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Opinión 23 de marzo de 2024

De presidentes, vices, jueces y militares

Por Jorge Raventos

Transcurridos sus primeros 100 días en la presidencia, Javier Milei no ha conseguido aún, pese a la férrea decisión que exhibe, convencer a la mayoría de la sociedad (incluidos poderosos sectores que simpatizan con sus objetivos) de la sustentabilidad en el tiempo de su acción de gobierno. En estos dos meses largos Milei puede ufanarse de haber hecho descender la inflación (la de febrero fue de 13,24 por ciento, 12 puntos menos que la de enero) y de haber eliminado el déficit fiscal. Sobre este último asunto ha habido muchas objeciones provenientes del campo liberal (Carlos Rodríguez, Roberto Cachanosky, Alfonso Prat Gay, Marina Del Poggetto, entre otros), que destacaron que el logro se basó en el incumplimiento, la licuación o la postergación de obligaciones: “La pregunta es si una megalicuación malthusiana de las jubilaciones, corte total de la obra pública y prácticamente total de transferencias a provincias, generando conflicto distributivo no solo entre capital y trabajo, sino entre la Nación y las Provincias, es sostenible”, planteó Del Poggetto, por caso.

La Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP) informó quela caída del gasto en obra pública , uno de los pilares del flamante superávit fiscal, alcanzó el 82,3% en términos reales hasta febrero: de las 2.417 obras que había en ejecución con fondos nacionales, en febrero se había retrocedido a 300. Lógicamente, las jurisdicciones donde aquellas obras fueron paralizadas no están contentas.

Con gotitas de gradualismo

Queda lo obtenido en la asignatura inflación (el tema que más preocupa a los argentinos). Tanto el Presidente como el ministro de Economía pronostican que el índice seguirá bajado en los meses próximos y en abril o mayo será de un dígito. Derrochan optimismo verbal, pero algunas acciones del ministro sugieren que el presagio “puede fallar”, como decía Tu Sam. Por ejemplo, las reuniones de Caputo con grandes empresarios para sugerirles amablemente que “se les fue la mano” en la fijación de precios mostró que el ministro puede compartir con el Presidente la ortodoxia monetarista y tener fe en que el feroz achique de la emisión es el verdadero motor para bajar los precios, pero no desdeña métodos herejes aun a riesgo de que evoquen a Guillermo Moreno. A Dios rogando y con el mazo dando.

Luis Caputo y Martín Cabrales. Foto: Infobae.

Luis Caputo y Martín Cabrales. Foto: Infobae.

“El mazo”, a estos efectos, es la apertura a la importación de alimentos, bebidas y productos de limpieza, cuidado e higiene personal y medicamentos, operaciones para las que el Banco Central facilitará los dólares a 30 días y durante cuatro meses estarán exentas del “cobro de la percepción de IVA adicional e impuesto a las ganancias”.

La Unión Industrial Argentina, que hasta aquí venía remando en el mismo bote que el oficialismo, esta vez tomó distancia: “Mientras los productores nacionales deben pagar en cuatro cuotas mensuales y con impuesto PAIS los insumos necesarios para la fabricación, los importadores de bienes terminados estarán exentos de impuestos y tendrán acceso total a las divisas necesarias en un solo pago a 30 días”, se quejó la entidad.

Daniel Funes de Rioja, el presidente de la UIA, que el último viernes participó del cordial almuerzo que los máximos dirigentes del Grupo de los Seis compartieron con el Presidente en la Casa Rosada, no pudo transmtirle a Milei aquella preocupación porque “se trató más bien de una reunión protocolar donde se trataron temas generales, sin analizar aspectos específicos de cada sector”, según dijo uno de los comensales.

Un economista liberal (y habitualmente amigable con el gobierno libertario), Juan Carlos De Pablo, detectó inseguridad aleteando tras aquella decisión de Caputo: : “Esta apertura selectiva me huele más a desesperación que a otra cosa”.

Es que Caputo siente la presión de Milei, y éste a su vez se ve apremiado por el tiempo: tiene que afrontar semanas muy exigentes porque las encuestas le indican que el capital de opinión pública en el que confía (y al que alude constantemente en sus intervenciones), si bien sigue siendo alto, se va erosionando a medida que la sociedad sufre en carne propia el ajuste que se suponía que solo iba a recaer sobre “la casta” (aumentos en facturas de luz, transporte, combustibles, escuelas, otros servicios ¡y la comida!, ¡y los alquileres!), mientras las retribuciones , salarios y jubilaciones, están pisados por decisión política (son rubros donde la doctrina oficialista admite el control de precios). Consecuencias: las ventas se derrumban (según informes empresariales, entre 25% y 35% en el primer bimestre). La industria se paraliza paulatinamente. Los licenciamientos y despidos privados confluyen con los efectos de la motosierra sobre el sector público.

