CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Cultura 3 de abril de 2017

Diario de lector: Perdidas en el lenguaje

Por Gabriela Urrutibehety

gabrielaurruti.blogspot.com.ar

El lector que escribe un diario lee “Perdidas en la noche” de Fabián Martínez Siccardi, una novela de tono policial que transcurre en el borde de los que viven en dos lenguas, en dos patrias.

En la novela hay una madre norteamericana que busca a su hija perdida en Buenos Aires y un padre argentino que va a Estados Unidos a hacerse cargo de una hija que no conoce.
Ambos se encuentran en medio de la búsqueda de Rose, que transita por un Buenos Aires marginal: el de los extranjeros que vienen a vivir a esta ciudad, en busca de una aventura que atraviesa el arte urbano, el ambiente de grafiteros más o menos ilegales y muralistas asimilados. Es decir, de los que, a diferencia de los exiliados y los inmigrantes, eligen la distancia y la saben transitoria.

No se trata de una marginalidad de tipo económico sino que el eje es esencialmente lingüístico.

Luciano Capra es intérprete de inglés, alguien que puede transitar a ambos lados de la frontera y por eso puede ayudar a Rose: no solo le traduce sino que la guía por los barrios del sur de la ciudad que los muralistas y grafiteros transitan. En varios pasajes, el lector que escribe un diario se siente como si compartiera un ómnibus con turistas extranjeros que recorren su ciudad: una mezcla entre el dato obvio por conocido y la puesta en tema de que lo obvio es un silencio que el otro no puede decodificar.

Por su parte, Luciano debe relacionarse con la hija que vive en Blackstone, un pueblo pequeño del estado de Virginia. Allí le prohíben educarla en el bilingüismo a partir del trauma que le ha producido la situación de haber vivido el asesinato de su madre y de su tía.

Desde una lengua que no le es propia, y eso incluye mucho más que un léxico, deberá intentar establecer contacto con una niña desconocida a la que tendrá que criar. Y luego, partir y dejarla.

Por su parte, Rose también siente que no conoce a su hija, que está alejada de ella no sólo por los kilómetros que median entre Buenos Aires y San Francisco. Otra madre en busca no sólo de la presencia física de su hija sino también de lo que ella es en realidad.

Y así como la vecina de Blackstone hace de mediadora entre Luciano y Annabelle, Luciano mediará entre Rose y Willow. Las mediaciones se realizan desde la carencia compartida, podría decirse.

Martínez Siccardi tiene una prosa clara, definida: una prosa de intérprete, piensa el lector que escribe un diario. Por eso, por todas partes hay reflexiones sobre el uso del lenguaje en la situación de (in)comunicación y eso constituye buena parte de la novela.

Clara y precisa es también la trama argumental: el encadenamiento de los hechos que se cuentan hacen que el lector se deslice por las páginas con el impulso del suspenso de un policial.

Buscar, rondar el delito, disolver el misterio son apuestas que los motores de la pareja protagónica ponen en marcha y, por ello, ponen a la novela en las cercanías del género.

El juego de espejos entre las hijas y entre los padres ayuda a esta claridad y organiza la materia narrativa. Y a lo mismo contribuye el hecho de que el final no llega con la fuerza de un portazo o una voraz vuelta de tuerca, sino como el desarrollo lógico de los acontecimientos y la psicología de los personajes.



Lo más visto hoy