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Opinión 21 de febrero de 2020

¡Cuidado!…Padres sueltos

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Por Nino Ramella

Un día de fiesta. Eso viví el año pasado en Irkutsk, una ciudad de Siberia con apenas un poco menos de población que Mar del Plata. Fue el 25 de mayo pero no era por Argentina que celebraban. En plazas y por las calles cientos de jóvenes con una banda con la leyenda Egresado festejaban lo que allá llaman El último timbre. Terminaban el secundario.

Antes de lanzarse a las calles la fiesta empieza en el colegio, donde profesores y familiares los agasajaban por comenzar una nueva etapa en la vida. Afuera del colegio todo es algarabía. Me saqué fotos con ellos.

La versión criolla

Los que saben dicen que no somos los creadores del dulce de leche, ni del colectivo, ni de la birome, ni de la avenida más larga del mundo. Pero al parecer sí somos los inventores del cada vez más convocante UPD (Último Primer Día… de clase).
De incierto origen sabemos que habría empezado a principios de la década pasada. Se trataba de llegar el primer día de clase del último año del secundario insomnes al colegio luego de haber pasado toda la noche reunidos en la casa de algún compañero. No parecía una celebración muy ingeniosa pero hasta ahí las consecuencias no pasaban a mayores.

Pero el UPD fue in crescendo en una intensidad y escala de riesgos que muy lejos está de ser considerado una travesura de adolescentes. Ahora no basta llegar trasnochados al colegio. El desafío es llegar alcoholizado. El campeón es el que llega más borracho. Ya no son casas de familia los escenarios de las previas sino boliches que a despecho de la legislación vigente satisfacen la demanda de los menores.

¿Saben los padres en las condiciones que los chicos llegan al colegio? ¿Son los colegios víctimas de estos desmadres o parte del problema? Las autoridades, provinciales y municipales ¿buscan soluciones o el tema no les preocupa? ¿Hay permisividad con la actividad privada que provee alcohol, transporte y otros insumos para el UPD?

Estos interrogantes rondan por la cabeza de quienes vinculados directa o indirectamente con el tema se preguntan cómo evitar un desmadre que ha producido chicos afectados por un coma alcohólico, desmanes en colegios, quemaduras por pirotecnia y lastimados por riñas callejeras. Una tragedia mayor está a la vuelta de la esquina.

Los papás, un obstáculo para cuidar a sus hijos

Alquilar boliches para la previa, comprar alcohol, y pirotecnia, pagar el transporte…todo eso cuesta dinero… dinero que sale de los mismos bolsillos: el de los padres.

Quien esto escribe consultó a directivos de cinco colegios de la ciudad. Se trata de establecimientos de distintos barrios, algunos con subvención estatal y otros no. En términos generales los testimonios fueron coincidentes.

Todos los colegios consultados hacen reuniones previas al UPD con las familias como método preventivo, además de abordar el tema con los chicos durante todo el año anterior.

En las reuniones hay padres que coinciden con nuestras prevenciones y temores. Pero luego en los hechos no son de gran ayuda. Podríamos decir que predomina el discurso en contra de este ritual, pero luego por el temor de que su hijo se quede afuera terminan contradiciéndose, fue la conclusión común.

La mayoría de los padres suelen argumentar también que su hijo no se alcoholiza.

Con distinta intensidad -hay líderes y acompañantes- prácticamente el 100% de los chicos participa del UPD.

Oh, las redes

¿Existirían este tipo de rituales si no existieran las redes sociales? Si tenemos en cuenta que el objetivo de todo ese desmadre es subir videos y fotos para compartir -y si es posible que se viralicen-, tenemos que concluir en que no. Los chicos necesitan poder comparar su noche con la de otros colegios. Lo que pueden mostrar en las redes es para ellos de vital importancia.

En suma, el mundo virtual asume aquí un protagonismo central. Conseguir buenas imágenes para las redes puede ser más importante que la vivencia misma.

Aquí se abre otra puerta para la reflexión: ¿porqué no resultan violentas las imágenes de hechos atroces si las vemos en las redes?. Curiosamente algunos de aquellos que ven habitualmente estos videos están en contra de la violencia hacia un compañero. Pero si lo ven filmado no les parece violento. En esa naturalización hemos de encontrar las causas del fenómeno. Lo dejamos para análisis de los sociólogos.

El non plus ultra del absurdo

El origen de esta nota fue oír que había padres que iban al UPD a filmar a sus nenes entrando borrachos al colegio. Fue la incredulidad lo que llevó a consultar otra voces. La respuesta es unánime.

A la entrada del colegio se juntan personas de diferentes edades a filmar o tomar fotos de los chicos entrando borrachos. Algunas de esas personas son los propios padres.

El despropósito es la única respuesta que encuentran los padres para enfrentar la compleja ecuación de poner límites a sus hijos sin cercenarles la libertad o hacerlos sentir bichos raros comparados con sus amigos. Puede entenderse la dificultad de prohibirles participar del UPD o de que entren al colegio borrachos o darles dinero para la diversión.

