Cultura

Con tener talento no te alcanza: Entreabriendo la caja de las herramientas

Nueva entrega de las deliciosas charlas sobre escritura entre el Tío Marce y Pukkas.

A la hora en que la hija de la mañana, la aurora de rosados dedos, lograba que el lauburu de la remera de Martín rutilara como algo vivo, despertábase Pukkas, el sufrido discípulo de Tío Marce. Pukkas se levantó de la cama, se duchó, se vistió, colgó del hombro la mochila con su notebook dentro, y semejante a un dios salió del cuarto y encaminose a desgastar con las suelas de sus borcegos el umbral de la casa de su personal trainer literario.

-Me quedé dándole vueltas a la coincidencia del pensamiento de Rafael Oteriño y el suyo, Tío Marce -entusiasmadamente comentole, una vez instalado en su pupitre-. Impresiona ver cómo se identifican, en lo esencial, los dos conceptos que analizamos la quincena pasada. Esta mañana le di una repasada a lo que charlamos la última vez que nos vimos, y descubrí que hay otro momento de su definición de literatura que encaja mejor todavía con lo de la “apoteosis” señalada por el maestro. Dice usted, en el final de la definición: “Podemos concluir que la literatura es la intensidad del lenguaje llevada a su más poderosa expresión artística”. Si reemplazamos “su más poderosa expresión artística” por “su apoteosis artística”, estamos hechos. Notable afinidad la de ustedes, que piensan muy parecido acerca de qué es la literatura.

-Tenés toda la razón, y debo reconocer que es un honor para mí que por vías indirectas se haya establecido tal coincidencia. Sucede que, al ser colegas de la misma generación, Oteriño y yo crecimos prácticamente leyendo los mismos libros. Así que no es nada extraño el hecho de que pensemos de modo análogo en este asunto crucial. En sentido figurado y etimológico, fuimos los dos al mismo colegio. A mí particularmente me interesa tratar de iluminar a nuestros lectores sobre la cuestión literaria y temas afines, porque en estos tiempos oscuros en que la tan mentada deconstrucción viene arrasando las raíces de la civilización occidental, es más que necesario reconstruirnos proponiendo definiciones claras y asertivas, y expresando nuestras opiniones con firmeza y seguridad.

-Y con respeto.

-Todo lo que quieras, Pukkas. Pero si el escritor en formación no quiere naufragar en medio de este océano de zombis en que se ha convertido la sociedad “resignificada”, le convendrá darse una vuelta por los criterios y conceptos del pasado y atornillarse a ellos, porque de eso dependerá su existencia. Lo contrario significará andar siempre como bola sin manija, apelando a paraísos artificiales para poder rozar apenas la ilusión de ser alguien y achicar el pánico del proceso degenerativo.

-Interesante punto, máster. ¿Y cuál sería un efecto de la deconstrucción, por ejemplo?

-La pérdida de la identidad y del concepto de realidad es tal vez el más significativo, Pukkas. Vení, abrí tu notebook y googlemos la expresión “no me considero escritor”; así, entre comillas, para que la búsqueda sea exacta.

-Más de dos mil novecientos setenta resultados. Claro, la mayoría de la gente no escribe.

-¡Error, Pukkas! Fijate que esa frase calcada no la dicen precisamente gasistas, pedicuros o analistas de sistemas o cerrajeros. La dicen, en cientos de notas y entrevistas, escritores que tienen encima más de un libro publicado. Incluso hay algún ganador del Premio Cervantes que, palabras más, palabras menos, declara muy suelto de cuerpo que él no sabe si es escritor.

-Increíble, maestro. Y yo que me quemo las pestañas y vengo acá para convertirme en uno. ¿Será una pose lo de esta gente?

-Pose o no pose, es su manera de no quedar afuera de la corriente mayoritaria. Es su modo de prender una vela en el altar de la deconstrucción. Después no te asombre que muchos de los “cuentos” que se escriben ahora sean simples estados de situación, meros casos o retratos psicológicos sin conflicto, nudo, trama o desenlace. Los ideólogos de la deconstrucción trabajan en cualquier ámbito, pero es en el mundo de las ideas donde buscan pegar más fuerte. ¿Y ahora qué bicho te picó, que ponés esa cara de codicioso?

-¿Cómo se hace, máster?

-¿Qué cosa, Shylock? ¿Cómo se hace para rajarle a la maldita deconstrucción, preguntás? Ya te lo dije.

-Pregunto cómo se hace para conseguir el efecto poético. No quiero que mis textos se parezcan a las papillas insípidas que usted acaba de describir.

-¡Vaya interrogante, sesereque! ¿No hablamos bastante sobre ese tema? ¿No te quedó claro que el “efecto poético”, como lo llamás vos, no es algo que se “consigue”?