Caputo –realista o escéptico- trata de apuntalar la baja de la próxima inflación con cuotas de gradualismo: posterga el aumento del gas. Lógicamente, prolonga en la misma medida la vida del subsidio aunque eso conspire contra la meta fiscal . El shock tarifario probablemente sería peor. Las subas de tarifas producen vendavales (Mauricio Macri puede dar fe). Economía prefiere esperar que lleguen los dólares de la cosecha antes de avanzar en ese terreno. En el almuerzo con el Grupo de los Seis el Presidente confió a los empresarios que “en cuanto a los números se equilibren, el déficit fiscal sea cero y permanezca nivelado y los ingresos para la Argentina empiecen a ser mejores” el gobierno comenzará a reducir impuestos. El ministro de Economía aclaró que para eso falta: esos temas podrían comenzar a tratarse “el año que viene, si Dios quiere”.

Voluntarismo, sueños y estrategias

Mientras espera que lleguen los dólares del campo –el inicio de las liquidaciones se aguarda para algún momento de abril y seguirán al ritmo que decidan los agricultores después de calcular el precio efectivo que recibirán cuando vendan, mediado por el precio del dólar y la carga impositiva-, Milei sueña con atravesar las semanas otoñales con un préstamo de 15 millones de dólares provenientes del FMI o del Tesoro de Estados Unidos, de modo de poder unificar el tipo de cambio y eliminar el cepo para abrir así las compuertas a la “competencia de monedas”, que él imagina como el prólogo de un proceso de dolarización voluntaria.

El optimismo que el Presidente siembra en sus declaraciones puede se una cruza de sueños y voluntarismo, aunque la sucesión de visitas de figuras importantes del sistema de gobierno estadounidense, desde el Secretario de Estado al jefe de la CIA (y en unos días, la jefa militar del Comando Sur) testimonian que Washington observa con interés el experimento libertario y provee de plausibilidad aquellas ilusiones.

Por ahora se trata de ganar tiempo y fortaleza para que Milei llegue con vigor a la firma del Pacto de Mayo, cuando tendrá que cruzarse con los gobernadores, exponentes del polo federal del sistema de poder.

¿A mí porqué me miran?

En materia de ganar tiempo, cuenta mucho el otro Caputo, Santiago, el que, con Karina Milei, completa el triángulo de confianza del Presidente . Este Caputo es un as del relato político y de la fabricación de humo comunicacional. Los buenos shows adornan con humo algunos saltos mortales. Esta semana la Casa Rosada quiso archivar con elegancia el episodio de la tirantez entre el Presidente y su vice (que había sido culpada de facilitar el rechazo del DNU 70 en el Senado) y se acuñaron, así, dos o tres fotos de ambos inspiradas en escenas cinematográficas.

Las relaciones entre los presidentes y sus vices pueden ser tortuosas. La experiencia más reciente (Alberto Fernández-Cristina Kirchner) no es el único ejemplo. Chacho Alvarez, vice de Fernando De la Rúa, conspiró contra el gobierno de la Alianza con denuncias y una renuncia. Carlos Ménem proyectó a Eduardo Duhalde fuera del binomio original que conformaban mudándolo de la vicepresidencia a la gobernación bonaerense. Alejandro Gómez, vicepresidente de Arturo Frondizi tuvo que renunciar porque el presidente dudaba de su lealtad política. Una revista de aquella época publicaba semanalmente un primer plano de Gómez con un breve epígrafe: ¿A mí porqué me miran?

Es razonable que la Casa Rosada mire con inquietud el perfil diferenciado de Victoria Villarruel y simultáneamente procure en público minimizar las diferencias. La vice es, según las encuestas, la figura del gobierno mejor ponderada por la opinión pública.

En este caso, además de las fotos que ilustran compañerismo y buena onda entre los miembros del binomio, se concibió una operación mayor: se filtró la versión de una medida que dispondría que los detenidos por causas de transgresiones a los derechos humanos podrán gozar de prisión domiciliaria si son mayores de 70 años o sufren enfermedades complicadas. Tomada como tácita réplica a las marchas de repudio al alzamiento del 24 de marzo de 1976 (derrocamiento de la presidenta Isabel Perón, asunción del entonces comandante del Ejército, Jorge Rafael Videla) que ocurrirán ese día, la decisión es un perfecto disparador de discusiones que competirán por la atención pública con temas que molestan más al gobierno.

