla es el director de las orquestas de la Universidad de California y de la de Sacramento y, además, es asistente del director de la Sinfónica de San Francisco, en Estados Unidos. El 25 de mayo último dirigió la Orquesta Sinfónica Nacional en el Centro Cultural Kirchner, un concierto que realizó junto a Bruno Gelber. Y otros proyectos lo vinculan, por estos días, a La Plata, donde también dirigirá la orquesta de esa ciudad.

Baldini, quien se formó en Argentina, llegó a Estados Unidos por medio de una beca de estudio y se radicó en ese país junto a su esposa inglesa y dos dos hijos varones, sabe que la música no tiene nada de inocente. Y en una charla siempre amena, tejerá la relación que se establece entre música y actualidad, o entre música y política, en un mundo que suena a desarmonía todo el tiempo.

“El otro día leía un artículo en un diario americano donde se decía que había mucha similitud entre lo que se vive ahora y el clima que se respiraba antes de la Primera Guerra Mundial. Eso de estar estirando, estirando… en algún momento se va a soltar algo. Un posible loco que se pone a cargo de la potencia mundial, los problemas de Medio Oriente, los radicales islámicos, es todo una gran confusión. Tratar de generar odio en la gente, miedo. Es una situación global muy compleja”.

-¿Cómo te llevás con Donad Trump?

-Horrendo, horrendo. Hace un año todos nos estábamos riendo, los republicanos se lo tomaban con humor. Decían “cuánta propaganda que nos hace”. La cuestión es que es un tipo que secuestró el partido. No se lo esperaban ni ellos mismos. Y ahora ya es tarde. El problema es que cuando empezó a hacer campaña, a Hitler también se le reían. Demasiadas coincidencias.

-¿Cuál es el futuro de la música?

-La apertura, la apertura a otros públicos. Eso es lo que me llama la atención de Ligeti, que el tipo se reinventaba, no se repetía. Tuvo una infancia horrible durante la Segunda Guerra Mundial. Luego no tenía acceso a la música de Occidente, trataba de escuchar la radio de Austria para escuchar la música que pasaba por el mundo. Pero no se repetía. Apertura en cuanto al artista que está desarrollándose. Como Michelangelo, que a los 85 años dijo “Ancora imparo” (“Todavía estoy aprendiendo”). ¿Por qué vamos a dejar de aprender? Esa apertura, no eso de que las cosas tienen que ser así…

Y recuerda Baldini, a su 37 años, una de las experiencias musicales más interesantes que vivió en Estados Unidos: la fusión entre la música académica y los sonidos de un DJ, en un bar, en un ambiente relajado. La orquesta que dirigía tocaba un rato y al siguiente le tocaba al DJ. “La apertura no sólo sobre cómo se escribe la música, abrirse a cosas de la electrónica y a cualquier cosa que pueda abrir otras fronteras, es lo mismo que hacían Schubert, Malher o Piazzolla. Es lo que me gustaría”.

Dice que se ríe cuando lo ven llegar con su gesto juvenil y en el, a veces, acortonado mundo de la música clásica le dicen “¡pero qué joven que es usted!”. “Empecé a los 19 años a dirigir, en Argentina no es tan común que alguien tan joven dirija. Yo no soy tan joven, tengo muchas horas de vuelo, igual me encanta que me digan que soy joven, para mi es un piropo”.

-¿Te molesta que te digan maestro?

-No, es muy formal, en Europa y en Estados Unidos es mucho más informal. En el ambiente de la opera es más formal. Hay una anécdota famosa de un diretor que estaba ensayando con una orquesta y le dicen “Disculpe, maestro…”. Y el director le dice “Por favor, llámeme por mi nombre,”. Y el tipo le dice “Disculpe, maestro ¿cómo es su nombre?”. Es gracioso, es una costumbre.

-¿Cuándo fue tu primer contacto con la música?

-Fue en Mar del Plata. No sabía cómo se decía el nombre del instrumento, le hice señas a mi mamá de que quería estudiar violín. Tenía dos años. Mi mamá no consiguió un profesor que me diera clases. Entonces mi papá, que era médico, consiguió una profesora de piano que vivía cerca y arranqué por ahí. Era un juego, no me compraron un piano rápido. Me hicieron esperar por si era algo pasajero. Así empezó todo.

-¿Por qué te gustaba el violín?