-Sí, Tío Marce, me queda claro.

-Y conste en actas que te banco lo de “efecto”, porque tal concepto me sirve para diferenciarlo de “efectismo”. Como bien explicó Germán Cáceres en la entrevista que le hice para Taller de corte y corrección, el efectismo vendría a ser el abuso del efecto. De todos modos, yo prefiero hablar de hecho poético, porque implica la idea de que todo es atravesado por la poesía.

-Totalmente de acuerdo, máster. Pero alguna pista me dio acerca de cómo se hace.

-¿A qué te referís?

-Concretamente, a lo que usted llamó el fundamento de todo. ¿Se acuerda de haberme hablado de cierta zona de una entrevista de Fernando Sorrentino a Borges?

-¿Lo de Novalis? Fue en uno de nuestros primeros encuentros.

-Exacto, y Novalis decía aquello de que hay palabras que más le corresponde “decirlas” al lector, y no al autor. ¿Se acuerda de cuando me ayudó a descubrir que lo más conveniente para lograr “meterlo” al lector en nuestros textos es que sea él quien saque sus propias conclusiones? No sirve para nada explicarle que tal o cual cosa es hermosa o fea o amable, porque le anula la capacidad de imaginar por su cuenta esa hermosura, esa fealdad o esa amabilidad. Parece ser que tal concepto es la punta de la madeja.

-En eso también estamos totalmente de acuerdo, Pukkas. Ahí tenemos un camino para alcanzar la precisión de la imagen. Joseph Conrad decía que el objetivo más ambicioso de un escritor era: “Por encima de todo, que resulte claro”. Y la precisión estilística es la principal herramienta para alcanzar esa claridad.

-¿Ve, maestro, ve? Usted mismo acaba de decir “ese es un camino” y “es la principal herramienta”. Y eso significa que hay otros caminos y otras herramientas. Y, a lo mejor, caminos más breves y herramientas más afiladas.

-¿Qué me viste, Pukkitas? ¿Cara de boticario, que venís a buscar una receta?

-Para nada, maestro, porque ya desde el principio usted me advirtió que en el arte no existen fórmulas ni varitas mágicas. Pero, basado en lo que acabo de decirle, intuyo que sí existe un denominador común entre los ejemplos que usted fue insertando en sus análisis desde nuestro primer encuentro. Al menos, concédame eso.

-Explicate, Pukkas.

-Digo que tal vez habrá algo que está como encerrado en su definición de literatura, algún elemento que pueda usarse como… Digamos, como una palanca que nos ayude a mover más rápido el universo de nuestras creaciones. No quiero usar la palabra “trucos”, porque a usted mucho no le gusta. ¿Le parece bien “tips”?

-Con tal de que no implique un reduccionismo imbécil, puede ser. Pero prefiero hablar de trucos en lugar de tips, porque me parece una palabra más nuestra, más local y abarcadora.

-Mientras signifiquen un atajo…

-Ojo con los atajos, cachorro, que la fórmula “rápido y bien” equivale a “agua y aceite”. Los atajos pueden distraerte del arte verdadero y convertirte en un mero escribidor de versos y de historias remanidas. Eso es lo que estoy tratando de decirte desde que me tiraste aquello de “cómo se hace, máster”. Mirá acá, en la pantalla, lo que hace muy poco subió a Instagram Franco Vega, quien, además de ser un muy buen narrador y un artista extraordinario, ilustró maravillosamente la cubierta de mi más reciente novela: “Es hora de bajar ese mito infame de que existen atajos. Existen ventas y hambre de crecimiento en las redes. Y espejitos de colores. Pero la realidad es que, sin hacer un esfuerzo intelectual (que va mucho más allá de mirar tutoriales, ya es hora de que se diga), la escritura no mejora”.

-¡Brillante, lo voy a seguir! Espere que anoto el nombre de la cuenta: @franpvega.

-Me parece perfecto, porque a la gente talentosa hay que seguirla; pero no te me distraigas. Tenés razón en intuir que en mi definición de literatura hay una zona que puede ayudarte. En ella, más que de usar trucos y atajos, yo hablo de ampararnos “en una tradición creadora plena de técnicas y recursos”. Toda esa paleta de colores te está esperando para que te manches a gusto. Y te invito a conocerla en nuestros próximos encuentros, porque, según creo, en esta veintena de reuniones ya logramos ir al corazón teórico de nuestra actividad. Describimos la ética tradicional del ser escritor y dejamos en claro qué es la literatura, entendida como concepto esencial y como arte manifestado en los más variados géneros y creaciones. Y, de paso, en dichos encuentros ya hemos dejado bien en claro que “Con tener talento…

-… no te alcanza”.

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