De ahí a ir a filmarlos haciéndose cómplices activos de los hechos hay una frontera que debería ser infranqueable. No lo es.

Me consta que en fiestas de egresados donde los colegios no permiten el consumo de alcohol en la mesas de los alumnos, suelen ser algunos padres los que les pasan botellas para que los chicos tomen.

Cabría preguntarse si los padres permitirían que sus hijos fueran en esas condiciones a la Universidad o a una entrevista de trabajo. ¿Porqué sí a la escuela?

Decir NO puede ser una respuesta amorosa. Los primeros que deberían entenderlo son los padres. Seguramente ayudarían a sus hijos a ser padres cuando les llegue el momento.

Colegios sin herramientas

Una cierta disparidad de criterios son visibles entre las autoridades educativas y los directivos de colegios. No son posiciones controversiales pero sí los colegios se sienten sin las herramientas necesarias para encontrar una solución.

Ningún colegio puede prohibir la entrada a alumno alguno por peores que sean sus condiciones. Tampoco puede pedir a la familia que vaya a buscar al chico porque está borracho. Se expondrían a acciones de parte de los padres porque no es el colegio quien pueda diagnosticar ese estado. Deben decir que el o la joven no están en condiciones de permanecer en el establecimiento.
Mientras tanto adentro del colegio, con no pocos chicos en ese estado, el peligro de accidentes atormenta a los directivos.

Vale aquí mencionar que la mayoría de los testimonios son coincidentes en afirmar que en los últimos años se nota una evidente paridad de género entre quienes no están en condiciones. Les pasa a chicos y chicas por igual.

Los colegios demandan alternativas que tengan un efecto real. Y para eso necesitan contar con herramientas con las que hoy no cuentan. Los chicos se juntan, toman, se disfrazan y bailan afuera del colegio…pero llegan al colegio. Es decir, que antes de ese momento cabría hacer muchas otras cosas.

El control en las calles y salones de fiesta es casi un clamor. También hay pedidos de que se prohiba el ingreso de los alumnos a los establecimientos educativos en estado de ebriedad y la aplicación de sanciones.
Los privados medrando

No son pocos los que sostienen que el UPD fue impulsado por la actividad privada, básicamente por quienes obtienen ganancias de su concreción.

Para emborracharse hay que tomar alcohol, y eso se vende. Para trasladarse hay que tener un vehículo y eso también se vende. Hay normas rígidas para que un colegio transporte alumnos. Debe haber al menos un adulto para cada 15 menores. En los casos de los que hablamos estas restricciones no existen. Tampoco es gratis la pirotecnia.

Acá el control no sólo es una potestad de las autoridades, sino que es una obligación irrenunciable toda vez que muchas de estas actividades son pasibles de sanciones en virtud de consistir en delitos. Los clientes son menores.

La voz oficial

La Municipalidad local advirtió que se pondrá en marcha un operativo conjunto entre diversas áreas que incluye un patrullaje digital para controlar redes sociales abiertas para identificar los focos y modalidades de los festejos. Se prevé la instalación de carpas de atención primaria con la Cruz Roja en Plaza España y Parque San Martín, además de habilitar el número 102 para recibir denuncias. Asimismo anunciaron que en caso de que haya daños materiales accionarán contra los padres para obtener el correspondiente resarcimiento económico.

Por su parte, el secretario de Educación, Sebastián Puglisi, expresó su preocupación por el cariz que fueron tomando estos festejos. “Sabemos que hay estudiantes de dos colegios que se han desafiado a pelear. Sabemos que hay padres que han puesto dinero para la compra de alcohol para sus hijos y sabemos de la organización de lo que llaman la previa. Pero también hay colegios que van a esperar a los chicos con un desayuno junto a la comunidad educativa. Es decir, hay muchas maneras de recibir ese día”.

“Lo que queremos es que a partir de las reuniones con directivos y familias encontremos una manera de pasar un UPD en paz. Que los chicos se diviertan y que nosotros acompañemos esa diversión. No queremos demonizar el festejo juvenil. Queremos cuidarlos. No queremos que anden borrachos, que rompan la ciudad o se agarren a trompadas y tener un chico lastimado”, agregó el funcionario.

Las repercusiones de lo acaecido en Villa Gesell con la violencia juvenil encendió las alarmas en la comunidad. El espanto puede contribuir a repensar el grado de responsabilidad de cada uno de nosotros.

En nuestra ciudad hay antecedentes de desmanes, de chicos con coma alcohólico, quemaduras por pirotecnia, lastimados en riña y otras linduras. Poner el foco en salvaguardar la seguridad de nuestros jóvenes no puede dejar de ser una prioridad.

Finalmente una apelación a los padres: piensen si no es mejor sacar una foto del acto de graduación de sus hijos antes que inmortalizarlos entrando borrachos al colegio.