-Tuve un tío abuelo en la familia que tocaba el violín pero yo no lo conocí. Murió antes de que yo naciera. Esas cosas de vidas pasadas. En mi casa no se escuchaba música, sí la radio… mi viejo tenía algunas grabaciones de música clásica, algunos LP pero no los ponía. Estaban entre sus reliquias. Y después, años más tarde, cuando se dio cuenta de que yo estaba re metido con la música dijo que él tenía la responsabilidad de hacerme escuchar algunas cosas y una vez a la semana ponía un disco. Yo odiaba que me hiciera eso porque para mi la música era para disfrutarla en todo momento y lo sigo pensndo. Es una cosa más espontánea: así como la estudiás y tenés una disciplina enorme también tiene que ser algo que venga de tu propia voluntad, porque te da placer.

-¿Un acompañamiento?

-Sí, para divertirte, me encanta, pero también a veces pongo una sinfonía y la escucho y no hago otra cosa, pero porque se me ocurrió y no porque nadie me dijo “Sentate a hacerlo”. Eso es algo que trato de hacer con mis hijos, no forzarlos a nada, en mi casa (de la infancia) no me forzaron pero los dos fines de semana que a mi viejo se le ocurrió decir “Vamos a escuchar ésto…” a mi me espantó. Siempre fui un poco rebelde.

-¿Cómo fue tu relación con la música en la adolescencia?

-Tuve una banda de rock en la secundria. Tenía dos grupos distintos: uno con amigos de la secundaria con el que hacíamos covers de Gun`s, Charly y la banda de la escuela. Era una diversión, un cable a tierra, la música me sigue pareciendo eso. La comparo con lo que hacía el Gato Dumas. El papá de un amigo se lo encontró en un hotel lujoso desayunando. Y lo ve al Gato comiéndose un pancito con manteca. Y sí, se la pasará cocinando las delicadezas más grandes pero también come pan con manteca. Por ahí me la paso dirigiendo a Beethoven, Mozart, Brahamas pero llego a mi casa, estoy tomando un whisky y escucho jazz. Porque todo es música y todo tiene una aplicación diferente. Me encanta el folklore y a mis hijos les encanta Cafrune, Larralde, son parte de la cultura y es bueno conocerlos. Charly García me encanta, lo mismo Salgan, Floreal Ruiz, Tomás Lipán.

-Estás super abierto a las músicas.

-En una sala de conciertos no me gustaría ir a escuchar eso, prefiero a Brahmans, pero sí me gustaría llevar a mis hijos a escuchar a Tomas Lipán algun día. Cada cosa en su momento.

-¿Qué sonido buscás al dirigir una obra?

-En los primeros segundos ya se puede ver la impronta de qué tipo de interpretación es la que estás buscando, de qué tipo de sonido, qué tipo de carácter. Depende de la obra es lo que busco. En una obra podés estar buscando la ternura, la fragilidad o todo lo contrario, la violencia y la furia. Ese mito de que la música clásica es relajante… depende de qué hablemos. Hay música clásica para celebrar algo o para empujar o para fines propagandisticos. En la Rusia soviética había un departamento de corrección (de la música). Lo mismo que hacían los nazis.

-Es que nunca es inocente la música.

-Y si lo es puede serlo irónicamente. Los nazis hacian listas negras de lo que llamaban el arte degenerado. Compositores y toda la música que no fuera música feliz entraba en esa lista, todo lo que fuera abstracto entraba en esa lista, había un compositor húngaro que se llamó Béla Bartók y que se enteró de que a él no lo habían puesto en esa lista y llamó diciendo “¿cómo puede ser que no me hayan puesto incluido?”. Y otro músico francés, Erik Satie, decía que la música tenía que ser como un mueble, podía ser algo de fondo. Hay piezas que son para repetir y tocar durante diez horas y ése era el motivo. Al no tener intención ya la tiene, y es una contradicción.

-¿Notás un estereotipo de músico que se repite más allá de la nacionalidad?

-Las idiosincracias son muy diferentes, se nota la apertura de tirarse a la pileta o no. Los músicos británicos son de los que pueden leer cualquier cosa mejor que nadie, los alemanes no tienen tal habilidad, necesitan ensayar más pero el producto final es de una calidad más alta. En cambio los británicos empiezan más alto que los alemanes pero no los podés subir mucho más que eso. Y los otros la reman más pero decís… “guau, ¿cómo pasó eso?”. Y el estadounidense es de cuestionar, cada cosa tiene que tener un por qué y hay otros músicos que odian eso, como el argentino. Los argentinos no quieren que se les explique nada, si te ponés a hablar de más pierden la atención y se distraen con sus teléfonos (móviles).

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