Pero la jugada sirve políticamente en otros tableros. De un lado contribuiría a calmar a Victoria Villarruel, que insiste en subrayar su agenda propia (esta semana insistió en horario central de la televisión y hasta trató con socarrona cordialidad a Milei de “jamoncito”, lo que indujo a Patricia Bullrich a reclamar que hay que referirse al Presidente “con la investidora que tiene”). La versión sobre la iniciativa de Milei implica además tender un puente propio hacia los militares, que son un fragmento importante de poder, aunque años de maltrato los hayan empujado a la impotencia. Para un Presidente que ocupa un rol central pero cuenta con una fuerza política propia invertebrada, articular de modo adecuado, institucionalmente, con las Fuerzas Armadas es un reaseguro de gobernabilidad.

La Corte, Milei y sus elegidos

Entre el humo y el salto mortal, el otro tema que atraerá la atención pública (en principio, la del “círculo rojo”) es la decisión presidencial de nominar dos candidatos a formar parte de la Corte Suprema. El anuncio tiene un costado sorprendente: por el momento el alto tribunal tiene sólo una silla vacante, la que hace casi tres años dejó libre con su renuncia Elena Highton de Nolasco. Milei resolvió, sin embargo, adelantarse a una vacante que previsiblemente ocurrirá en diciembre, cuando el cordobés Juan Carlos Maqueda cumpla 75 años, edad límite que fija la Constitución para los cortesanos.

Los nombres elegidos por Milei tuvieron una recepción misturada. El hecho de que haya propuesto a dos hombres decepcionó a un amplio espectro: se esperaba que a la hora de incorporar nuevos ministros, la Corte recuperara al menos una presencia femenina (tuvo dos en su momento, cuando además de Highton de Nolasco integraba el cuerpo Carmen María Argibay- El Presidente propuso a un magistrado para reemplazar a Highton y a un académico para esperar la sucesión de Maqueda.

El juez nominado es, el doctor Ariel Lijo. Su nombre no fue unánimemente aclamado, por cierto. Un denso clima de fastidio, obvia pero no explícitamente generado en la mayoría del alto cuerpo actual, se expresó en comentarios publicados por influyentes columnistas. Este párrafo de Carlos Pagni en La Nación es un botón de muestra: “La postulación oficial del juez federal Ariel Lijo para cubrir la vacante que dejó Elena Highton de Nolasco en la Corte Suprema significa que Javier Milei ha resuelto levantar la bandera de la impunidad. Una decisión incomprensible si se otorga crédito a un gobierno que justifica casi todos sus pasos en la necesidad de sanear al país de un clima de inmoralidad irrespirable.

Para cualquier observador que haya registrado la historia nacional de las últimas décadas debería resultar evidente que la mancha de la corrupción ha teñido casi todo. Sobre ese problema se instala otro, más grave: la ausencia de castigo. Ese vicio de segundo grado, de carácter estratégico, prospera gracias a la pésima moral de numerosos magistrados del fuero penal federal. Los tribunales de Comodoro Py son el emblema de esa descomposición. Y Lijo es el emblema de Comodoro Py”.

El texto ilustra que con esta propuesta el Presidente está pagando un costo. El hecho de que en el mismo medio, un día antes, Joaquín Morales Solá hubiera golpeado en el mismo punto sugiere consensos más amplios. Milei suele responder con nombre y apellido a críticas de algunos periodistas. Habrá que ver si en esta ocasión él o sus trolls adictos repiten esa conducta..

El otro nombre sugerido por el Presidente fue el de Manuel García-Mansilla, decano de la Facultad de Derecho en la Universidad Austral, respetado constitucionalista y empresario petrolero. Este jurista está ofrecido por la Presidencia para reemplazar en su momento al doctor Maqueda. García Mansilla es Ideológicamente liberal, católico y antiabortista; las objeciones a su nombre han provenido principalmente de sectores de izquierda y feministas.

Para que los propuestos se conviertan en miembros de la Corte se requiere el acuerdo del Senado con mayoría especial de dos tercios. Como en otros asuntos, el gobierno –flaco de representación legislativo y particularmente en la Cámara Alta- tendrá que negociar.

Quizás un instrumento para esos trapicheos sea el decreto 267/24 que Milei firmó el jueves. Esa norma habilita el adelantamiento del trámite de designación y permite iniciar ya mismo, antes de la renuncia efectiva de Maqueda, los pasos previos necesarios para cubrir esa vacante. el gobierno emitió. De ese modo los dos cargos podrían ser tratados simultáneamente por el Senado, lo que permitiría aplicar el do ut des (“doy y das”) y así conseguir los votos que se necesitan para ambos nombres, aunque alguno de ellos sea muy objetado por un sector de peso numérico en la Cámara . Esa conjetura supone que el kirchnerismo es muy reticente ante la candidatura de García Mansilla.



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