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Cultura 10 de octubre de 2016

Diario de lector: Dar la vuelta

Por Gabriela Urrutibehety

www.gabrielaurruti.blogspot.com.ar

El lector que escribe un diario lee a Philip Roth en su lectura de Henry James: un libro que en inglés se llama “The ghost writer” pero que un traductor español deseoso de destacar la relación con “La lección del maestro” decidió dar a leer como “La visita al maestro”. Traduttore traditore, no está de más recordarlo, piensa el lector que escribe un diario.

En la novela de Roth el joven escritor se llama Nathan Zuckerman y el maestro, E.I.Lonoff. Como en la nouvelle de James, están las mujeres: la esposa, Hope, y la joven con inquietudes artísticas, Amy Bellette. Vaya con los nombres, anota al margen el lector.

Las relaciones están planteadas como lo hizo James, pero el desarrollo de los personajes corre por otros senderos. Está la admiración del joven al novelista experimentado que, piensa el lector, más que al Saint George de James se parece a un Overt maduro que hubiera seguido respetando las consignas que le dio el maestro en su lección: Lonoff vive alejado del mundo de fiestas y reuniones que apasionaba a Saint George, que tal vez reaparezca en el otro escritor admirado por Nathan, Abravanel, el que tiene una mujer mucho más joven que él y disfruta del éxito social. Nathan ha recurrido a él en busca de guía, pero el exitoso no tiene demasiado interés en ocuparse del que busca ser.

Nathan es un joven judío que busca convertirse en escritor en contra aún de la opinión de su padre sobre la forma en que narra la historia de la familia. Cómo escribir, qué escribir, contra qué escribir.

La mujer de Lonoff es también una contracara de la eficiente y sólida Mrs Saint George: frustrada, sumisa, pidiendo a gritos “échame”. La joven es la verdadera vuelta de tuerca de la novela de Roth: una joven refugiada que termina proponiéndose como la verdadera autora del Diario de Ana Frank.

La lección del maestro Lonoff aparece en las primeras páginas: “Doy la vuelta a las frases. Esa es mi vida. Escribo una frase y luego le doy la vuelta. Luego voy a comer. Después me instalo de nuevo y escribo otra frase. Luego tomo el té y le doy la vuelta a la nueva frase. Luego releo las dos frases y le doy la vuelta ambas. Después me acuesto en mi sofá y pienso. Luego me levanto y las tiro a la papelera y empiezo desde el principio otra vez”.

Y el lector que escribe un diario piensa que ese “darle la vuelta” es, además, la forma en que Roth reescribe a James. ¿Otra novela para escritores? Otra novela en la que la vida pasa por la literatura.

El lector relee las últimas entradas que ha escrito en su diario: homenajes a los maestros. Los que escriben saben que se escribe, como decía Newton, sobre “hombros de gigantes”. Y que el oficio es escribir sobre el cuerpo -el corpus- de la literatura, metiendo mano entre las frases que otros dieron vueltas y más vueltas, para darles la torsión que pide lo de uno para poder salir.

El lector que escribe un diario piensa en él mismo, en su propio diario, y en las vueltas que da a los libros que lee. Y se siente, por un rato, feliz de ser un ghost writer.
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