Cultura

Decadencia lingüística

Para matar la poesía

Por Odda Schumann

paramatarlapoesia.com



Mire: quiero contarle la historia de una frase que quería ser frase y no lo lograba. Las palabras se retobaban y se congregaban en paros, peleaban y apoyaban el sinsentido. Querían verse auténticas, pero a cualquier precio. Y la gente no pagó el precio, las palabras se acumularon y dejaron de significar cosas. Se medían por acumulación de letras y no por sentido. Entonces cada palabra tenía el mismo peso o no peso que cualquier otra. Y con el criterio cuantitativo eran más interesantes las más largas.

Y los textos fueron algo así: …“extraterrestres desconsiderados extraordinarios inmunológicos esternocleidomastoideos”… Entonces la frase tomó represalias y llamó al gremio de las preposiciones, que como estaban en el escalafón más bajo se contentaron de la invitación y las frases comenzaron a tornarse más molestas a nivel visual: … “sin tras en a con bajo cabe ante”… Y cuando estuvo de moda el sentido fue tan fácil que se intentó complicar: … “inexorable, la mollera de Ernesto convalecía eritematosamente”… Y ahora que pasamos por las modas lingüísticas no sabemos qué hacer.

Creo que el comité va a cambiar de idioma. También escuché algo de modificar el español y hacerlo un poco más vulgar. El tema de los seguidores es todo un problema. Mantener el ratio y la adherencia implica medidas candilares (ahora se dice así. Es más bonito si a “radicales” le agregamos el sentido de “cándido”). Y es la urgencia de la época. Se mutilan puestos de trabajo y todo lo hace uno solo, se fusionan un par de empresas y siguen como una sola… en el lenguaje ocurre lo mismo.

Las palabras devaluaron como el peso y acá estamos, tirando para el mismo lado para no defraudar a la audiencia. Pero la competencia está jodida. No es lo que era antes. Ahora las malas palabras también se combinan con las buenas, y es confuso. Hay que usar más el cerebro para ver la intención que hay detrás. Y además, si usás las malas tenés que pagar adicional. Esto de las palabras se volvió un fetiche de ricachones. Es anticuado, lo que antes un teléfono celular: extraño e impagable.

Ahora todo es delito. La ley es dura, qué le vamos a hacer. Pero lo dejo, viene seguridad lingüística. Sigamos por la imagen. Ahí estaré, observándolo.

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